Gastronomía
Membibre, un paraíso castellanoleonés para los sentidos
Creado en su día como una casa familiar de comidas que viene funcionando desde 1968, da un salto definitivo en el panorama gastronómico madrileño
En el corazón del barrio de Moncloa, a la altura del número 40 de Guzmán el Bueno se esconde un espacio gastronómico que ha conseguido ser un paraíso para los sentidos. Membibre, restaurante de apellido zamorano, es sin duda uno de los más fiables de la capital y uno de los más recomendables para los amantes de la caza. Combinando dos espacios, uno para la cocina en miniatura con mesas altas y otro para el restaurante, alberga en su interior además un magnífico reservado con una bodega de telón de fondo que nos obsequia con una variada carta de vinos nacionales e internacionales. Lugar perfecto para aquellos que busquen un espacio reservado, en el que la buena conversación amenizada por los mejores caldos, brinde momentos especiales.
Creado en su día como una casa familiar de comidas que viene funcionando desde 1968, da un salto definitivo en el panorama gastronómico madrileño al tomar las riendas Víctor Membibre, que imprime su sello de calidad a una cocina de mercado con recetas novedosas en las que la calidad del producto, la elegancia en la presentación de los platos y su excelente cocina son sus sellos de distinción. A la entrada el comensal encontrará una una zona de mesas altas en las que verán discurrir las más variadas tapas y raciones en ese concepto de cocina en miniatura que como los mejores perfumes se sirven en recipientes pequeños. La cazuelita de gambas al ajillo, la morcilla de León con huevo, los callos a la sanabresa, la codorniz en brasa de encina, la terrina de cordero o el venado con boletus, son sólo pequeños ejemplos de las múltiples opciones que tendrán quienes quieran disfrutar de geniales bocados en una cena o como aperitivo de domingo.
Pero la cocina en miniatura de Membibre es la antesala de los sublimes secretos que esconde su restaurante. Con una estética elegante y moderna, los comensales a media luz podrán hacer un recorrido a través de los dos menú degustación que a razón de su calidad, pondrán su capacidad de decisión a prueba. El gran menú degustación es una estación imprescindible para quienes deseen conocer a fondo las excelencias de éste restaurante de raíces castellano leonesas. Las croquetas de jamón ibérico, los boletus en escabeche y la mantequilla de pimiento rojo asado irán abriendo el apetito a los que se dejen seducir por el amplio y excelente menú. Caminando por las tierras de Castilla acariciaremos los puerros confitados con anguila y las amanitas guisadas en su jugo. Y como Membibre no sólo es tierra, nuestro chef nos llevará a probar unas exquisitas láminas de atún rojo, un rodaballo a la brasa o los muy sabrosos chilicrab de txangurro aromatizados con palo cortado. De vuelta al monte, dos piezas rivalizarán para dar placer a nuestros sentidos, las codornices de tiro guisadas a la zamorana y la suavidad del lomo de ciervo en brasa de encina. Todo festival tiene que tener un excelente final y en el nuestro vendrá a manos del frescor de un sorbete de manzana verde con gelatina de miel y hierbabuena combinado con unas 'religiosas' a descubrir con mousselina de praliné y helado de vainilla.
Para maridar el gran menú degustación, la vinoteca de nuestro restaurante nos ofrece un espectáculo para la vista, el gusto y el olfato. Los Viña Tondonia de 1998, el Gran Reserva 890 de 1995 o los Roda de 2016 serán excelentes opciones si el comensal decide hacer bailar sus platos con algunas de las joyas de la rioja alavesa. Si nos decantamos por caldos más cercanos a Zamora, deberemos bajar a Ribera del Duero, donde los Pagos de Carraovejas ,Cuesta de las Liebres, el Alion 2017 o los Mauro de 1997 serán los reyes de nuestro viaje por Castilla.
Membibre también nos ofrece la posibilidad de construir nuestro propio menú compartido con los comensales que nos acompañen, si optamos por la carta del restaurante. Si decidimos que ese sea el inicio de nuestra aventura en el reino de Castilla deberemos comenzar con la exquisita y cremosa croqueta de carabinero. Su sabor, su suavidad y textura probablemente nos harán repetir éste excepcional manjar. El pulpo a la brasa o el mero del cantábrico, con un indescriptible sabor a mar, serán también un inevitable preludio antes de desembarcar en la gama de tierra con la que nos deleitará Membibre. El comensal divisará en su mesa el steak tartar con patatas de aguja y huevo, el delicioso pichón mont royal o para los más atrevidos la contundencia y sabor del chuletón de buey. Toda seducción debe venir acompañada de recomendaciones de vinos, que Membibre no sólo circunscribe a La Rioja o a Ribera del Duero, sino que también nos abre nuestras fronteras. Aquí los viñedos de nuestro país vecino copan el protagonismo y nos harán decantarnos por un Chapoutier L´Ermite Blanc de 2011 o por un Francois Mikulski de 1997. Si nos queremos poner espléndidos y conseguir que sobre nuestra mesa caigan sonrisas inolvidables y miradas llenas de felicidad deberemos volver a nuestro país para degustar los Tempos de Vega Sicilia que recorren las añadas históricas de 1966, 1967, 1969, 1981 hasta las más actuales. Una bodega única que constituye un auténtico tesoro en torno a la denominación de origen que más simboliza el lujo en nuestro país.
No podemos terminar sin hacer una mención especial a la carta de postres, con quesos que se extienden desde Italia, Suiza hasta Borgoña, y en la que la tarta de chocolate con naranja, con un bizcocho de cacao, crujiente de praliné, cremoso de fruta y mousse de chocolate y avellana es la reina que enamorará nuestros sentidos.