Gastronomía
Espejismos, la cesta de la compra y un aldabonazo en la historia
Si algo nos ha enseñado la historia de la alimentación es que es un reflejo de la sociedad en la que se desarrolla
El aldabonazo en la historia que ha supuesto la muerte de la Reina Isabel del Reino Unido no ha sido poca cosa. Representa el final de una época, y las primicias de otra que ya está bien conformada. Vivimos tiempos inciertos, con saltos al vacío que una vez nos parecieron ciencia-ficción, pero no lo son, es solo esta esdrújula realidad en la que nos ha tocado vivir. Y se trata de una realidad acuciante e instigada, no casual, y perturbadora.
El poder detrás de los títeres que simulan el poder es extraordinario. Ya no se conforman con el propio dominio o la riqueza, anhelan formatear el mundo, romper el barro y volver moldearnos. Experimentar sobre nosotros la búsqueda de una condición distinta, y parece que bastante peor, porque nos conduce a la ruptura con nuestra propia naturaleza en muchos sentidos, y no menos en el más cotidiano, que es la alimentación. Se comportan como si se creyeran dioses y amos a la vez, en una extraña paradoja.
Las llamadas «ofertas de ayuda» al encarecimiento brutal de los precios asombran. Es extraordinario que las ofertas económicas para adquirir la cesta básica de la compra de las grandes superficies carezcan de los productos sustanciales de la dieta actual, y en ellas falten pan, leche y huevos. Sin embargo, en ella hay los muy innecesarios chocolate blanco (que no tiene cacao, solo su manteca) y coca-cola o té al limón. Esta cesta es un producto de marketing, por supuesto, que tiene productos de higiene, como pañales, que son innecesarios en muchas familias, latas varias y precocinados como albóndigas. No ahorra nada a una familia que de verdad la adquiera buscando alargar su presupuesto y mantenerse saludable ¿Se ríen de nosotros? Sí, es evidente.
Estén atentos, porque esto no es nada más que el comienzo, y la famosa cesta, a pesar de ser un hito más, es una circunstancia pasajera y menor que se olvidará por su frustrante inviabilidad. Y como este, hay multitud de espejismos que evitan que nos centremos en lo verdaderamente sustancial, que es ese cambio interesado que se promueve y que se está haciendo realidad. Y que lleva en retahíla un ataque al mundo ganadero, una deserción del mundo rural –sí, a pesar de las palabras grandilocuentes–, y por supuesto, un cambio en el modelo alimentario que ya está bastante avanzado, por cierto. Y que, como es normal, afecta al modelo productivo, especialmente al español, que no olvidemos que está basado en una potente industria agroalimentaria.
Nos enredamos en una delicadísima tela de araña en la cual es difícil no precipitarse, porque resulta complejo vivir aislados en una sociedad. Solo estando atentos, evitando deslumbrarnos con espejismos, renunciando a empaparnos de las urgencias interesadas podremos observar el fondo. Si algo nos ha enseñado la historia de la alimentación, es que es un reflejo de la sociedad en la que se desarrolla. No es nada más (y nada menos) que un signo de esa sociedad, de sus valores, de su pensamiento, de sus posibilidades.
Por esa razón, la alimentación, junto al lenguaje, son dos de los aspectos más hostigados, sencillamente porque son básicos, se encuentran en el fondo del todo como una estructura estable, no son la espuma de la historia. La alimentación no es un hecho coyuntural, sino de larga duración, como señalaba el historiador Fernand Braudel. Las estructuras que nos sujetan a la vida cotidiana son las más difíciles de romper, y cuando esto sucede se producen esos quebrantos en la historia que la cambian para siempre.
Las pandemias, la guerra, los acontecimientos políticos, las burdas estrategias de ingeniería social, el ruido constante y perturbador son solamente un relato simple, aunque turbulento y arrogante. Y narrado a gusto del interés que lo promueva. Lo peligroso va por detrás, en silencio, es imperturbable y difícil de distinguir. El aldabonazo de la muerte de una reina que ha vivido en primera persona la historia de un siglo completo es una llamada de atención hacia el poder de ese cambio, en el que ya estamos inmersos.
La capacidad de elegir es la fuerza de los hombres libres. Observen, analicen todas las posibilidades que hay ante ustedes, y desconfíen de la primera cesta de la compra que les va a arreglar la vida y el bolsillo. Practiquen la crítica, hasta con estas letras, porque el debate, la reflexión y la rebeldía nos llevarán a una destreza que va a ser muy necesaria en los próximos tiempos.
Cocinen ustedes mismos productos de buena calidad o coman en sitios donde –todavía– cocinan de verdad. No se trata de no asomarse a los nuevos tiempos, sino de que estos no nos arrollen por un sendero que no hemos elegido.