¡Pobre Sofía de Suecia!

Los Premios Nobel se entregan entre Suecia y Noruega, siendo en Oslo donde se otorga el de la Paz en una ceremonia sobria de etiqueta de traje oscuro y vestido corto y en Estocolmo una magnífica y sofisticada gala en la que se requiere el chaqué para ellos y vestido largo con joyería de órdago para ellas.

Mientras que en Oslo la Reina Sonia fue discretísima de color berenjena, con un vestido corto rematado por una boina que le quedaba como a un cura tres pistolas, Mette Marit, en su grandeza de estatura vistió un modelo de corte midi y color negro. Tocó su cabeza con una felpa con una especie de gorrión muerto como decoración. Sobrio, desde luego.

En Estocolmo, por el contrario, las suecas lo dieron todo, como acostumbran desde que hace años su pueblo les criticase por ser fotografiados gordezuelos y mal vestidos tratando de montarse en una simple Zodiac en algún lugar de las Baleares. Ellos, vestidos de gala con frac con condecoraciones y ellas de largo con tiaras y collares. La colección de joyas de la familia real sueca es una de las más importantes del mundo ya que entre otras piezas heredaron las de la emperatriz Josefina Bonaparte por ser familia de los Bernadotte.

La Reina Silvia eligió un precioso vestido rosa mate con cuerpo cuajado de pedrería y escote redondo mientras que como tiara escogió la de las nueve puntas de los Bernadotte, una de las más valiosas de su colección. Es una pieza realizada en diamantes con nueve puntas rematadas por nueve soles de diamantes. La acompañó de un collar de chatones, broche de topacio rosa y pendientes del mismo tono.

Su hija, la princesa heredera Victoria, eligió un vestido violeta de escote asimétrico que ya había estrenado con anterioridad en la visita oficial de los reyes de Holanda a Suecia. Iba a juego con la absolutamente maravillosa tiara de las amatistas, que fue propiedad de Josephine de Leuchtenberg, descendiente de Josefina Bonaparte y casada con el Rey Óscar I de Suecia. Acompañó la tiara de pendientes a juego, broche y condecoraciones. Impresionante y con un conjunto de joyas sobresalientes.

En cambio, la pobre Sofía de Suecia, cuñada de Victoria y nuera de Silvia, se conformó con repetir por enésima vez su tiara, un regalo de los Reyes de Suecia en el día de su boda con Carlos Felipe. En esta ocasión, eso si, le añadió unas esmeraldas verdes que hicieron destacar el tocado. Magdalena, que no estaba tampoco este año, hubiese eclipsado a su cuñada con cualquier joyita sin de la familia, ya que la Princesa Sofía, a falta de collares de importancia se plantó en el cuello dos bodrios made in Swarovski que crearon una extraña cacofonía entre si, dando el resultado de un quiero y no puedo en toda regla. Con un collar pegado al cuello de 700 euros y otro largo de 900, mezcló mal y mucho esta tremenda marca de cristal de culo de vaso que lo único bonito que tiene es el nombre. Pobre Sofía, siempre la nuera despreciada, la cuñada marginada y la esposa sin trousseau.