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En castellano ágape, nos lleva a pensar en la vinculación de la comida en común y la caridad

Gastronomía

De gozar, amar y comer: el ágape

Es en los actos sencillos como este donde se manifiesta ese afecto universal hacia todos, que tanto los griegos de época clásica como los cristianos intuyeron y practicaron

Ayer tuve la suerte de poder oír a Gabriel Albiac en Córdoba. Habló de filosofía, de amor, de filósofos, de Pascal y Platón, de Benedicto XVI y mucho más. Una hora y media que supo a poco, además de porque él irradia esa magia especial que tienen algunas personas, porque su discurso fue coherente, inteligente y ameno.

Es la capacidad de los sabios, mantener al auditorio ávido de sus pensamientos. Especialmente en un momento en el que se dicen tantas asnadas y en el que asistimos al desmantelamiento temerario de la lógica, de la ética y la estética de un plumazo, de la coherencia e incluso del lenguaje. Y sin reparos, y sin vergüenza, y sin razón.

Con elegancia, sin aspavientos, con serenidad, Albiac conmovió al público y nos dejó con la sensación de que este mundo loco se había parado durante esa hora y media. Lo que, confieso, fue un auténtico alivio.

Entre muchas cosas, habló del agapē, no extrañen el formato de la palabra, se trata de un término griego. Quizás les sorprenda conocer que su significado en griego es amor; amor sin expectativa de recibir, que sólo anhela dar, y que se extiende a todo ser humano, con aceptación total y generosidad profunda. Los primeros cristianos usaron el término para expresar una virtud muy depreciada y precisamente por eso, vital: la caridad, del griego caritas. Amorosa, entregada y repleta de paz y misericordia, más rica y plena que la justicia social e igualmente necesaria.

Y ágape siguió su trayectoria, con una libertad extraordinaria, como les sucede a las grandes palabras. Su larga deriva hacia el sentido de colación agradable, en castellano ágape, nos lleva a pensar en la vinculación de la comida en común y la caridad, que fue el doble sentido que adquirió en época de los primeros cristianos.

Así que el amor, como ya había anotado Platón, se puede manifestar en el desarrollo del banquete. Pero también en esa calidad de cosa afectuosa y entregada que queda implícita en la palabra. Compartir las cosas buenas de la vida, entregar el tiempo a los demás, cocinando para ellos, gozar de una comida amable entre personas a las que se aprecia es una de las mejores experiencias de la vida. Porque es justamente en los actos sencillos donde se manifiesta ese afecto universal hacia todos, que tanto los griegos de época clásica como los cristianos intuyeron y practicaron.

Es una hermosa explicación del último sentido del ágape. Gozar de ese tiempo en el que toman alimentos selectos, bien presentados, agradables, como un tiempo de compartir, hijo también del symposio griego y del convivium romano, pero con esa decisiva adición de afecto humano que propone el cristianismo.

Cuánto debemos a nuestros orígenes mediterráneos… en ellos, y de forma natural se entrelazan la filosofía, la comida, la religión y lo humano. Solivianta observar de qué manera estamos asistiendo a un despiadado desmantelamiento de todos los valores que nos han conducido hasta el presente. Una magnífica forma de rebelión es practicar la auténtica gastronomía: adquieran buenos alimentos producidos por agricultores españoles, cocinen todo lo que les sea posible esas recetas únicas, y disfruten comiendo y compartiendo, porque el ágape fue una gran invención.

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