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Un niño hablando con sus padresGTRES

Qué hacer (y qué no) cuando los padres no están de acuerdo en cómo corregir a un hijo, según una experta

Las diferencias de criterio a la hora de educar son algo común en cualquier familia. Sin embargo, una psicóloga explica qué deben hacer los padres cuando no están de acuerdo en cómo arreglar los conflictos

Las diferencias de opinión son algo completamente normal en una pareja, y no tienen por qué generar problemas especialmente complicados, siempre que no afectan a cuestiones esenciales para la vida del matrimonio. Ahora bien, la llegada de los hijos, con todos los componentes educativos y las circunstancias cotidianas que la rodean —muchas veces, además, barnizadas de cansancio y desgaste emocional—, pueden llevar esa disparidad de criterio a extremos muy poco recomendables.

De todas las casuísticas posibles que puedan darse en un hogar, tal vez una sea la que más se repite en el patrón de desacuerdos entre los esposos. A saber: ¿qué es lo que debo hacer si mi cónyuge riñe a nuestros hijos… y yo no estoy de acuerdo con su veredicto?

Los ejemplos son tan abundantes como la realidad misma: esa noche en que el padre dice al adolescente según entra por la puerta: «Te has pasado 15 minutos de tu hora de llegada, así que mañana te quedas sin salir», pero la madre cree que no es para tanto; aquella madre que, ante una pelea entre hermanos, suelta un «¡mañana no veis la tele ninguno de los dos!» y el padre considera que es una injusticia para uno de los hijos…

Y en mitad del fragor de la batalla cotidiana, surge una duda: ¿Qué deben hacer los padres en estos casos? Si intervenir en ese momento supone restar autoridad al otro cónyuge, ¿cómo sería el mejor modo de arreglarlo?

Las preguntas que no te haces de novio

La psicóloga y terapeuta familiar Diana Jiménez explica para El Debate que «estas situaciones son el pan nuestro de cada día, porque ninguna pareja, cuando son novios, se hace estas preguntas como 'oye cariño, cuando el niño llore por la noche, ¿te levantas tú o siempre yo?'; 'cuando llegue tarde, ¿le vamos a regañar o le dejamos que venga cuando quiera?' o 'si los niños terminan de comer antes que nosotros, ¿podemos dejarles que se vayan a jugar o se tienen que esperar hasta que acabe el último que está comiendo?'...»

Así que el primer paso, como explica Jiménez, es no escandalizarnos por estas diferencias dentro del seno de la pareja. «Cuando estamos enamorándonos, estas dudas nunca surgen —explica Jiménez— y si lo hicieran, tampoco serían representativas de la realidad, porque en ese momento la respuesta sería 'como tú quieras, amor', 'lo que prefieras', etc.»

Bomberos que no saben apagar un fuego

La cuestión es que «cuando surge el conflicto, somos como bomberos que acuden a sofocar el fuego, pero con una diferencia: no hicimos un cursillo previo para ello».

Jiménez, que es autora del libro Disciplina positiva: Cómo criar niños seguros, responsables y capaces (Grijalbo), explica que «el planteamiento ideal es que una vez que nos convertimos en padres, recordemos que es muy necesario tener conversaciones que lleven a conocernos mejor a cada uno de nosotros, a entender a nuestros hijos, a marcar los límites que para nosotros son esenciales, y los valores de nuestra familia. Y todo esto hay que hacerlo previamente, antes de que surjan los problemas».

Pero entonces, ¿qué podemos hacer si esos problemas ya han surgido, y peor aún, se repiten con frecuencia? Ahí, esta neuropsicóloga enumera las cuatro pautas imprescindibles que deben seguir los padres cuando uno de los dos dicta sentencia.

Las cuatro pautas clave

Las dos primeras pueden ser las más complicadas: «En primer lugar, si uno de los padres ya ha dado una respuesta, el otro no interviene. A no ser que este le pida ayuda», explica Diana Jiménez.

Una distancia que no implica que deba desentenderse de la situación, o que no deba hacerle notar al cónyuge que tal vez se haya equivocado: «En segundo lugar —aprecia la terapeuta familiar—, después hablarán en privado y acordarán cómo deberían resolver situaciones futuras parecidas a la de ahora».

En tercer lugar, si hay que corregir la decisión que ya se ha adoptado, «darán una respuesta con enfoque común a los hijos. Y esto no significa que tengan que opinar lo mismo, pero sí que la respuesta será unificada, porque los niños tienen que sentir que mamá y papá son el pilar de su educación y la decisión de uno está apoyada por el otro».

Por último, ambos deben prevenir antes que curar, pensando cómo van a actuar en el futuro y, sobre todo, fortaleciendo el matrimonio sin extender el conflicto con los hijos al propio matrimonio. Porque, como concluye Jiménez, «los padres tienen que encontrar puntos de encuentro por el bien de la familia, por el bien del menor y por el bien de los adultos».

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