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Alberto Nahúm, durante su entrevista

Alberto Nahúm, durante su entrevistaLupe Belmonte

El Efecto Avestruz

Alberto Nahum: «Es inevitable, las series adolescentes forman parte de la batalla cultural»

El profesor de la Universidad de Navarra y crítico de series analiza la antropología subyacente a muchas de las obras más populares dirigidas al público joven

¿Qué tienen en común series como Euphoria, Élite o Heartstopper? Para el profesor de la universidad de Navarra y colaborador de El Debate Alberto Nahum García no solo son series protagonizadas por adolescentes y pensadas para este público; también muestran las ansiedades, sueños y temores de la juventud. «En ellas germina todo un humus intelectual pesimista y derrotista», apunta el autor de Series contracultura en El Efecto Avestruz, una serie de entrevistas de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP).

–Escribe que hoy estas series «son más desencantadas o relativistas que nunca». ¿A qué se refiere?

–A que muchas de estas series muestran una mentalidad derrotista, incluso nihilista; la felicidad ni se contempla en el horizonte. Antes, por ejemplo, veías Sensación de vivir o Buffy, cazavampiros, y tenían un punto más ingenuo. Hoy te encuentras ya de entrada con series muchísimo más ásperas, como Genera+ion o Euphoria. Esta última nos sirve de paradigma: la escena inicial es la voz en off de la protagonista, Rue, diciendo que el momento más feliz de su existencia fue justo antes de nacer, en el vientre materno.

–¿Se entiende el mundo como un lugar de sufrimiento?

–Sí, pero la idea de que venimos a sufrir cuando estamos, al menos en Occidente, en el momento más próspero de la historia nos habla de cómo las expectativas de unos jóvenes criados en entornos bastante favorecidos chocan con una realidad que ven tristona, decepcionante, frágil. La adolescencia debería ser un momento vital explosivo, de comerte el mundo, pero se nos muestra a chicos y chicas que se meten hacia dentro. Y así vemos depresiones, adicciones, suicidios…

Escena de 'Euphoria'

Zendaya en una escena de la serie EuphoriaHBO Max

–¿Este derrotismo se fetichiza, de alguna manera, a través de estas obras?

–No es algo exclusivo de las series adolescentes. Vivimos en una cultura muy emocional, donde parece que socialmente se premia el exhibicionismo sentimental. Antes se diferenciaba mucho más entre la esfera pública y la privada, y es cierto que a veces podía ser un poco exagerado, pero hoy estamos en una especie de teatro, fomentado por las redes sociales. Parece que hemos de contar en todo momento lo bien o mal que nos sentimos. Aquí funciona la fetichización: siempre parece más auténtico quien más sufre. El malditismo tiene un prestigio, y creo que tiene que ver con una especie de descrédito del héroe, una cierta sospecha sobre el que triunfa.

–Frente al descrédito del héroe, ¿renace el tribalismo?

–Siempre ha habido tribus urbanas, creo que es algo propio de la adolescencia. Pero mientras que el hippie de los 60 quería abandonar el mundo materialista y el punk de los 80, vomitar sobre el sistema, hoy el tribalismo de las nuevas generaciones está muy articulado en torno a la cuestión de la sexualidad, que se ha convertido en una especie de supermercado. Esto también nos habla de otro elemento que caracteriza nuestra sociedad: la exacerbación del yo adolescente, que incluso deja de ver la biología como límite.

Escena de 'Genera+ion'

Escena de Genera+ionHBO Max

–Las fronteras se vuelven líquidas.

–Sí, y no es casualidad que en muchas de estas series se lleve al extremo la liquidez de las identidades. Cada vez hay más personajes que se mueven de un género a otro, más personas que están constantemente sin saber qué son desde un punto de vista puramente esencial. Son personajes que responden a un patrón narcisista, y al verlos da la sensación de que estamos ante cuerpos sin trascendencia.

–¿En qué sentido?

–En el de que no tienen en cuenta la responsabilidad que muchas de sus acciones van a tener sobre lo meramente físico. Creo que esto tiene que ver con que muchos de los antiguos referentes, la familia, la escuela, incluso la nación, han perdido relevancia. Así, sin un sentido más trascendente de cuál será mi futuro, lo que hay que hacer es exprimir el aquí y el ahora, en una especie de carpe diem lisérgico y sexualizado. Lo que sí reflejan bien series como Euphoria es la insatisfacción que esto deja en los personajes, el vacío que exige más y más. Más sexo, más drogas, más experiencias extremas… muchas de estas series nos presentan personajes al borde del abismo, que no encuentran puntos de referencia a los que agarrarse antes de saltar.

Escena de 'The End of the F...ing World'

Escena de The End of the F...ing WorldNetflix

–Le cito: «Hasta el producto más inocente es un cuadrilátero en la guerra cultural». ¿Las series adolescentes también participan de esta batalla?

–Es inevitable. La sexualidad se ha politizado, la identidad se ha politizado… y así parece que muchas ficciones han adoptado un tono moralista. Aparecen series como Genera+ion, que prácticamente buscaba educar al espectador sobre las nuevas posibilidades en el ámbito de la sexualidad, la transexualidad o el poliamor. Muchas series se han creído la misión evangelizadora de la ficción, pero la ficción para ser buena no tiene que ser ejemplar, sino compleja, contradictoria… Uno no se pone frente a la tele y dice: «Bueno, a ver cómo me enseñan el funcionamiento del nuevo mecanismo moral del mundo».

–También habría que discernir cuánto nos influyen las series, los medios, la cultura…

–Claro. Yo no niego cierta influencia, pero sí que esa influencia sea tanta como se dice. Somos muchísimo más que las series que vemos, y hacer cargar a la ficción con un peso que no tiene propicia que lleguen estos movimientos censores a decir «¡No presentes nunca una serie que no sea ultradiversa!». Claro que hay historias donde la sexualidad o la raza son importantes, pero en muchas otras la supuesta bandera de la diversidad me parece una mirilla muy estrecha para juzgar la ficción. Y creo que está haciendo cierto daño a la libertad de los creadores.

Escena de 'Euphoria'

Escena de EuphoriaHBO Max

–Frente al narcisismo, la liquidez o el nihilismo, ¿hay series adolescentes que muestran belleza?

–A veces es una belleza en negativo: cuando empecé a ver Euphoria, me llevó a pensar en la gran suerte que tengo, y a querer abrazar a mis hijos. Pero también hay series como Arcane o The End of the F***ing World donde se reivindica la redención, donde tiene valor la esperanza, donde funcionan la superación y el pensar en la comunidad… Creo que las dos opciones son relevantes para el espectador: aprender que –aunque no me guste– el mal existe, y luego aprender de cómo –oye– hay gente que ante la adversidad se levanta.

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