Fundado en 1910

Fachada del exclusivo hotel Brenners Park, del grupo Oetker

Corresponsal en el paraíso

Las joyitas hoteleras que nacieron del invento de la levadura en polvo

Hace 130 años, una brillante idea de un científico alemán revolucionó la repostería casera. El fabuloso imperio empresarial del Dr. Oetker no solo es hoy un gigante de la alimentación

Todo empezó en una pequeña farmacia de Alemania que un joven e inquieto llamado August Oetker adquirió en 1891. Tras pasar por la Universidad, cumplió su sueño de comprar la farmacia de Bielefeld, asegurarse un porvenir y dedicarse en la rebotica a hacer experimentos químicos con bicarbonato de sodio. Un dato de su biografía que no debe pasar desapercibido: su padre era panadero. Aunque el británico Alfred Bird había inventado el polvo de hornear unos años antes, Oetker registró su propia patente en 1903 y convirtió su preparado en un producto listo para usar, con el punto de mira puesto en las amas de casa alemanas como principales compradoras. Calculó la cantidad exacta de gasificante (llamado normalmente levadura química) que hacía falta para hacer un esponjoso bollo con una libra de harina y la introdujo en un sobrecito. Sí, el farmacéutico alemán es el padre de los populares sobres de levadura en polvo. (Probablemente, querido lector, usted utilizó más de uno durante el largo confinamiento). August acompañó sus conocimientos químicos con las necesarias dosis de marketing que necesita un nuevo producto y con una gran visión empresarial: promovió la publicación de recetas de dulces en la prensa alemana, organizó concursos, creó la empresa a la que puso su nombre, Dr Oetker y fue sacando nuevos productos: conservantes, vainilla, preparados para todo tipo de postres… La empresa fue creciendo y creciendo. Con el tiempo llegarían las pizzas congeladas, las divisiones de bebidas y en definitiva, se sentaron las bases para formar uno de los conglomerados más importantes de alimentación del mundo (que incluye, por cierto, el 50 por ciento de Freixenet y el 25% de Damm, dos nombres españoles de referencia en el sector).

Detalle de una habitación del exclusivo grupo hotelero Oetker

En este grandísimo holding con intereses en sectores varios, hay unos cuantos paraísos en los que es fácil imaginar a los riquísimos y discretos hermanos Oetker, disfrutando espléndidamente de la vida, como corresponde a destacados miembros de la lista Forbes. Pero aunque se cruce con sus pasos en sus elegantes y exclusivos hoteles, es poco probable que sepa reconocerlos. Digamos que están en las antípodas mediáticas de las hermanas Miller, especialmente tras el secuestro de uno de los herederos en 1976. De perfil público muy bajo, no son precisamente de los que enseñan sus casas y castillos en ¡Hola! o en Tatler. Tampoco hablan en las páginas salmón de los desacuerdos familiares, que han causado, por cierto, la reciente división en dos de su imperio. Y mucho menos airean sus affaires sentimentales. (De nuevo conexiones españolas: Julia Oetker, una de los ochos hermanos de la saga, estuvo casada con el empresario sevillano y socialité José Antonio Ruiz-Berdejo). Pero volvamos a sus paraísos.

Tan solo tienen 10 hoteles. Con extraordinario nivel de servicio, de diferentes estilos y siempre bien situados en lugares claves de esa geografía para sibaritas. Algunos con imbatible pedigrí. Todos forman la super exclusiva Oetker Collection. El primero en conformar el ramillete fue el Brenners Park, la joya de la corona de una de las ciudades balneario por excelencia en Europa, Baden-Baden. (Estoy considerando una visita a corto plazo para reponer fuerzas tras el esfuerzo de esta corresponsalía estival). Fundado en 1834, es propiedad de la familia Oetker desde 1941 y es una de sus niñas bonitas. Otra de sus joyas abrió esta sección hace cuatro semanas, el Hotel Du Cap-Eden-Roc, en Antibes, el hotel que «inventó» los veranos al sol, una de las mejores y más bellas grandes damas del lujo europeo. Un auténtico «must» en la geografía para sibaritas. Suyos son también los legendarios Bristol de París y The Lanesborough en Londres, con ese lujo clásico, discreto y servicio exquisito que caracteriza a la colección. ¿Resorts de nieve? Natürlich! L'Apogée, en la exclusiva Courchevel. ¿Sol de invierno? En este caso dos opciones, las dos en las exclusivas Antillas. Eden Rock, en la inigualable Saint-Barth y Jumby Bay Island, en el pequeño país de Antigua y Barbuda.

