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Balenciaga

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El gran escarmiento de Balenciaga

Tras el impacto negativo de sus polémicas colecciones, el director creativo ha cambiado radicalmente de rumbo

Demna Gvasalia le ha visto las orejas al lobo. La tremenda caída de Balenciaga de los listados de las marcas más deseadas y sus continuas propuestas surrealistas, han hecho que el director creativo de la casa española pierda el favor del público. Sus jefes le han llamado a filas para darle una última oportunidad y este georgiano, algo advenedizo en la moda y en París, ha comprendido rápidamente el jaque mate. O él o el CEO a la calle. O los dos.

El comunicado del CEO de Balenciaga, Cèdrid Charbit, deja clara la responsabilidad de la marca y las medidas futuras para restaurar la reputación de la casa de moda tras la acusación de promover la pornografía infantil con sus campañas de bebés con ositos ataviados con accesorios sadomaso. Pero esta solo ha sido la mayor crisis de la empresa, que también ha ideado piezas ridículas como la bolsa de basura de comunidad convertida en bolso de cuero a 1900 euros, la bolsa de colores del chino para guardar mantas al mismo precio, la bolsa de Ikea de casi dos mil euros, las zapatillas destrozadas, el calzado imposible o los zuecos de plástico a 850 euracos. Tontadas para llamar la atención de las que el público se ha cansado.

Zapatillas Balenciaga

Zapatillas Balenciaga

Demna Gvasalia, el director creativo, solo había estado un año liderando su marca propia -Vetements-, desconocida y extraña pero posicionada para lanzar a los hermanos Gvasalia, que -si, si - van los dos juntos por el precio de uno. El estilo de estos georgianos replica la tendencia entre los emigrantes de Georgia a Europa: decoran casas y cocinas con el bote de Mistol, la comida, el bote de lejía y otros utensilios. Se trata de dar visibilidad a los productos cotidianos para suplir los años de escasez real vividos en su país de origen.

Y esta manía de potenciar los productos cotidianos georgianos como el ideal de la moda, la lanzaron los hermanos Gvasalia en Balenciaga. En Georgia durante tiempo las únicas camisetas que había en el mercado eran las de los distribuidores de DHL; de este modo, en Balenciaga sacaron las camisetas DHL Balenciaga a 250 pavos y las zapatillas DHL a precio de oro. El ridículo de la cultura de la escasez convertido en consumo capitalista de calidad muy cuestionable, colmado con mecheros baratos con el Balenciaga impreso, cojines horteras o tazas americanas para café.

Amber Valetta

Amber Valetta

«Asumo mi responsabilidad y condenamos rotundamente el abuso de menores ya que podríamos haber hecho las cosas de otra manera», ha declarado el soberbio Demna Gvasalia, que quiere que se le llame solamente Demna, como si de un nuevo Jesucristo se tratase. «Quiero disculparme personalmente por haberme equivocado en la elección del concepto artístico de la campaña de regalos en la que aparecían niños»remata Gvasalia, que reconoce un intento fallido de llevar a Balenciaga a la cultura pop a todo precio.

Ahora que el ranking de notoriedad y del estar a la moda de Lyst nombre a Prada, Gucci, Moncler, Miu Miu, Valentino y Bottega Veneta en su top, Balenciaga ha perdido el oremus con Coach, Louis Vuitton Diesel o Burberry. Por ello Gvasalia ha retomado las prendas clásicas de Balenciaga, los cuellos y escotes altos, las formas geométricas, la elegancia clásica e incluso a sus musas de los años 60, como la modelo favorita de Don Cristóbal, Danielle Slavic, que a sus 70 años ha lucido estelar. Además de Danielle Slavik, otras estrellas de hace años como Ines de la Fressange, Eva Herzigová, Amber Valletta, Natasha Poly o Mariacarla Boscono han desfilado junto a actrices septuogenarias como Isabelle Huppert. El giro y la vuelta a las raíces de la casa ha sido más una necesidad que un deseo, ya que en Balenciaga han comprobado que tanta memez se cargaba la imagen de marca. Pero para dar la nota tras la rabieta de fastidiarse con una colección retro, Gvasalia se ha decantado por unos zapatos de salón para ellas y de cordones para ellos. Eso si, con la punta deforme de las botas de 7 leguas de Pulgarcito. Zapatos de medio metro de chincha rabiña. Si no llama la atención, le da algo.

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