
Dos jóvenes se dan un beso en el centro de Madrid
«Estar de rollo se ha convertido en una de las principales formas de relación afectiva»
La experta en familia Natalia Barcáiztegui explica, en Sexualidad en la generación del rollo, las ocho causas que en las últimas décadas «han normalizado» las relaciones sexuales esporádicas y sin compromiso
«La exaltación desorbitada del sexo hace que hombres y mujeres sientan que valen por su físico y por el deseo que son capaces de despertar en la otra persona. Al no valorarse suficientemente, entregan su sexualidad para sentirse queridos. Sienten que gustan por el placer que producen en la otra persona y confunden placer con amor». Lo dice Natalia Barcáiztegui, máster en Matrimonio y familia por la Universidad de Navarra, terapeuta familiar y directora del proyecto Querer mejor, en su libro Sexualidad en la generación del rollo (Rialp).
Tras años como coach de familias y adolescentes, Barcáztegui ha diseccionado las ocho principales causas que han llevado, en pocas décadas, a que «cada vez más jóvenes, y muchos no tan jóvenes, escojan las relaciones esporádicas, superficiales y carentes de compromiso», y se haya vuelto moneda de uso común el «mantener un contacto físico íntimo con alguien con quien no se tiene un compromiso formal o no se tiene intimidad emocional alguna: sólo se ven, se atraen y se lían».

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«Lo frecuente –explica esta terapeuta, economista de formación– se ha normalizado» y hoy «el rollo se ha convertido en una de las principales formas de relación afectiva entre hombres y mujeres», asegura.
En concreto, la autora ha encontrado ocho detonantes que han llevado a «la generación del rollo» a «expresar su deseo de encontrar una pareja estable» pero, a la vez, «a no actuar como si realmente lo quisieran así», dejándose llevar «por un ambiente en el que se ensalza el amor sin ataduras y en el que ese tipo de relaciones están socialmente aceptadas».1. Pérdida del pudor
«La pérdida generalizada del pudor facilita este tipo de relaciones, al abrir la intimidad corporal a alguien con quien no se mantiene una intimidad espiritual» ni emocional, destaca la autora. «El pudor nos defiende de amenazas contra el amor y contra la dignidad de las personas. Si el pudor se adormece, la persona queda desprotegida física, emocional y espiritualmente», asegura.
2. Tecnología y medios de comunicación
«Aplicaciones como Tinder, Badoo o Grindr promueven un tipo de relaciones personales totalmente diferentes y mucho más superficiales», explica. Así, a través de redes como TikTok e Instagram, y especialmente de las apps de citas, «muchas personas se dan de alta para actividades sexuales de todo tipo: chico busca chica, chica busca chico, pareja busca chica para trío, intercambio de parejas, sexo en grupo...». Algo que ha provocado un efecto dominó: «Constantemente se buscan sensaciones nuevas y necesitan estímulos de mayor intensidad para obtener los mismos niveles de placer», asegura.
3. Sobreestimulación sexual
Más allá de la pornografía, las redes sociales, la publicidad, las series y los medios en general «fomentan la sexualidad a través de la difusión de imágenes y escenas con alto contenido sexual» que «provocan una sobreestimulación en adolescentes y jóvenes», constata Barcáztegui.
4. Normalización de conductas sexuales
Esta hipersexualización de la sociedad, junto a la «difusión de imágenes y escenas de contenido erótico hace que se normalicen conductas sexuales que no tienen nada de normal». Y, así, «la persona pasa a ser utilizada como objeto de consumo para la propia gratificación sexual, rebajando su dignidad», explica la autora de Sexualidad en la generación del rollo.
5. El alcohol vinculado a la diversión
A pesar de que la generación Z dice consumir menos alcohol que sus inmediatos predecesores generacionales, «el consumo excesivo de alcohol« vinculado a la capacidad de divertirse, »fomenta relaciones sexuales esporádicas, pues desinhibe, disminuye el autocontrol o anula la voluntad, incitando a hacer cosas que nunca se harían en condiciones normales». Y de ahí que la propia terapeuta haya comprobado, en numerosos ejemplos reales, cómo «en el mejor de los casos, sólo llega el arrepentimiento posterior».
6. Vulgaridad en el trato
Barcáztegui explica que, «disfrazadas de confianza, se generalizan entre los jóvenes formas muy vulgares en el trato». Y «este modo de tratarse –matiza– determina la calidad de la relación, pues la falta de respeto genera vínculos muy mediocres, y se daña la autoestima de la persona, que no se siente valorada ni querida».
7. Valoración por lo físico
A hombros del postureo de las redes sociales y del auge por esculpirse en el gym, cada vez más personas «sienten que valen por su físico y por el deseo que despiertan». Así, «a pesar de ser conscientes de lo vacíos que quedan al dar y recibir placer, entregan más sexo para ver si consiguen por fin un poco de afecto. Y al comprobar que no reciben el amor que esperan, vuelven al mismo mecanismo para lograr ese afecto que tanto necesitan: intentan conseguir amor a través del sexo y se introducen en un bucle que va degradando a la persona, porque el sexo no implica amor, ni la felicidad se consigue con placer y bienestar», asegura.
8. Debilidades emocionales
Por último, Barcáztegui constata que «en esta generación encontramos personas con grandes debilidades emocionales, por falta de cariño, abusos, sobreprotección, abandono de los padres, exceso de exigencia... y buscan el cariño de otras personas para satisfacer su necesidad de amor». Una situación que «favorece la sucesión de relaciones esporádicas en las que, con poca fortuna, esperan encontrar ese amor tan esperado».
Pero, más allá de constatar estas dificultades, Barcáztegui concluye con palabras de esperanza: «Para que la sexualidad proporcione la felicidad que todo ser humano anhela, sexo y amor tienen que estar integrados. Para que se dé esa integración, el cuerpo tiene que ser verdadera expresión de un amor que realmente existe en la intimidad. De este modo, la sexualidad adquiere verdadera calidad humana».