Barrutia y el 9, una taberna con enorme personalidad

Hace algunos años, un grupo de amigos decidimos formar una pandilla a la que bautizamos con el nombre de Los Cabritos. El objetivo, reunirnos cada semana para brindar por la amistad y por la vida. Las comidas las celebramos cada viernes en un restaurante distinto elegido por el miembro de la pandilla al que le toca hacerse cargo de la cuenta.

Gracias a este sistema, hemos conocido restaurantes únicos, casas de comidas de categoría, tascas inéditas y algún que otro templo gastronómico de altura. Procuramos elegir lugares con algo especial, que nos aporten sensaciones nuevas y nos animen a estrechar los lazos de cariño, amistad y convivencia tan necesarios en estos tiempos. Lo que empezó siendo una buena idea se ha convertido en una cita llena de emociones y buenos sabores, que ha servido para que conozcamos un poco más a fondo esos lugares de Madrid en los que comer y compartir es lo único importante.

La última semana le correspondió invitar a Miguel Ángel Rodríguez y nos llevó a un restaurante desconocido para todos nosotros, Barrutia y el 9, un nombre extraño para una de las grandes sorpresas que nos hemos llevado Los cabritos en los últimos tiempos. Está ubicado en una zona de Madrid llena de vida y de ambiente, muy cerca de la Cervecería Santa Bárbara, donde recalamos antes de la comida para tomarnos una caña bien tirada en uno de los lugares más emblemáticos del tapeo madrileño.

Lo primero que nos sorprendió de Barrutia y el 9 fue la gran cantidad de gente que abarrotaba el local. Más que restaurante al uso, es una especie de taberna con un toque entre castizo y decadente que os embrujó desde el principio. Lo primero que probamos fueron las sardinas ahumadas con salmorejo y mostaza de miel. Estaban tan buenas que repetimos ración. También repetimos los guisantes con secreto ibérico y yakitori, prueba inequívoca de que acertamos en la elección.

Los torreznos con puré de boletus y yema tostada son una de las especialidades de la casa y tienen una personalidad muy acusada y un sabor distinto a los torreznos habituales. Mención de honor para el roastbeef de ternera con su puré en su punto perfecto de cocción y de sabor. Algunos probaron también la gallina trufada con crema belga y me aseguraron que estaba deliciosa. No faltó la tortilla de migas, poco cuajada, al estilo e Betanzos, pero con unos ingredientes que la hacen distinta y muy atractiva. Y luego, vino lo mejor del banquete, la pasta con albóndigas sensacional, de chuparse los dedos, para mí el plato más emblemático de la tarde y unos callos deliciosos, que fueron un broche final excelente a una de esas comidas que recordaremos siempre.

Nos han quedado ganas de volver a Barrutia y el 9, un restaurante-taberna con enorme personalidad, atendido por un personal muy amable y eficiente, de esos que te invitan a comer con una sonrisa. Creo que deben probarlo. Vayan de nuestra parte, saluden a alma mater de este local, Luis Barrutia, y pidan lo mismo que hemos pedido nosotros. Les va a sorprender y a enamorar.