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El aprecio por el Juan Sebastián Elcano lleva a que numerosas embarcaciones salgan a la mar para recibir al buque escuela

El aprecio por el Juan Sebastián Elcano lleva a que numerosas embarcaciones salgan a la mar para recibir al buque escuelaMinisterio de Defensa

La buena gastronomía en el Juan Sebastián Elcano

Les gusta el lacón con grelos y el salmorejo cordobés, delatando en ambas inclinaciones el origen mayoritario de los jóvenes guardiamarinas

¿Se han preguntado alguna vez cómo se come en medio de una tempestad? ¿Qué pasa cuando todo se mueve en un barco? ¿Cómo se proporcionan energías para una tripulación en plena actividad? ¿Qué ocurre si se acaban los productos frescos en alta mar? Hay muchas preguntas, pero también innumerables respuestas, porque todo está pensado y bien pensado en el buque escuela Juan Sebastián Elcano.

De todo eso he tenido la oportunidad de hablar con el equipo de intendencia y de cocina del buque escuela Juan Sebastián Elcano. La nave que es el orgullo de la Armada Española que nos representa en todos los puertos a los que se dirige, en cada uno de las singladuras que hace anualmente. Pues bien, detrás de toda esa impresionante labor, y de las decenas de derroteros realizados desde 1927, hay una labor silenciosa pero fundamental, que es la de la intendencia, y junto a ella, la de la cocina.

Esa silueta que se recorta sobre los mares, con velas al viento y que es el emblema de la Armada Española, la cuna de los guardiamarinas, futuros oficiales, y que nos es tan familiar, tiene en su interior bien cumplidas las necesidades de la vida diaria de trabajo duro. Porque en una nave no se descansa. Se hacen turnos, y uno duerme cuando le toca, el resto del tiempo lo dedica a su trabajo, en el que uno se sumerge, sin dejar espacio ni a la melancolía ni a la añoranza, terribles enemigos a los que hay que combatir.

Todas esas horas, todo ese esfuerzo, necesitan no solamente calorías para que la energía no decaiga, sino dos cosas más: que esas calorías representen una nutrición adecuada, la primera. Y la segunda es que, en ellas, la tripulación se encuentre con algo familiar, con algo amable y sabroso: con platos que huelan a cocina de casa. Así que no es una labor sencilla conseguir todo eso, no crean. Por eso la Armada Española forma a sus cocineros en una Escuela de Hostelería preparada especialmente para esta labor, que es bastante específica dentro de la formación en cocina. Porque dar de comer en un barco a un grupo de personas con necesidades, horarios y organización muy singulares, tiene sus dificultades.

Grandes sartenes y ollas basculantes

Sin embargo, en mis visitas a algunas naves de la Armada he podido comprobar la presencia de maquinaria totalmente vigente y capacitada para cumplir estas funciones: grandes sartenes y ollas basculantes, excelentes cámaras frigoríficas bien diferenciadas según su contenido, buenas cafeteras ¡imprescindibles! Todo organizado, impecable y a punto. Pero, sobre todo, he encontrado a grandes profesionales. Gente que se toma su trabajo muy en serio y que conoce la importancia de comer bien y de conseguir a través de algo tan sencillo como el plato de cada día, que la tripulación se sienta como en casa.

En Elcano les gusta el lacón con grelos y el salmorejo cordobés especialmente, delatando en ambas inclinaciones el origen mayoritario de los jóvenes guardiamarinas: gallegos y andaluces. Pero parece que se sienten muy inclinados a toda la buena cocina tradicional española, desde los cocidos hasta las torrijas o los pestiños, y los guisos de arroz, que parecen bordar en las cocinas. A los de tierra adentro, pongamos Albacete, las tortas cenceñas que son la base de los gazpachos manchegos, después de muchas semanas de navegación, les hacen estremecerse. Y todos ellos agradecen los menús más festivos que rompen la monotonía durante el fin de semana. Siempre digo que cocinar es un acto de amor, y aquí se percibe.

Así que fíjense, el asunto es verdaderamente sustancial: presentar platos a base de buena gastronomía española, cocinada y servida a miles de kilómetros de casa, hace que todos ellos se sientan mejor. Y probablemente que estén más contentos y realicen su trabajo aventajadamente. El efecto de una buena alimentación bien pensada y elaborada es impresionante. Así que la labor encomendada está bien, muy bien cumplida. Pero, además, esa cocina tiene otra vertiente, y es la diplomática. Porque agasajar en una nave con platos españoles suele tener un enorme éxito. La buena gastronomía siempre es bien recibida, y esa combinación de buenos cocineros y extraordinarios platos tiene un éxito arrollador. Ya conocemos bien la importancia de la gastronomía en un encuentro diplomático: todo es más agradable, más amable, las cosas fluyen mejor. Y si hay jamón ibérico, queso manchego y una buena paella, todo el mundo se siente contento. Y seguramente las relaciones internacionales se fortalecen.

Podemos sentirnos orgullosos de las joyas que tenemos: una cocina con platos variados y sabrosos, capaz de representarnos más que airosamente; y que es patrimonio, cultura y auténtica gastronomía. Y una Armada, la española, una de las más antiguas del mundo, que tiene como práctica dar de comer a sus miembros de forma inteligente y representarnos con platos bien desarrollados, modernos, trabajados y sustanciosos. Ha sido una preciosa experiencia conocerla de cerca, y me siento honrada de que me hayan permitido transmitir ese buen hacer. Gracias, Armada Española.

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