La gran contradicción vasca: el 48 % está a gusto con la autonomía actual pero Bildu sigue creciendo

En unas elecciones en las que el voto soberanista puede superar el 69 %, según la encuesta de Target Point para El Debate, la ciudadanía apuesta mayoritariamente por un modelo autonomista como el que hay ahora. Es la gran paradoja que arroja el sondeo ofrecido por este periódico en plena recta final de las elecciones del 21 de abril.

A la pregunta «¿cuál crees que debe ser la relación institucional y legal del País Vasco con España?», el 48 % de los encuestados responde que el modelo actual es el mejor o, que, si acaso, lo que debería ser el País Vasco es una comunidad con misma autonomía que el resto, no más. Otro 14 % apuesta por un Estado totalmente independiente de España; el 10 %, por un Estado confederado en una España Confederal; y otro 8 % por un Estado/Comunidad federada en una España Federal. Hay un 16 % que no sabe qué responder.

Pero es que también entre los votantes del PNV la opción actual es la preferida, con el 59 % de las respuestas. Por el contrario, los de Bildu apuestan mayoritariamente –el 43 %– por un Estado totalmente independiente de España.

La coalición preferida

El sondeo también pregunta por las preferencias de los ciudadanos sobre la futura coalición de gobierno, dado que ningún candidato obtendrá mayoría absoluta. La opción mayoritaria es una reedición del pacto entre el PNV y el PSE, con el 22 %. Pero los partidarios de un acuerdo entre el PNV y Bildu van aumentando: el 18 %, porcentaje que se eleva hasta el 38 % en el caso de los votantes de Bildu. Hay otro 8 % que cree que nacionalistas y socialistas deberían meter también en un hipotético gobierno al PP. Y un 14 % nada desdeñable al que le gustaría ver una coalición de izquierdas entre Bildu, el PSE, Sumar y Podemos.

La encuesta de Target Point da una de las claves del desgaste del PNV: la gestión sanitaria. El 76 % de los encuestados señala como principal problema el deterioro de la sanidad pública vasca. Y es lo más mencionado por los votantes de todos los partidos, incluidos los del PNV. Por detrás, pero a mucha distancia, se sitúa con un 45 % el aumento de la inseguridad y la delincuencia. Y comparten el tercer lugar, con un 38 % cada uno, el envejecimiento de la población y la corrupción política en general. Las relaciones entre el Gobierno vasco y el central solo son citadas por el 9 %.

Hay una pregunta que genera mucha división entre los encuestados. Ésta: «¿Qué opinas de la obligatoriedad de examinarse solo en euskera a los opositores a funcionario en el País Vasco?». El 36 % responde que el opositor debe poder examinarse en el idioma que elija. Hay también un 20 % que está en contra en todos los casos, un 19 % que está a favor en todos los casos y otro 19 % que se muestra favorable solo en algunos.

En una tierra con la cicatriz del terrorismo bien visible y cuyos ciudadanos se muestran mayoritariamente cómodos con la autonomía actual sorprende cómo un partido que en las elecciones municipales de 2023 incluyó a 44 condenados por terrorismo (luego retiró a los siete con delitos de sangre, solo a ellos) ha llegado al punto de disputar la hegemonía al partido que fundó Sabino Arana.

Sánchez tiene en buena medida la respuesta, después de haberlo convertido ya no en un socio necesario, sino en uno preferente. La pasada legislatura, Bildu jugó un papel clave en el desbloqueo de la Ley de Vivienda y también para la aprobación de la Ley de Memoria Democrática, después de que los socialistas accedieran a ampliarla hasta el 31 de diciembre de 1983 para incluir la Transición y los primeros pasos del felipismo.

Hasta el punto de que, durante las negociaciones para su investidura, el entonces candidato del PSOE se reunió y posó sonriente junto a los portavoces de la izquierda abertzale en el Congreso y el Senado, Mertxe Aizpurua y Gorka Elejabarrieta. Aquello fue descrito por Otegi como un hito. «Fue una reunión de una gran importancia, porque nos hemos reunido con total normalidad (…). Nos sitúa en otra fase política, aunque unos y otros no quieran». Tanta normalidad que, dos meses después, los socialistas entregaron el Ayuntamiento de Pamplona a Bildu.