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La vida paralela de Charlene de Mónaco al margen de los Grimaldi
La actitud cabizbaja y ausente de sus últimas apariciones públicas recrudece la teoría de que su relación con la familia de Alberto de Mónaco no ha mejorado
Triste, ausente, punk, a la fuga, enferma, misteriosa... Son muchos los calificativos que, durante años, se han atribuido al término Princesa para referirse a Charlene de Mónaco. Fuente de polémica desde que llegó al Principado hace una década, parecía que su vida había vuelto a la calma tras superar la infección otorrinolaringológica que la mantuvo alejada de su familia durante todo el año pasado.
Sin embargo, las dudas sobre si conseguiría adaptarse a lo que se considera su papel eran patentes desde que tuvo que internar en un centro de descanso en Suiza para recuperarse física y emocionalmente. Tal y como apuntó el propio Alberto de Mónaco en un comunicado, la Princesa sufría una «fatiga no solo física» que se ha ido recrudeciendo en los diez años que lleva al frente de Mónaco.
En cierto momento, Charlene decidió hablar públicamente de su estado de salud y expresar a viva voz el sufrimiento que arrastraba desde hacía meses. «Enfoqué toda mi energía en mis hijos, mi esposo y mi salud porque esas son mis prioridades. Mi estado de salud aún es frágil y no quiero ir demasiado rápido. El camino ha sido largo, difícil y doloroso. Hoy me siento más calmada», explicaba la Princesa.
Desde entonces, son varias las ocasiones en las que la sudafricana ha comparecido ante las cámaras. Especialmente reseñable fue su posado por el 65 cumpleaños de Alberto de Mónaco junto a los dos hijos de la pareja, los gemelos Jacques y Gabriella. Juntos salieron a almorzar y después disfrutar de una actuación teatral realizada exclusivamente para la ocasión.
Aunque la estampa era del todo idílica, el segundo plano al que fue relegada hizo que los medios monegascos volviesen a especular sobre una posible crisis de la pareja. Su actitud el pasado fin de semana en el Premio de Mónaco celebrado en Montecarlo no ha hecho más que recrudecer los rumores.
La experta en lenguaje verbal Judi James comentó al periódico inglés Express que era palpable un ambiente de tensión que también se vio dos días después en el pistoletazo de salida de las celebraciones por el centenario de Rainiero de Mónaco. La mirada ausente de la exnadadora tampoco ayudó en el juicio de James. «Incluso durante el himno nacional, cuando Charlene debería haberse mostrado conectada y atenta, la vimos rígida, aislada y con una expresión congelada, como de muñeca», explica. «Su mirada era triste y su actitud, reflexiva».
Hay quiénes van más allá y afirman que la Princesa vive una vida paralela lejos del Palacio Grimaldi. Sin haber despertado nunca la simpatía en la familia de su marido –sobre todo de Carolina, a quien le une una enemistad mutua–, Charlene habría dicho basta y se habría desligado de todos ellos.
La revista alemana Bunte asegura que Charlene se escapa a menudo a una propiedad en los Alpes Franceses sin demasiadas estridencias, al pie del Parque Nacional de Marcantour, a dos horas de Mónaco y donde pasa largas temporadas. La prensa monegasca apuesta, en cambio, a que su refugio es Roc Agel, la conocida casa en la que Rainiero y Grace pasaron sus mejores años de matrimonio.