Fundado en 1910

Suite del hotel Claridge'sRay Main

Corresponsal en el paraíso

«¿Con cuál de los reyes alojados en el Claridge's desea hablar?»

El icónico hotel londinense, en el que han pernoctado Juan Carlos I y Doña Sofía, está lleno de grandes anécdotas de sangre azul. De propiedad catarí, estrenará pronto una formidable reforma

En aquellos tiempos, que ahora parecen prehistóricos, en los que no había teléfonos móviles, se recibió la siguiente llamada en la centralita del Claridge's de Londres. «¿Podría ponerme con el Rey, por favor?», a lo que el dirigente empleado del hotel respondió: «¿Con cuál de todos los que tenemos alojados, señor?».

La gran dama del elegante barrio de Mayfair, una deliciosa joya con detalles art decó, paredes de ladrillo rojo y una de las puertas giratorias más hermosas y célebres que uno pueda cruzar, tiene especiales vínculos con numerosas casas reales europeas, como atestigua la referida anécdota y unas cuantas fotografías históricas tomadas en sus sofisticados interiores o en su inconfundible fachada principal de Brook Street.

Aunque a diferencia de The Goring y del Ritz no posee ninguna royal warrant (sello que acredita la condición de proveedor real), casi desde sus orígenes mantiene una relación muy especial con la Corte de San James. Su impresionante pedigrí de sangre azul ha añadido esta semana un valioso broche tras haber acogido de forma impecable a reyes, emperadores, príncipes y presidentes llegados de todo el mundo para asistir al funeral de Estado de Isabel II.

El hotel ha sido una pieza más, y muy bien elegida, de ese complejo puzle llamado Operación London Bridge, que planificó durante años todos los detalles del solemne adiós a la Reina de Inglaterra. El plan incluía al Claridge's como hotel de referencia para acoger a los dignatarios que no se alojaran en el propio Buckingham Palace o en sus embajadas, como ha sido el caso de los Reyes Felipe y Letizia o del matrimonio Biden, entre otros. Aunque de estos detalles de la compleja operativa no se informa oficialmente, se tiene constancia que entre los ilustres huéspedes que el Claridge's ha acogido esta semana se encuentran los emperadores de Japón, en su primera visita al Reino Unido desde que ocupan el Trono del Crisantemo, así como los Reyes Juan Carlos y Sofía.

El Claridge's vuelve a estar ligado así a la vida de los reyes eméritos, como en aquellos felices años de juventud inmortalizados en una foto de ambos junto al piano del hotel. Se trata de la foto que acompañó el anuncio de su compromiso matrimonial y fue tomada el 31 de enero de 1962 en uno de los salones del hotel, donde ambas familias se alojaban.

Los entonces príncipes ya habían estado allí juntos un año antes con motivo de las celebraciones de la boda del duque de Kent, donde, se dice, surgió el amor. Desde entonces, ha sido frecuentado por ambos y especialmente por la Reina Sofía y la princesa Irene de Grecia en sus numerosos viajes a la capital británica, en un movimiento que no hace más que dar continuidad a las preferencias por el hotel mostradas por sus antepasados, especialmente por su abuelo, el Rey Jorge II, que consideró el Claridge's su segunda casa.

Los vínculos de esta gran dama del lujo londinense con las casas reales se remontan a la propia Reina Victoria. Se cuenta que en él se reunión con otra ilustre española durante sus primeras estancias en Londres, Eugenia de Montijo, la última emperatriz de Francia, hacia 1860. Es tras la Primera Guerra Mundial cuando el Claridge's, que había cambiado ya varias veces de propiedad, se convierte en uno de los lugares preferidos por los aristócratas ingleses que ya no tenían casa en Londres pero que acudían a la ciudad a the season.

Y es especialmente durante la Segunda Guerra Mundial cuando estrecha sus vínculos con nobles europeos, pasando a ser una especie de Estoril para muchos monarcas europeos exiliados. Pedro II de Yugoslavia y su mujer pasaron buena parte de la contienda en él y en la habitación 212 nació su heredero, por lo que la estancia tuvo que ser declarada territorio yugoeslavo, tal y como exigía la constitución del país.

