Vete de mi parte
La parrocha dorada, así se vive la fiesta coruñesa
En este bar de Santa Cristina se bebe y se come, y las dos cosas se hacen con calidad
Hace algunos años, uno de los lugares más emblemáticos de la noche coruñesa era Santa Cristina, una playa idílica a la vera de la cual había ido surgiendo un núcleo urbano de gran intensidad vital. Las modas y los cambios generacionales fueron rebajando poco a poco el interés de la gente joven por este lugar, en el que brillaban, con luz propia, las discotecas de moda, entre ellas El Golden Fish y Chevalier, donde se reunía la juventud para disfrutar de la vida a tope. Eran otros tiempos de bonanza festiva para Santa Cristina. Allí la diversión no terminaba nunca. Por aquellos años, nació también un pub que se ha mantenido en forma hasta la actualidad, El Pirata, un lugar mítico en el que el gran Manolo hace maravillas con las bebidas y prepara los mejores cócteles de la ciudad. Las discotecas, por el contrario, han desembocado en bares de copas con mayor o menor éxito, que poco a poco están recuperando el buen vivir de una zona que nunca debió morir. Santa Cristina está empezando a ser, otra vez, ese lugar lleno de vida y de alegría en el que los coruñeses y visitantes de divierten de verdad.
Manolo Roca, un valiente empresario de esta zona coruñesa, que tuvo en su día discotecas Mackinlays, Golden Fish y Manuel, se ha empeñado en recuperar Santa Cristina y acaba de inaugurar un bar restaurante muy original bautizado con el nombre de La Parrocha Dorada, en homenaje a aquel Golden Fish de tan festivo recuerdo. Es un bar en el que se bebe y se come, y las dos cosas se hacen con calidad. Al frente del local está Silver Roca, el hijo de Manolo, que es quien prepara los distintos cócteles de la casa. Probamos la margarita y estaba buenísima, al igual que el whisky sour, ambos hechos con maestría y profesionalidad. A la hora de la comida el nivel siguió siendo el mismo. No es un restaurante al uso, su carta es muy corta y muy sencilla, pero muy eficiente. A destacar, la ensaladilla rusa, una magnífica presentación y un sabor muy original, vale la pena probarla. Tienen también una suculenta ensalada de burrata, que no está pero que nada mal. Me gustaron mucho los calamares, auténticos de la zona, fritos como hay que freírlos para que no rezumen aceite.
Luego, alguien eligió la picaña y me aseguró que estaba deliciosa, muy bien de punto, de sabor y de textura, se deshacía en la boca. Yo me incliné por un bocadillo de raxo con queso y cebolla y no me defraudó. Tengo que reconocer que no pude con él y tuvieron que ayudarme a terminarlo. Cerramos el pequeño banquete con el típico queso con membrillo y un whisky sour de despedida. Resumiendo, un bar restaurante muy apetecible, en un lugar como Santa Cristina que está poco apoco recuperando su pasado esplendor, gracias, sobre todo, a empresarios valientes como Manolo y Silver Roca que han invertido aquí con todas las consecuencias. La Parrocha Dorada les espera. Lo van a pasar en grande.