Manifestación del FENS, origen de la Auténtica.

Manifestación del FENS, origen de la Auténtica.Rafael Castillejos.

Crónicas castizas

Las bofetadas de la Transición y el decano volador

Antonio, ni corto ni perezoso, le cogió y le tiró por la ventana. Y el decano recordaría en su corto vuelo aquella famosa frase de: «si tu mujer te pide que te tires por un barranco, pídele a Dios que sea bajo». Porque para su fortuna, la ventana era la de un bajo

Llevaban horas deambulando por los alrededores de la facultad. Cantando y animándose unos a otros, pues habían quedado a las 12 en el hall para batirse con la sección C de Fuerza Nueva. Y el choque no iba a llegar a la brutalidad de las tres legiones romanas de Varo, la XVII, la XVIII y la XIX, combatiendo a los bárbaros germanos del traidor, según se mire, Arminio, en Teotoburgo. Pero se aproximaría bastante. Eran chavales de otras facultades. Muchos de la enseñanza media, de institutos públicos. Algunos procedentes de la Organización Juvenil Española. Los choques entre las milicias hedillistas y las de Fuerza Nueva habían sido míticos y variados. Esta era otra ocasión. Y los preparaban para ello, narrando historias épicas y cantando canciones. Lo que tenían claro es que todos iban a seguir a Canadá, el único y singular jefe de milicias, así apodado por las camisas a cuadros de leñador canadiense con que se presentó un día.

Era bastante habitual en aquella época que todo el mundo fuera conocido por un mote y no por su nombre, dado que estaban en la clandestinidad. De hecho, no fue sino al cabo de los años que muchos conocieron el apellido real de los demás.

Pero aquel día, al entrar enardecidos en el hall de la facultad, la sección C de Fuerza Nueva no estaba. Nos dio plantón. Pero sí había un cartel enorme pegado en la pared, firmado por el Bloque Nacional Galego, en el que se acusaba de forma insultante a España de nación opresora que tenía invadida Galicia. Y se pedía bajo la advocación de la estrella roja poco menos que su destrucción. Les pedimos que lo retiraran. Y solo logramos que en el puesto que había unos 7 u 8 separatistas se les unieran unas docenas de comunistas variados. El PCE vino a advertirnos que apoyaría a los separatistas gallegos si decidían no quitar el cartel, como así hicieron.

Curro se subió a lo alto. Encima del reloj. Y comenzó el mitin más corto de la historia. «España es un...» Y gritando «a por ellos». Saltó al suelo desde allí. Mientras los azules avanzaban sin arredrarse hacia el muro humano que rodeaba, fortificándolo, el puesto del BNG. Comenzaron a intercambiarse los tortazos entre los comunistas de todo pelaje: maoístas, trotskistas, eurocomunistas y los falangistas auténticos. Momento en que los del Bloque emprendieron las de Villa Diego, camino del Decanato donde se encerraron. Y a la puerta salió el decano. Para decirles a Antonio el Rubio, antiguo militante socialista, que hubiera hecho carrera si no se hubiese cambiado de partido, cosas de la honestidad, y al Trosko, del mismo barrio carabanchelero, que avanzaban hacia la puerta,«que no entraría nadie si no era por encima de su cadáver». Antonio, ni corto ni perezoso, le cogió y le tiró por la ventana. Y el decano recordaría en su corto vuelo aquella famosa frase de: «si tu mujer te pide que te tires por un barranco, pídele a Dios que sea bajo». Porque para su fortuna, la ventana era la de un bajo.

Al entrar en el decanato, histéricos, los del bloque, los separatistas, les arrojaron todo lo que encontraron a mano, trofeos incluidos, y entre ellos un contundente cenicero macizo de cristal que fallando su objetivo primigenio gracias a un giro del azul al verlo venir, se estrelló contra su cadera. E incrementó la furia del Trosko, dado que le había roto unos pantalones que se acababa de comprar y no estaba la economía familiar para bollos. Combatiendo en el pasillo estaban los hermanos López: Luis y Rafa, procedentes de la OJE. Este último fue detenido en su momento por tirar un bote de humo en la Bolsa de Madrid provocando el caos. En la entrada estaba Michi, el Mosca, el Cerillo y el Sordo, que acabó de profesor. Y organizando el aparente desconcierto, gritos y carreras: Canadá. Sin embargo, Ernesto, que venía pertrechado para la guerra de las Termópilas, al encontrarse con la ausencia de la sección C se dio media vuelta y se fue farfullando que él no había venido para pegarse con los rojos sino con los fachas, explicaba.

Días después, el responsable del PCE de la facultad se pasó por el local de Falange Auténtica, en la calle del Pez, 21 para pedir disculpas, no por haberse liado a tortas con los falangistas, una tradición comunista desde 1933, sino por haber apoyado a los separatistas gallegos dado que entonces su partido había reconocido la monarquía y la bandera nacional. Y aquello no encajaba con la estrategia del momento, de Santiago Carrillo, la hoz y el pitillo.

Más aún, la realidad supera a la ficción, los del Bloque Galego se pasaban regularmente ¡por la imprenta de la Falange Auténtica!, Zacatecas, para que Sinda, la mujer de Camilo, el responsable, les tradujera al gallego los panfletos y carteles porque ellos no lo dominaban y ella sí. Cosas veredes.

La trifulca encrespó a los viejos del partido, de la Falange Auténtica, los que habían llegado a mesa puesta a mandar a unos chavales de 14 a 16 años organizados por otros de 18 a 21, se echaron las manos a la cabeza porque el hecho les alejaba de su búsqueda de homologación. Y pidieron la disolución de las milicias, que no sólo repartía tortas sino también panfletos y carteles y más cosas, y la expulsión de algunos, lo que se juntó con el intento de expediente que hizo la facultad, con un decano herido exclusivamente en su orgullo, para los asaltantes que estaban entre su alumnado. Y resultó ser el principio del fin de una promesa hermosa en la que se educaron algunos españoles lejos de las discotecas y de las bandas, ¡tenían la suya propia!

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