Un día con los corsarios del Ejército del Aire: «Un incendio es como una guerra»
El Debate asiste a una jornada de trabajo de los militares del 43 Grupo, los famosos apagafuegos que cada año se la juegan para proteger nuestra masa forestal
Para la mayoría de los mortales, el verano es sinónimo de tranquilidad, una tregua en medio del frenesí habitual de obligaciones y quehaceres. Para los pilotos del 43 Grupo, este periodo representa algo bien distinto.
Cuando millones de españoles ponen rumbo a sus lugares de descanso, los corsarios del Ejército del Aire se embarcan en la campaña más importante del año, un intenso despliegue de cinco meses que se desarrolla entre el 1 de junio y el 31 de octubre.
A los mandos de una aeronave, esto se traduce en 2.500 horas de vuelo, más de 7.200 descargas y un total de 40 millones de litros de agua lanzados. Son sólo las cifras de la campaña de 2022, «la peor por número de incendios y hectáreas quemadas en los 50 años de historia de nuestra unidad».
El 43 Grupo, en datos
- Ubicado en la Base Aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid)
- Misión de extinción de incendios forestales y búsqueda y salvamento marítimo (SAR)
- Más de 185.000 horas de vuelo desde 1971
- Flota de 18 aeronaves (14 CL-215 y 4 CL-415)
- Al rededor de 160 personas en total
La unidad se enfrenta a un enemigo implacable. A pesar de un trabajo titánico, durante el año pasado ardieron en España unas 310.000 hectáreas forestales, el 40 % del total ardido en el conjunto de la Unión Europea. Fue el peor año del siglo.
Ahora, los pilotos de la unidad se entrenan para una nueva campaña, donde las sequías y las altas temperaturas no presagian nada bueno. Las cámaras El Debate asisten a una jornada de trabajo para conocer de cerca cómo se preparan para el verano.
Una unidad querida y demandada
No hace mucho que ha amanecido en la Base Aérea de Torrejón. Con los primeros albores de la mañana nos reciben Alberto B. Casarello, capitán con décadas de experiencia, y Pablo Llobell, joven teniente que viene de estrenarse en su primer incendio. Pudiendo escoger cualquier otra unidad, Pablo decidió servir en el 43 Grupo.
La jornada comienza a las 08:00 horas con un briefing general. En él se revisa el orden del día, se analiza la previsión meteorológica y se aprovecha para recordar distintos sistemas del avión. Aquí todo gira en torno a la seguridad en vuelo: incluso los baños están empapelados con carteles que recuerdan a los pilotos consejos básicos, algo así como la versión aeronáutica del «si bebes, no conduzcas».
La visibilidad de su trabajo la ha convertido una de las unidades más reconocidas por los españoles. Con miles de seguidores en Instagram y un cariño siempre palpable en los desfiles, Pablo nos cuenta que es también una de las más demandadas por los propios pilotos, seducidos por la versatilidad de las aeronaves, por la naturaleza de las misiones y por la satisfacción del deber cumplido cuando ésta finaliza con éxito. En esta unidad los pilotos ven de cerca el resultado de su trabajo, a veces a menos de diez metros.
¿Por qué Corsarios?
Los pilotos del 43 Grupo también tienen patente de corso, una autorización especial que les permite no seguir las reglas convencionales de aviación civil: pueden sobrevolar zonas pobladas, improvisar planes de vuelo o acercarse demasiado al suelo. Es por eso que se les conoce como «corsarios».
Tras el briefing general, nos dirigimos a la sala de operaciones, el «cerebro de la unidad» donde se planifican las misiones en detalle. Los militares ultiman los preparativos para un vuelo de posicionamiento previsto para Pollensa, en Mallorca. La reunión termina con un grito de guerra: «Donde pongo el ojo... ¡mojo!»