Hotel de lujo del grupo Oetker

Oetker, como compañía hotelera, es dueña de algunos establecimientos, y en otros casos, se limita a gestionarlos y poner su extraordinario buen hacer sin ostentar la propiedad. Esto les ha traído alguna que otra sorpresa inesperada. Durante años, el hotel Ile de France de St Barth formó parte de su super exclusiva colección de hoteles. Hasta que, según cuentan, salió del hotel nada menos que Bernald Arnault y en vez de pagar la cuenta, como un cliente normal, puso un cheque en blanco encima de la mesa y dijo: me lo quedo. Al más puro estilo de la película Crazy Rich Asians, solo que todo un poco más chic. Y lo mejor de toda esta historia es que el presidente de LVMH se lo compró nada menos que al padre Charlie Vere, pastor de la iglesia anglicana de la isla de St Barth. El hotel pasó a incorporarse a la exclusiva marca de hoteles de Arnault, Cheval Blanc, a la que ahora pertenece y los Oetker se quedaron sin presencia en un destino estratégico para su exclusiva clientela. Así que el siguiente movimiento fue buscar otra propiedad. Desde 2014 el super exclusivo Eden Rock de St Barths, otra de las mejores direcciones de la islita, forma parte de Oetker. Se trata de otra leyenda del Caribe que fue adquirida en 1995 por una familia británica habitual en las páginas de la revista Tatler: Jane y Spencer Matthews, que no son otros que los suegros de la cuñadísima Pippa. Esta es una de las razones por las que el resort se ha convertido en uno de los enclaves vacacionales preferidos de la familia Middleton. Los Matthews son los dueños y los Oetker lo gestionan.

Exterior del hotel The Woodward

El último de los paraísos de esta colección abrió sus puertas hace unos meses en Ginebra, convirtiéndose directamente en el mejor hotel de esta elegante y tranquila ciudad suiza de bancos y casas relojeras. Se trata de The Woodward, una joyita en el célebre Quai Wilson, ese elegante paseo en una de las orillas del lago Leman. El hotel ocupa la antigua sede en la ciudad del HSBC, un edificio blanco de primeros de siglo XX con mansardas de pizarra negra que es un auténtico bombón junto a las aguas del lago más grande de Europa. No tiene habitaciones, solo suites, 26 en total, lo que permite conservar esa atmósfera residencial, elegante y con empaque. Una atmósfera muy del gusto de los Oetker, digamos. Aquí encontramos lo mejor de cada casa en materia de un interiorismo a cargo de uno de los grandes, Pierre-Yves Rochon. Un parqué Versalles que da pena pisarlo, minibares que se esconde bajo elegantes puertas lacadas a mano, paredes de ébano de Macassar, papeles pintados de Fromental, tiradores de puertas de Lalique… Un nivel de detalle muy difícil de encontrar en un hotel, ciertamente. El restaurante gastronómico es nada menos que L’Atelier Robuchon, capitaneado por el chef Olivier Jean, y el Spa lleva la firma de Guerlain y cuenta con la piscina cubierta más grande de la ciudad. Todo un paraíso ginebrino que marca nuevos estándares en el lujo urbano de los hoteles boutique.

Vicky recomienda

Oetker es una referencia en el mundo de los hoteles de super lujo. Es de agradecer que no se plantee crecer y crecer como está ocurriendo con otros grupos de este nivel, empujados por fondos de inversiones y con las miras puestas en hacer negocio con la venta del residencial asociado a sus prestigiosas marcas. Ojalá siga así por mucho tiempo, apostando por la «alta artesanía» en material hotelera. Mi preferido, como el de muchos fieles a la cadena, es su joyita en Antibes. Muy recomendable también y no lejos de allí, en Vence, se levanta otro lugar exquisito, propiedad de la familia Oetker, el Château Saint-Martin, un antiguo monasterio templario del año 1150 convertido en super exclusivo hotel hace unos años. En su jardín, igual que en el Hotel du Cap, continúa la exposición de obras del valenciano Manolo Valdés. ¡Un sueño! El previsible plan B en este caso es comprar un preparado de tartas caseras de Dr Oetker. Y en el próximo cumpleaños al apagar las velas pedir el deseo de alojarnos en alguno de estos paraísos.