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Niños jugando en una guardería

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Según un estudio de la Universidad de Hangzhou

Esto es lo que deben hacer los padres para que sus hijos no digan mentiras

Aunque a partir de los 3 años es normal que los niños mientan o hagan trampas, una reciente investigación señala a los padres la fórmula más eficaz para corregir su comportamiento

Entre las muchas enseñanzas que encierran los cuentos clásicos, pocas son tan gráficas como la de Pinocho y su trágica historia para mostrar a los más pequeños el efecto perverso de las mentiras. Una experiencia que, desde muy temprana edad, los propios niños comienzan a vivir en primera persona... para desesperación de sus padres y profesores.

A pesar de que, como señala una multitudinaria encuesta llevada a cabo en Estados Unidos por la plataforma Characters.org, la honestidad es la virtud que las familias consideran más importante en la educación de sus hijos –por delante, incluso, de otras esenciales como el respeto o la responsabilidad–, la experiencia cotidiana y los estudios científicos constatan que los niños aprenden a mentir a una muy temprana edad.

Mentiras por naturaleza

Concretamente, son varios los informes, recogidos por la Asociación Americana de Pediatría, que apuntan a que los niños son capaces de ocultar la verdad, o mentir de forma deliberada, ya a partir de los 3 años. Y que lo hacen de forma natural.

Es decir, que los niños que mienten, incluso muy pequeños, no están necesariamente condicionados por los malos ejemplos que tengan a su alrededor, ni por un miedo cerval a las consecuencias de sus actos, ni mucho menos por una maldad psicopática impropia de su edad, sino que parecen inclinarse hacia ello por su propia naturaleza, además de para explorar los límites de los adultos.

Cuentos y advertencias, no tan eficaces

Las recomendaciones que los expertos dan a los padres para que sus hijos eviten mentir y se decanten por decir siempre la verdad son múltiples. Desde leerles cuentos que les permitan ver los efectos negativos de la mentira en los personajes, hasta hacerles caer en la cuenta de las consecuencias indeseables que tiene mentir, cuando presencian o sufren las mentiras de otros niños, por ejemplo en el parque o entre sus hermanos o familiares.

Sin embargo, estas medidas no logran impedir que los niños falten a la verdad, lo que lleva a no pocas familias a optar por regañinas, castigos, advertencias preventivas, gritos o, peor, a hacer la vista gorda por no saber cómo actuar.

Las revelaciones de un nuevo estudio

Ahora, un nuevo estudio que cruza cinco investigaciones diferentes llevadas a cabo en niños de entre 3 y 6 años, ha revelado la pauta más eficaz para que los niños no traten de engañar a sus padres, ni digan mentiras o hagan trampas, incluso cuando ellos no están delante.

El estudio, que ha sido desarrollado por cuatro psicólogos liderados por la investigadora de la Universidad china de Hangzhou, Li Zhao, partía de un experimento llevado a cabo con cámara oculta. En él, se pedía a los niños que adivinasen qué juguete tenían a sus espaldas, sólo con escuchar el sonido que un investigador hacía con él. En un momento dado, el adulto utilizaba un instrumento diferente y de ruido muy poco identificable, y a continuación salía de la habitación, pidiéndoles que no mirasen.

El 80 % de los niños a los que sólo se les daba esta indicación, hacían trampas, miraban a sus espaldas y luego lo negaban. Un porcentaje similar al de los niños a quienes se les decía que una persona desconocida para ellos, y no presente en la habitación, no quería que mirasen.

Sin embargo, el porcentaje se reducía al 50 % cuando se les decía que su madre o su padre se sentirían tristes o enfadados si ellos hacían trampas, o que se sentirían felices si no las hacían.

La pauta más eficaz

La comparativa con respecto a otros estudios, y con otras variantes (como, por ejemplo, que fuese la propia madre la que se comunicaba con sus hijos), en los diferentes tramos de edad, ha permitido constatar que el modo más eficaz para prevenir las mentiras es que los padres expresen a sus hijos, de forma franca y calmada, los sentimientos que les producen sus mentiras.

Lejos de suponer una especie de «chantaje emocional», los expertos constatan que «evocar las posibles reacciones emocionales de un adulto conocido» es la mejor «forma viable y flexible de promover la honestidad en la primera infancia».

Porque, aunque «a medida que los niños crecen, las madres priorizan mostrar los efectos de romper las reglas», lo más útil para hacer crecer el deseo de la verdad en el corazón de los niños es a través de la empatía, el enfoque positivo y el cariño de sus padres.

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