Un combate sin cuartel contra el fuego
Para Alberto, «un incendio es como una guerra» que requiere un buen trabajo de equipo. En el frente participan unidades aéreas, unidades de caballería (los conocidos camiones de bomberos), y de infantería, el personal en tierra que se enfrenta cuerpo a cuerpo con las llamas. Para este experimentado piloto, «son ellos quienes realmente apagan los incendios, nosotros les damos apoyo aéreo reduciendo la intensidad de las llamas».
Apagar un incendio requiere trabajar en equipo. Nuestra labor consiste en reducir la intensidad de las llamas desde el aireCapitán del 43 Grupo de FF. AA
Pero en la guerra todos los frentes son importantes. Y en este combate sin cuartel contra el fuego los pilotos asumen no pocos riesgos: el oleaje de sistema cuando toca cargar en el mar, la baja visibilidad al sobrevolar un incendio, la concentración de otros medios aéreos en la zona, las partículas en suspensión que pueden afectar a los motores y la orografía escarpada de las montañas son solo algunos de ellos.
Para operar con seguridad en estas condiciones, los pilotos del 43 Grupo cuentan con un entrenamiento exhaustivo. Este incluye sesiones regulares en el entrenador de vuelo, el simulador donde practican las situaciones más criticas y la coordinación en cabina, un espacio que comparten siempre dos pilotos y un mecánico de vuelo.
Aún con todo, reconocen que el arrojo es un activo fundamental en todo piloto. Pablo recuerda con orgullo la proeza de los primeros pilotos de la unidad, que en los años setenta cruzaron el Atlántico con estas aeronaves de menos de 30 metros de envergadura. El eco de aquellos pioneros todavía resuena en estas paredes, donde cada año nuevos tenientes se forman para tomar el testigo.
De camino a la pista, un monolito recuerda a los caídos en acto de servicio, quince desde la fundación de la unidad. Los últimos, en 2003. A pesar del tiempo transcurrido, su memoria y su ejemplo de entrega hasta el final están muy presentes en el equipo. Por eso, para Alberto, «la misión está cumplida cuando todos regresamos sanos y salvos a la base. Eso es lo más importante».
Los «botijos»: la punta de lanza de la unidad
Si algo caracteriza al 43 Grupo son sus populares y barrigudos aviones anfibios, conocidos también como «botijos». Su silueta recuerda inevitablemente al hidroavión de Tintín en El Cetro de Ottokar. Con capacidad para almacenar y lanzar hasta 6.000 litros de agua en cada descarga, las características de este avión son idóneas para la extinción de incendios.
Pilotos y mecánicos conocen estas aeronaves como la palma de su mano. Capaces de llenar sus dos depósitos en apenas diez segundos, son la punta de lanza de la unidad en la lucha contra el fuego. Ya en pista, antes de embarcar, la tripulación realiza el examen visual, primero del exterior y luego del interior.
El personal de tierra es la base de esta unidad. Nuestra seguridad depende de su buen trabajoCapitán del 43 Grupo de FF. AA
Pablo destaca que «este avión te da una maniobrabilidad única y una capacidad de hacer cosas que con otro avión de estas magnitudes no se podría hacer». Y para que esto sea posible, la labor del personal de tierra es fundamental.
Alberto nos lleva hasta el hangar de mantenimiento. Quiere poner en valor el trabajo de los mecánicos, «los grandes olvidados que nunca salen en las cámaras». Destaca que «ellos son realmente el pilar de la unidad» ya que «nuestra seguridad depende de su buen trabajo y su profesionalidad».
¿Hidroaviones o aviones anfibios?
Tras la inspección de cabina y las comprobaciones previas al vuelo, el avión enfila la pista de despegue, asciende lentamente y se pierde en el horizonte. Quizá no sea el avión más rápido de todos, pero como sabía Juan Salvador Gaviota, protagonista homónimo del libro de cabecera de tantos pilotos, «la velocidad perfecta, hijo mío, es estar ahí».