Cárcel de tela
El intento de normalización del velo islámico no es otra cosa que la erosión silenciosa de los valores y principios que nos hicieron libres. No es sólo una prenda, es una frontera entre quienes pueden mostrar su rostro y quienes deben esconderlo
Las sociedades no se construyen sólo con derechos individuales, sino con principios comunes. Son esos principios los que nos han hecho mujeres libres, los que nos han permitido a nosotras y permitirán a nuestras hijas crecer con la cabeza alta y sin miedo a ser menos que nadie por el simple hecho de ser lo que somos.
Pero hoy una amenaza se cierne sobre nosotras. Una sombra que no necesita de ejércitos porque, como ya advertimos, avanza con cada concesión de quienes, a un lado y a otro, han decidido hacer de la rendición cultural su bandera.
El intento de normalización del velo islámico no es otra cosa que la erosión silenciosa de los valores y principios que nos hicieron libres. No es sólo una prenda, es una frontera entre quienes pueden mostrar su rostro y quienes deben esconderlo. Y cuando una frontera se instala en nuestras calles, en nuestras aulas y finalmente en nuestras mentes, ¿cuánto tardará en convertirse en un muro?
Nosotras, las mujeres que hemos crecido en libertad, nos negamos a claudicar ante esa quinta columna que, integrada también por el feminismo radical que tanta división nos ha traído, presenta el velo como una simple elección. Nunca puede haber elección donde no hay libertad.
El islamismo es el mayor enemigo de las mujeres en este siglo XXI. Pero las sociedades no se islamizan de la noche a la mañana. No es un vendaval que lo arrasa todo en un instante, es una brisa constante que cambia poco a poco el paisaje. Ocurrió en Francia y ocurrirá aquí. Primero el velo es una elección, luego es la norma, después es un deber. Y cuando llegue ese día, será demasiado tarde para preguntarse por qué ya no podemos pasear en minifalda.
El intento de normalizar el velo no es integración, es sumisión. No es convivencia, es conquista. El derecho a llevarlo no puede estar por encima del derecho de toda una sociedad a no retroceder en igualdad. El derecho a llevarlo no está por encima del derecho de mis hijas a crecer en una nación libre.
A los fundamentalistas que nos amenazan por defender nuestra libertad, porque así es como acostumbran a tratar a sus mujeres, les mando un mensaje: Como mujer libre, jamás pediré permiso para expresar mis ideas o para hablar en mi país. Tampoco pediré perdón. Quienes sí tendrán que hacerlo en el futuro son los que hoy abren las puertas al islam tratándolo como una mera religión y no como una ideología totalitaria, misógina y retrógrada que relega a la mujer a la invisibilidad.
España y Europa han sido un faro de libertad para las mujeres y no permitiremos que la sombra del velo lo apague. No somos un terreno de conquista, somos una nación con valores, historia e identidad propias de las que nos sentimos orgullosas. La defensa de todo lo que nos vincula con nuestro pasado y nos vertebra como sociedad está muy por encima de ideologías. Cuando la identidad de un pueblo está en juego, la única bandera que importa es la de su supervivencia.
Somos herederas de las madres y las trabajadoras que cuidaron y levantaron generaciones. Y no hemos llegado hasta aquí para renunciar a nuestra libertad sin defenderla. Españolas, es hora de unirnos para rechazar la cárcel de tela y vestir juntas la armadura de la mujer libre.
- Isabel Pérez Moñino es la portavoz de Vox en la Asamblea de Madrid