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Del ataque a la rendición: las 29 horas de presión que hicieron caer a Juan Lobato ante el sanchismo

Eeste martes, pasadas las nueve y media de la mañana, Juan Lobato sorprendía a todos al desenvainar la espada de guerra contra Pedro Sánchez. Una convocatoria de prensa de urgencia que olía a dimisión -tras el escándalo de su visita al notario para dejar constancia de que un cargo de Moncloa fue quien le facilitó documentación confidencial de la pareja de Isabel Díaz Ayuso de forma, presuntamente, ilícita- que terminó por ser el inicio de una batalla contra Ferraz que se ha terminado por saldar en apenas un día. Este miércoles, poco antes de las dos y media de la tarde, Lobato dimitía como secretario general del PSOE-M. La pregunta parece evidente, ¿qué ocurrió en esas 29 horas que hizo cambiar de opinión de forma tan radical a Juan Lobato?

Para empezar a contestar a esa pregunta es menester hacer un prólogo sobre la personalidad y la forma de hacer política que tiene Lobato. El ya ex secretario general de los socialistas madrileños se ha caracterizado siempre por su buen talante, su afán de realizar críticas constructivas y no destructivas, su capacidad de diálogo y sus esfuerzos por llegar a consensos. Una forma de hacer política antagónica a la que viene desplegando el sanchismo, tal y como él mismo ha puesto de manifiesto en su carta de renuncia. «Sin duda mi forma de hacer política no es igual ni quizá en ocasiones compatible con la que una mayoría de la dirigencia actual de mi partido tiene», aseveraba.

Juan Lobato, este martes, cuando denunció el «linchamiento» de su partidoEuropa Press

Con ese carácter, el que fuera alcalde de Soto del Real -su segunda legislatura, con mayoría absoluta- no es un perfil apto para la confrontación directa ni la guerra interna, la más peliaguda de todas las guerras, más en un partido político. Y, más aún, si ese partido político es el PSOE de Pedro Sánchez.

Con esa rémora, Lobato no partía como favorito ante un rival que ha demostrado no tener ninguna clase de escrúpulos. Así pues, una vez terminó su breve pero incendiaria comparecencia sin preguntas, muy lejos de lo que tenía acostumbrados a la prensa un portavoz accesible y cercano como él, las presiones desde la formación comenzaron a sucederse sin cuartel.

Al poco de producirse la comparecencia, los ánimos en el entorno del portavoz socialista aún estaban, dentro de las difíciles circunstancias, más o menos decentes. Según trasladaron fuentes de su equipo, Lobato no se había planteado en ningún momento tirar la toalla y tenía toda la intención de acudir al Congreso de Sevilla tras su comparecencia como testigo en el Tribunal Supremo, en el marco de la causa que investiga al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz. Incluso de cenar con la delegación socialista de Madrid presente en el Congreso. Aunque ya se habían dado de baja algunos nombres, la cita seguía en pie este martes por la mañana.

Sin embargo, las horas fueron pasando y las primeras voces críticas con Lobato llegaron públicamente. La primera de ellas, la del delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín. Una crítica especialmente dura para Lobato, quien solía jactarse de su amistad personal con el delegado para acallar los rumores de que este estaría maniobrando para presentarse como su rival en las Primarias del PSOE-M.

Martín pidió a Lobato explicaciones «más sólidas» sobre las «graves decisiones» que había tomado en las últimas semanas. Además, le recordó que la confianza es «un bien muy valioso, pero también frágil» y le pidió convocar a la comisión ejecutiva regional para hablar de forma interna de todo lo sucedido.

Después de Martín fue Reyes Maroto, la portavoz socialista en el Ayuntamiento de Madrid y parte también de la ejecutiva del PSOE-M, quien acusó a Lobato de «falta de lealtad» y le exigió someterse a una moción de confianza por parte de la militancia. «Somos muchos los militantes que no sólo le pedimos explicaciones, sino que tiene que volverse a ganar la confianza ante todas las informaciones que hemos ido conociendo», sentenció.

El PSOE, tanto nacional como regional, estaba ya abierto en canal mientras Lobato recibía peticiones de dimisión por parte de algunas personas de su círculo más cercano, aunque otras le pedían que aguantara. La presión no dejó de crecer mientras se sucedían las horas y la perdida de apoyos comenzaba a precipitarse. Prueba de ello fue la petición, tal y como desvelaba Telemadrid este miércoles, de la agrupación del PSOE de Tetuán de que Lobato cancelara una visita que tenía prevista para el día siguiente. Un termómetro de que ya no eran sólo las altas esferas del partido la que pedían su cabeza, sino también militantes de a pie, la principal baza en la que Lobato confiaba poder apoyarse para imponerse en las Primarias.

Lobato no pudo más. No quería confrontación ni ser él el responsable de dividir en dos un partido en el que verdaderamente cree, a pesar de la dirección actual, con la que discrepa profundamente. Poner freno a una situación de enfrentamiento y división «graves» que sólo iban a dañar al partido ha sido la motivación que Lobato ha aducido en su comunicado para poner dar por concluida su breve, aunque reveladora, guerra con Ferraz.

«Yo no creo en la destrucción del adversario, en la aniquilación del que discrepa y del que piensa diferente», señalaba, antes de remarcar que para él la «lealtad al partido» es «trabajar para poner en marcha sus principios». Es decir, la lealtad al PSOE no es, para él y en contra de lo que muchos promulgan hoy en día, la adhesión ciega al líder, en este caso, a Pedro Sánchez, sino que trasciende a las personas y se basa en los ideales de la formación.

Tampoco hay que obviar la parte judicial de todo este embrollo, que también ha influido en la decisión adoptada por Juan Lobato. Y es que su declaración como testigo el próximo viernes podría desencadenar no sólo su propia imputación sino la de Pilar Sánchez Acera, jefa de Gabinete de Óscar López, quien fuera, en el momento en el que saltó el caso del novio de Ayuso, jefe de Gabinete de Sánchez. Además, Sánchez Acera sigue siendo a día de hoy la jefa de Gabinete de López, hoy ministro de Transformación Digital pero, pronto, seguramente, aspirante a la secretaria general del PSOE-M que Lobato acaba de dejar vacante y de la que, de momento, se ocupara una gestora.

¿Con qué cara iba a seguir Lobato al frente de los socialistas madrileños cuando, de su decisión de ir al notario y de su declaración como testigo, se desencadenara la imputación de una compañera? Una compañera, y colaboradora estrecha, a la que, además, le ocultó que había depositado ante notario una conversación privada entre los dos. A ella y a todo el partido.

El juez ha pedido a Lobato que aporte en esa testifical el acta notarial con el contenido de esos WhatsApps, que podrían saltar a la opinión pública de un momento a otro. Otro extremo que podría haber contribuido a que Lobato haya tomado la decisión que ha tomado. ¿Qué se dijeron, exactamente, Juan Lobato y Pilar Sánchez-Acera aquella mañana del 14 de marzo? Esa parece la clave que terminaría de aclarar todo lo sucedido. Aunque todavía planean otras incógnitas como, por ejemplo, si Lobato va a continuar como diputado en la Asamblea de Madrid, porque en su carta de dimisión no especifica si continuará o no como diputado ni tampoco como senador. Eso sí, afirma que sí lo hará como militante socialista.