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Clara María González de Amezua

Clara María González de Amezua

Muere Clara María González de Amezúa, gran dama de la gastronomía española

Gastrónoma, visionaria y emprendedora, fundadora de la tienda y escuela de cocina Alambique

Una de las grandes damas de la gastronomía española. Clara María González de Amezúa inauguró una época de modernidad, impulsando la gastronomía española, ha rendido sus días.

Su perfil profesional era intachable y brillante: empresaria de éxito, miembro de la Real Academia de Gastronomía, enorme conocedora de las gastronomías española y francesa y miembro del Consejo Oleícola. También fue autora de un par de estupendos libros de recetas y sobre el aceite de oliva, amaba el producto español. Fundadora en 1975, y finalmente propietaria de la tienda y escuela de cocina Alambique, imaginó para la España de su tiempo una forma de entender la gastronomía más profesional, de mejor calidad, más moderna y accesible. Muy pronto consiguió que Alambique fuera legendario, convirtiéndolo en un lugar donde se podía encontrar cualquier pieza de cocina que se deseara, y también algunas inimaginables. Clara María fue una puerta a la modernidad, a esa ola de gastronomía que recorrió toda España en las siguientes décadas y que finalmente se convirtió en una de las mejores cocinas del mundo.

Sin embargo, y aunque la conocí precisamente en lides gastronómicas en las que congeniamos de inmediato, me gustaría destacar su faceta humana. Después de todo, si hay algo verdaderamente importante es qué tipo de persona somos, cómo usamos las horas de la vida, que es el tiempo el material más valioso. Y ella fue una de esas grandes personas que supo qué hacer con sus horas. Su incansable sonrisa, su capacidad para decir la palabra oportuna de forma amable, su contagioso espíritu luchador y su enorme bondad hicieron de ella una persona acogedora y entrañable, con la que era un auténtico placer estar.

La gastronomía formó parte de su vida desde la infancia, y le mostró cómo superar algunas adversidades, iniciándola al llevar a casa de sus padres los platos elaborados en el mítico restaurante Horcher, allí descubrió ese mundo mágico de la alta cocina. Y entonces aprendió a desarrollar el equilibrado tino gastronómico que poseen muy pocas personas: la sutileza, la medida exacta, la capacidad de especiar correctamente. Un afán de superación que la acompañó siempre, porque la vida de las personas longevas les hace vivir infinidad de gozos, pero también de sinsabores. Y es en las dificultades donde se templa y se conoce a las personas. Tuve la suerte de conocer esa faceta suya, que es la que más solemos esconder, pero la que más registros tiene, ese lugar donde se esconden la fuerza, la constancia, la capacidad de actuar. La fortaleza de carácter que nace en la amabilidad y en la sonrisa.

Gracias, Clara María, por dejar estampado a fuego un lugar en la gastronomía de España, gracias por tu legado y tu compromiso. Por tu pasión por la vida, por tu generosidad. Añoraré nuestras charlas en medio de una multitud, en un taxi o en una cena, las conversaciones desde el corazón. Gracias por las historias compartidas y la sabiduría de que el compromiso está siempre en continuar, y se encuentra en ese último átomo del corazón que nos hace vivir la vida en auténtica plenitud.

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