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Lu Tolstova

Educación

Padres y profesores frente al currículo de secundaria: «Hace niños manipulables y sin pensamiento crítico»

Las familias son conscientes de que este decreto hará que el peso de la formación recaiga más en ellas

Si uno ha asomado la vista por Twitter u otras redes sociales, desde este martes, habrá podido comprobar cómo perfiles de lo más variopinto, periodistas, profesores y políticos, entre otros, han salido en defensa de la Filosofía y, en definitiva, de la educación pública. Y desde el martes, porque fue cuando el Gobierno aprobó el nuevo Real Decreto de enseñanzas mínimas de la Educación Secundaria Obligatoria.

«La pregunta del millón es quién tiene que decidir los contenidos que han de impartirse», dice Lourdes Durán, profesora de Filosofía durante 34 años, pero que se acaba de prejubilar. La respuesta, para ella, está en los docentes: «Son los que ven las deficiencias del sistema, pero no se les deja colaborar en los programas».

¿Perfiles humanísticos? No, gracias

Entre los puntos más polémicos del desarrollo curricular de la Ley Celaá se encuentran el eliminar las notas numéricas, que recaiga en el equipo docente la decisión de si un alumno pasa o no de curso independientemente de los suspensos, el cambio de la Filosofía por Valores Cívicos o Formación Profesional o el haber convertido en optativa la asignatura de Religión, que no contará para la nota media ni para las convocatorias oficiales. «Si nadie lo elige, acabará por desaparecer, y eso sí que será un problema», expresa José Miguel Mohedano, padre de cuatro hijos, uno de ellos en primero de la ESO y otro que entrará en este nuevo ciclo el curso que viene.

Queda pendiente saber si la Filosofía quedará incluida como obligatoria en el currículo de Bachillerato. Mientras tanto, los padres muestran su preocupación ante las consecuencias que la erradicación de esta materia y su sustitución edulcorada por otras dos asignaturas en valores éticos y orientación profesional pueda tener para sus hijos. «Es un paso peligroso hacia el analfabetismo generalizado, –denuncia Manuel Oriol, profesor de Filosofía, director de Ediciones Encuentro y padre de un hijo en segundo de Bachillerato, uno en cuarto de la ESO y otro en sexto de Primaria–. Quitar las Humanidades hace individuos menos capaces de pensar por sí mismos, de ser críticos con las imposiciones de los estados y de las grandes corporaciones».

Una deriva de tiempo atrás

Tanto Durán como José Antonio Expósito, director del Instituto Público Las Musas (Madrid), coinciden con Oriol en el gran error que supone dejar las Humanidades a un lado, aunque también lo hacen en que es una tendencia que viene de tiempo atrás. Expósito, que también es doctor en Filología Clásica, piensa que el ser humano es algo superior a los números exclusivamente y que renunciar al componente humanístico priva a la sociedad de la interpretación de la vida. «No todo es producción, números, resultados, sino que necesitamos personas con capacidad reflexiva que nos ayuden a entender nuestra existencia, el patrimonio artístico, el legado que hemos recibido de otras generaciones y, sobre todo, hacer propuestas de futuro en las que el ser humano esté en el centro».

En cuanto a las notas numéricas, aunque seguirán usándose del insuficiente al sobresaliente, Durán explica que lo que esto causará es una pérdida de la objetividad y al mismo tiempo de la autoridad del profesor. «En la conciencia del alumno, un 4,5 va a ser un 5», incide. Esto, algo que Oriol también suscribe, abre la puerta al peligro de la ley del mínimo esfuerzo y la pérdida del valor de la excelencia. «Las notas son indicadores objetivos que permiten mejorar. Aunque la educación no debería centrarse en ellas, sí que son importantes», explica el profesor y editor.

Eliminación de contenidos

Sin duda, otra de las grandes preocupaciones que ha suscitado el Real Decreto ha sido la eliminación de ciertos contenidos, como la sintaxis, los dictados o la historia literaria de Lengua y Literatura o las raíces y logaritmos de Matemáticas, para hacer de ella una asignatura más «socioafectiva». Para Mohedano, una manera de enseñar más centrada en las emociones es importante también, pero no ha de imponerse en detrimento del conocimiento. «Parece que el mundo de los afectos nos convierte en veletas emocionales. El problema de eso es que nos hace altamente manipulables».

Durán, como profesora, opina que el hecho de que desaparezcan contenidos educativos, que los docentes consideran fundamentales, «hará que los alumnos tengan carencias para el curso siguiente». Y esto, completa Oriol, intenta convertir la educación en algo separado de los contenidos que la nutren, «como si la sustancia de lo que se estudiase fuese irrelevante y lo que importa son las actitudes». Este tipo de prácticas, indica el editor y profesor de Filosofía, se pusieron ya en práctica en otros países, donde fracasaron y están volviendo a los contenidos. «En España, parece que nos gusta lo pasado de moda», indica.

Lagunas en la formación

María Solano, decana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad San Pablo CEU, hace hincapié en el «manifiesto y gravísimo error» que tendrá para los alumnos el que la perspectiva de género haya llegado para imponerse en el temario por encima de otros puntos del programa. «El adoctrinamiento sobre una ideología que impide todo debate va a propiciar la extensión de un peligroso modelo de cultura de la cancelación en el que el disenso y, por tanto, el pensamiento crítico, no tienen cabida», indica.

De cara a la educación superior, ya sea la formación profesional o la universidad, los alumnos llegarán sin haber ejercido la pregunta, el análisis, la búsqueda de respuestas. «Les costará mucho más adaptarse a las metodologías de aprendizaje del entorno universitario porque no sabrán investigar, seleccionar, reflexionar, extraer conclusiones o elaborar un correcto aparato crítico», afirma Solano.

Sin embargo, lejos de rebajar el nivel, la universidad, por lo menos en la que es decana Solano, se encargará de subsanar las lagunas formativas que los estudiantes puedan tener para no perder su esencia, como la describía Alfonso X el Sabio y la decana comparte, «convertirse en el punto de encuentro de alumnos y profesores con un único fin común: desentrañar la verdad».

Un pequeño margen de acción

Al margen de los colegios, los programas, las leyes, la política y la ideología, las familias son conscientes de que el peso de la educación recae en ellas y que la responsabilidad de formar a sus hijos es, en primer lugar, de sus padres. En palabras de Manuel Oriol: «Tenemos que lograr educar a nuestros hijos en una actitud crítica respecto a lo que el Estado les quiere inculcar, que no significa solamente ir a la contra, sino discernir por sí mismos».

¿Se ha delegado demasiado en los colegios? Mohedano opina que sí: «Si se convierten en lugares de adoctrinamiento, de donde uno no sale formado, sino desnortado, sin criterio ni pensamiento crítico, no presta ningún bien a la persona, ni a la familia, ni a la sociedad».