Lo que le falta a Almeida
Hay mucha gente que anhela un Gobierno del PP supervisado por Vox, una formación que le pase el antivirus en materia de gasto superfluo y convicciones
Hace pocas semanas, un tertuliano del Orfeón progresista (de los que defienden en una misma tarde que ETA es pasado y Primo de Rivera presente continuo) aseguraba que para Almeida sería un problema no conseguir una mayoría absoluta como la que algunos sondeos pronostican a Isabel Díaz Ayuso. Es probable que ese hombrecillo confundiera la realidad con su propio deseo: la expectativa de una nueva grieta en el PP madrileño, que pese a todo ha conseguido que la capital siga siendo el anhelo de muchos de los que no nacimos en ella.
De acuerdo con la encuesta que publicamos hoy, José Luis Martínez-Almeida obtendría una mayoría «suficiente» –que diría Bendodo– pero no absoluta. A cambio, el alcalde casi doblaría el número de concejales que ya tenía y sumaría más ediles que toda la izquierda en su conjunto (incluso si miramos a la estimación más pesimista de todas).
Hace tiempo que a Almeida lo quieren ver en una posición de debilidad con respecto a Ayuso, como si no les hubiera promocionado el mismo jefe o como si Almeida no tuviera la sangre mucho más fría que Esperanza Aguirre o Alberto Ruiz-Gallardón. Almeida, en verdad, ha hecho seguramente ya lo más difícil, que es recuperar el Ayuntamiento de ideologías que se han demostrado nocivas de norte a sur y de este a oeste. Le salva también que la izquierda que tiene delante es un páramo intelectual, pues Rita Maestre es un personaje casi cómico, una digna representante de la izquierda caviar que combate las casas de apuestas para luego casarse en Las Vegas.
Por contra, a Almeida le falta lo que a buena parte del PP actual, que es beligerancia ideológica y determinación para cercenar el sinfín de mamandurrias que nos rodea. Hay mucha gente que anhela, tanto para Madrid como para España, un Gobierno del PP supervisado por Vox, con una formación que le pase el antivirus en materia de gasto superfluo y convicciones ideológicas.
Esas dos cuestiones (que han quitado al PP muchos más votos que la Gürtel) son las que diferencian a un buen gestor de un político al uso. La economía es ideología, por mucho que se empeñen en disociarlas. No hay nada más ideológico que cerrar un cortijito para, con ese dinero, tener un Madrid más limpio, más seguro y, puestos a pedir, con menos IBI.