El entonces vicepresidente del Gobierno, Francisco Álvarez Cascos y la exalcaldesa de Málaga Celia Villalobos, en 1998EFE

Crónicas Castizas

El pescadero y la alcaldesa

Los chistes de El Bere no le hicieron mucha gracia a doña Celia a pesar de arrasar siempre en su público masculino. Pues es sabido que, por lo general, el sentido del humor no es igual en los varones y en las hembras de la raza humana

Málaga ha cambiado una enormidad en los últimos años para bien. Ahora es una ciudad cosmopolita, repleta de museos y tiendas de lujos, en la que pasear por la calle Larios o el Paseo de Cánovas del Castillo, para ir a alguno de los restaurantes del Limonar o para tomar una fritura sigue siendo una sensación que en pocos sitios se puede igualar.

Junto a la Málaga del siglo XXI sigue existiendo una Málaga castiza, de siempre, con sus barrios en los que la vida no ha cambiado tanto. En uno de estos barrios había, supongo que allí seguirá, una pescadería de las de toda la vida, modesta regenta por El Bere.

El Bere, en la trastienda tenía una mínima rebotica, de dos por dos, con una mesa de mármol, un banco y tres o cuatro sillas donde cocinaba en un infiernillo de bombona azul de butano pescado fresco que servía en el momento mientras daba palique y contaba chistes a «sus invitados a comer».

La trastienda de El Bere estaba llena de fotos y retratos del Innombrable, de José Antonio y otros personajes absolutamente incorrectos. El Bere solo invitaba a hombres y tenía lista de espera para varios meses para lograr ser invitado a la pescadería de marras.

Juanito Sainz Trápaga era abogado del Corte Inglés de Málaga. En una visita de sus amigotes a Málaga logró plaza para ir a comer con El Bere. En la mesa de mármol de la pescadería se sentaron ya un grupo de hombres hechos y derechos pero que en su juventud habían formado en las duras milicias de FE de las JONS de Madrid y que habían repartido estopa a troche y moche durante la Transición: un magistrado, un catedrático, un cervecero, un promotor inmobiliario, un director de Banco… lo peor de cada casa. La comida, cuentan, que fue insuperable. Los chistes de El Bere todos nuevos y de primera.

Preguntado El Bere de dónde le venía el mote explicó que de pequeño le gustaba mucho las berenjenas fritas y que cuando iba a jugar al fútbol en la calle con los colegas del barrio pillaba las berenjenas fritas recién hechas por su madre y se las metía en el bolsillo del pantalón, con las inevitables consecuencias. De aquí el mote.

Para la masa de varones heteropatriacarles, que en aquellos años no sabían que lo eran, el ir a comer a casa de El Bere era uno de los mejores planes que una pandilla de amigotes podían hacer a la hora de comer en Málaga.

En aquellos tiempos era alcaldesa de Málaga Celia Villalobos, mujer de armas tomar y, por lo que sigue, no muy buena persona.

Tuvo noticia la alcaldesa de las comidas que organizaba El Bere y se empeñó en ir a una de estas tenidas. El Bere no quería, pues a su casa solo iban hombres y aquello rompía su norma de siempre. Tanto insistió doña Celia, tanto le presionaron que al final se vio obligado a pasar por el aro.

La comida fue un desastre. Los chistes de El Bere no le hicieron mucha gracia a doña Celia a pesar de arrasar siempre en su público masculino. Pues es sabido que, por lo general, el sentido del humor no es igual en los varones y en las hembras de la raza humana. Cuando la PPera alcaldesa le recriminó los cuadros, banderas y carteles que tenía el pescadero en su trastienda, El Bere le dijo que él en su casa tenía lo que le salía de las narices. La comida terminó como el rosario de la aurora.

La alcaldesa, vengativa, intentó cerrar la pescadería a El Bere, única forma de ganarse la vida de su familia. Afortunadamente Celia dejó de ser alcaldesa y El Bere siguió vendiendo sardinas y contando chistes mientras cocinaba para sus amigotes en la parte de atrás de su pescadería. ¡Aquí paz y después gloria, y que viva El Bere!