La dura vida de la madre y la hermana de Úrsula Corberó

Alejada del universo de La Casa de Papel, Úrsula Corberó vuelve a ponerse en la piel de una ladrona en su última película, Lift: un robo de primera clase. Una superproducción de Netflix en la que comparte pantalla con nombres de la talla de Kevin Hart o Jean Reno.

Más allá de su Premio Ondas y su fama nacional, lo cierto es que la actriz se está haciendo su hueco en el público norteamericano y prueba de ello es el éxito que ha cosechado en su promoción en Estados Unidos. Y eso que aún le faltan varios proyectos internacionales por estrenar como el largometraje Kill the Jockey y la serie Sr. y Sra. Smith.

«Me lo dedico a mi por ser tan trabajadora, tan valiente y por se tan maja», decía en su discurso de aceptación del Ondas. Aunque reconoce que su éxito se debe a años de trabajo, constancia y superación, no se olvida que en todo ese camino hay dos personas que han sido fundamentales: su madre y su hermana.

Aunque no es muy dada a hablar de su vida, en más de una ocasión, ha confesado abiertamente las dificultades en sus primeros pasos como actriz. La intérprete de Ruth en Física o Química, serie que le dio la fama en España, nació en el seno de una familia humilde en Sant Pere de Vilamajor, un pequeño municipio de las afueras de Barcelona. Con un padre carpintero y una madre comerciante, la vida de Úrsula Corberó no ha estado repleta de lujos como se puede pensar viendo su ritmo actual.

Su madre no tenía ni coche ni carné, por lo que llegar hasta la ciudad, a 62 kilómetros de su pueblo, se convertía en una aventura que implicaba hacer autoestop, coger el tren y el metro. «Las colas de los castings de publicidad eran infernales y durante un año no me cogieron para ningún anuncio, pero quien la sigue la consigue», explica.

Desde siempre, su madre ha sido su gran referente por acompañarla en cada casting y, a su vez, poder mantener a su familia trabajando de lo que pudiera: «De corsetera, de florista, de pescadera, ha limpiado casas...». También recuerda cómo se convirtió en la comidilla del barrio al quedarse embarazada a los 17 años. «Cuando le empezó a asomar la barriguita pasó de ser la peste del barrio, se quedó sin amigas y aun siendo una estudiante brillante la echaron del colegio porque era un mal ejemplo para las demás niñas».

En ese momento, la pareja fue separada. No les permitieron verse y, como dio a luz siendo menor de edad, Mónica solo lleva el apellido de su madre. Años después, Pedro y Esther se reencontraron y lucharon por un futuro juntos pese a las dificultades económicas que tenían.

Les solía acompañar su hermana mayor, Mónica, a quien considera uno de los pilares de su vida. La actriz explicó que ha trabajado sin parar durante toda su vida, incluso llegando a pasar muy malos momentos «con un hijo al que alimentar». Desesperada por conseguir un empleo, reunió dinero de donde pudo y se formó para ser tanatopractora. «Resulta que ahí las mujeres no están muy bien vistas y le ponían pegas para todo. Nunca le dieron trabajo, aunque terminó sus prácticas con notas sobresalientes». A día de hoy, Mónica es la gran inspiración de su hermana.