Además de hospedar a toda clase de cabezas coronadas de diversos países, mantiene particulares vínculos con los Windsor, quienes han celebrado en ellos unos cuantos fiestas y aniversarios. Entre otros el 60 cumpleaños de Isabel II, el 40 aniversario de su boda con Felipe de Edimburgo así como una de las celebraciones inmediatamente posteriores al enlace entre el entonces Príncipe Carlos y Lady Di.

La lista de personalidades y celebridades de todos los ámbitos que ha pasado por sus suites y salones es interminable y sus paredes atesoran innumerables secretos. Un hombre que conoce muchos de ellos y que sabe guardarlos es el español Ramón Pajares, seguramente el director más emblemático y más comprometido con el nivel de excelencia del icónico hotel, y uno de los hombres más respetados de la industria.

Ya septuagenario y aún recordado con admiración, Pajares tuvo que lidiar en un principio con la oposición de cierto establishment inglés que consideró que un spaniard no podría llegar más allá que a un puesto de camarero en el icónico Claridge's. Su extraordinario hacer, tristemente poco conocido en España, fue seguramente su mejor respuesta a semejantes improperios, publicados incluso a modo de editorial en la «respetable» prensa inglesa.

El tiempo puso las cosas en su lugar. La Reina Isabel II concedió a Pajares la Orden del Imperio Británico por los servicios prestados. La misma distinción recayó recientemente en uno de sus jefes de Concierge, el carismático Martin Ballard, conocido con el sobrenombre de 'Lord of the Lobby', lo que dice mucho del apoyo de la corona inglesa a las personas que hacen grandes sus iconos.

La vidilla del lobby del Claridge's, con su célebre suelo en damero blanco y negro, siempre ofrece espectáculo cosmopolita y sofisticado. Merece ser observado. En Navidad es especialmente mágica, pues el hotel encarga cada año a una figura internacional de la moda o del diseño que haga para el hotel un árbol de Navidad. Desde Karl Lagerfeld a Steve McQueen han participado en la tradición.

La pandemia le afectó, como a todos los hoteles de Londres, especialmente. Durante la etapa más dura de la misma, acogió gratuitamente a personal del sistema nacional de salud inglés. Otro capítulo interesante de la historia del lujoso hotel.

Como casi todo lo que tenemos por «muy british», desde Harrods hasta una buena parte del aeropuerto de Heathrow, el Claridge's pertenece en realidad (dos terceras partes, para ser exactos) a inversores cataríes. El hotel, junto a los otros dos hoteles del grupo, el Berkeley y The Connaught, fue adquirido en 2015 por Sheikh Hamad bin Jassim bin Jaber al-Thani, ex primer ministro de Qatar.

Un conflicto legal con los antiguos propietarios irlandeses y ahora socios sobre la interpretación del porcentaje de beneficios para cada parte podría convertir el asunto en el juicio más caro de la historia de Inglaterra. Por el momento, el dinero catarí ha servido para acometer la formidable inversión necesaria para dotar al Claridge's de lo que las nuevas elites del siglo XXI esperan encontrar en los mejores hoteles del mundo donde se hospedan, incluida una suite que se rumorea puede llegar a costar 100.000 libras la noche.

Ya no basta con su extraordinario nivel de servicio con el sello de Ramón Pajares, ni con las suites decoradas por un sobrino carnal de la Reina Isabel, hoy Conde Snowdon, ni por su maravilloso «English tea». Con el cambio de propiedad empezaron hace un par de años las ambiciosas y complejas obras muy del estilo de lo que se hace ahora en los barrios caros de Londres: excavando. Nada menos que en cinco pisos por debajo del suelo aumentarán las instalaciones del centenario hotel, lo que le permitirán añadir muy pronto piscina, gimnasio, uno de los mejores spas de la ciudad y un club privado.

Las obras van avanzadas, según informaba recientemente el Financial Times. Para no molestar a los huéspedes ni tener que cerrar el hotel, parte de las excavaciones se están haciendo prácticamente a mano, sin usar ningún tipo de maquinaria que interfiera la vida de esa feliz y elegante burbuja. Pico y pala. Como cuando Howard Carter, que lo frecuentó, hace justo ahora 100 años, encontró el Tesoro de Tutankamón. El valle de los reyes. El hotel de los reyes. La vida sigue. Y afortunadamente, en tiempos del metaverso, nos siguen quedando tesoros como el Claridge's.