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Máquina en la que se oferta 'comida basura', en Estados Unidos

Máquina en la que se oferta 'comida basura', en Estados UnidosEl Debate

El precio que pagan los Estados Unidos por la mala alimentación

A punto de unas controvertidas elecciones, se traslada a la cancha política la problemática del sistema alimentario

Prescindamos de la alta gastronomía que solo unos pocos se pueden permitir, bajemos a la calle y hablemos del mundo real. El de las sociedades desarrolladas con problemas que se expresan a través de distintas formas de malnutrición. Y eso a pesar de que en el mundo se producen alimentos en cantidad suficiente como para que todos comiéramos bien, pero no sucede así, como todos sabemos: hay hambres, obesidad y enfermedades que conviven incluso en los mismos países y en paradójicas alianzas.

A punto de unas controvertidas —y apasionantes— elecciones, en Estados Unidos se traslada a la cancha política la problemática del sistema alimentario estadounidense. Es una cuestión muy interesante en primer lugar por el contraste, porque en su alimentación abundan los alimentos de alta concentración calórica y de mala calidad, a la vez que se carece de otros. Una serie de víveres que conducen a la obesidad y con ella a las enfermedades vinculadas como son el cáncer, la diabetes y enfermedades cardiovasculares, que se incrementan por un inadecuado estilo de vida. En segundo lugar, importa porque esta cuestión alimentaria de la abundancia que enferma junto a la falta de alimentos de buena calidad empieza a adueñarse de Europa. No es nada más y nada menos que la paradoja que se presenta en los países prósperos, «La amenaza de la alimentación» que tanto nos debería interesar y bajo cuyo título se recogen diferentes reflexiones en una obra publicada por Almuzara.

Una mujer compra en un supermercado

Una mujer compra en un supermercado

Simultáneamente y en relación con esto, las enfermedades crónicas se van haciendo más numerosas en Estados Unidos y también en Europa. Según la OMS, representan el 74% de todas las muertes del mundo. Y esto es grave, porque producimos abundancia de buenos alimentos que, después de muchas transformaciones innecesarias, terminan convirtiéndose en gran medida en el origen de esas enfermedades.

El modelo americano, que desde la mitad del s. XX impregnó las aspiraciones de los europeos, está sufriendo graves retrocesos en los valores, en la salud y en las ilusiones, que hicieron de Estados Unidos el indiscutido líder occidental. Hoy es una sociedad entregada en la dirección opuesta al triunfo, tumbada hacia el lado woke: el flanco de la cultura de la cancelación, de la obesidad asociada a la necesidad y del relativismo. El sueño americano colapsó, esperemos que vuelva a renacer por lo inspirador que fue durante décadas para el mundo entero.

Y precisamente como el destacado modelo que ha sido, merece la pena que analicemos sus cifras con respecto a la alimentación. El 41% de los padres estadounidenses tienen dificultades para alimentar a sus hijos durante las vacaciones, una cifra de impacto. Porque cuando cierran las escuelas, 30 millones de estudiantes que están a cargo de los programas de comidas del gobierno federal, no reciben los desayunos y almuerzos que proporcionan los centros de enseñanza. Algo que obliga a ajustar al máximo la economía de esas familias en las que, con frecuencia, no todos pueden comer si lo hacen los niños. Y como consecuencia, a la vuelta de las vacaciones escolares, las familias con menos ingresos, en las que los pequeños han comido peor o en inferior cantidad observan, desolados, cómo el rendimiento escolar decrece debido a esa deficiente nutrición.

No deja de asombrar la sorprendente decadencia del sistema político y vital que una vez fue el modelo del mundo. El sueño americano, la seguridad de saber que con duro esfuerzo se podía llegar a lo más alto, ha quebrado las expectativas y se encuentra en franca decadencia. Es un acontecimiento histórico en el que podemos observar un futuro inmediato, poco halagüeño, aunque aún es posible revertirlo para ellos y evitar la peligrosa senda para nosotros.

los alimentos ultraprocesados son dañinos para la salud

los alimentos ultraprocesados son dañinos para la saludPxhere

La comida ultraprocesada es otra de las claves de esa epidemia de obesidad y enfermedades crónicas de la que hablábamos al principio. Azúcares, grasas y almidones en sus versiones de baja calidad y ultraprocesados son muy efectivas para aplacar el apetito, pero ¡ojo! Además, son altamente adictivas y potencialmente tóxicas. La cuestión es preocupante ¿Qué está pasando en las sociedades occidentales?

El modelo del éxito, de la abundancia, de las posibilidades, ha colapsado y es visible en primera instancia en la mesa. Vuelve la SAD («triste», en inglés), la Standard American Diet, que surgió después de la Gran Depresión, cuando el gobierno federal se vio obligado a alimentar a la gran cantidad de hambrientos que había en el país y acometer la creciente desnutrición. Tras esa caída germinó un nuevo tiempo y los vientos empezaron a ser más favorables: se empezaron a fortificar algunos alimentos con la adición de vitaminas, surgieron los grandes supermercados y los refrigeradores domésticos a bajo precio se hicieron corrientes en las casas. La comida preparada hacía su aparición estelar, en forma de bandejas que solo había que calentar, que eran económicas y gustaban. Ese fue el camino hacia los ultraprocesados de nuestros días, que ya entonces eran baratos, estaban repletos de calorías y elaborados, ¿qué más se podía pedir? Ya no había que cocinar, no se requería esfuerzo y todo eso se conseguía con bajos precios y, desgraciadamente, nula calidad. Hoy no existe la cocina norteamericana, los modelos son de comida china, italiana, francesa o hindú, debidamente americanizadas, y las tradicionales recetas de los pioneros apenas son un recuerdo. Las grandes corporaciones están haciendo el trabajo que se debía hacer en casa, pero versionado y en su beneficio. Y ya nadie recuerda las tradiciones ni apenas se cocina en las casas.

Desde luego, los norteamericanos están pagando un elevado precio, porque los ultraprocesados tienen cinco veces menos densidad nutricional que los alimentos originales ¡y el doble de calorías! Dándose la paradoja de que los ingredientes crudos originales son tres veces más costosos que la caja barata de comida ultraprocesada. Hoy se ha superado el problema inicial y hay alimentos económicos para todos, unas facilidades controvertidas, porque su precio es la salud. La búsqueda del máximo confort, las horas dedicadas a la diversión y la carencia de interés por cocinar o cuidarse hacen el resto.

Pero aún hay una gran esperanza, y es que todo esto se puede solucionar con eficacia y brevedad. La propuesta para proporcionar soluciones debería comenzar con la responsabilidad de cada persona a la hora de elegir manduca. Además del desarrollo y aplicación de una legislación más exigente para los gigantes de la industria alimentaria y, finalmente, el firme compromiso del gobierno con una política de educación sanitaria para toda la población. Si enseñamos a la gente a hacer las cosas bien, con buenos mensajes, veraces, honestos y fruto de la investigación, se obtendrán respuestas inmediatas por parte de la población. Aunque el problema no se resuelva de inmediato, se incitará a la reflexión, que es la antesala de la acción.

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