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Alberto de Mónaco le gana el pulso a Macron
El Soberano impone al presidente al exministro Didier Guillaume como nuevo jefe del Gobierno monegasco
Se acabó el suspense: salvo sorpresa mayúscula, el Príncipe Alberto II de Mónaco promulgará en los próximos días el decreto mediante el cual Didier Guillaume, ministro de Agricultura de Francia ente 2018 y 2020, como nuevo ministro de Estado del Principado, es decir, su jefe de Gobierno. Guillaume tomará posesión, si todo transcurre según lo previsto, el próximo 1 de septiembre.
Con su nombramiento se pone fin a un culebrón que ha tenido en vilo a las relaciones franco-monegascas desde el pasado febrero, cuando afloraron las tensiones hasta entonces larvadas entre el presidente de Francia y el Príncipe Soberano. El asunto no es baladí: de acuerdo con la práctica establecida en 1918 –año en el que se firmó el segundo tratado de amistad entre Francia y Mónaco–, París somete una terna de altos funcionarios franceses en final de carrera a la consideración del Príncipe, para que este se decante por el que estime más conveniente.
A título de ejemplo, Patrick Leclercq, embajador de Francia en España entre 1996 y 1999, fue nombrado ministros de Estado de Mónaco al año siguiente, desempeñando el cargo hasta 2005. Anteriormente, un compatriota suyo y compañero de carrera, Jean Ausseil, había realizado el mismo camino en la dirección opuesta: fue embajador de Mónaco en Madrid tras haber sido ministro de Estado de Rainiero III.
Una práctica que han seguido todos los Príncipes Soberanos desde Alberto I a Alberto II y que este último ha seguido desde que sucedió a Rainiero III en 2005. Sin embargo, no contaba con la hostilidad manifiesta de Emmanuel Macron hacia Guillaume: no le perdona lo que, según él, fue una mala gestión al frente de la cartera de Agricultura, que le puso en contra a buena parte del mundo rural; y de forma duradera, como lo han certificado episodios recientes.
Mas Alberto II no solo no estaba dispuesto a ceder, sino que amenazó con nombrar por primera vez a un monegasco para cubrir la vacante, tal y como le permite el tercer tratado de amistad entre ambos países, suscrito en 2002. Ante la posibilidad de que a Francia se le escapase el codiciado puesto, Macron ha terminado cediendo. Como indica, fiel a su estilo, el semanario satírico Le Canard Enchaîné, «Francia acaba de ser expulsada de Mali, Burkina Faso y Níger, ¡solo faltaba que también lo fuera de Mónaco!».
Este último rifirrafe confirma, una vez más, la complejidad de las relaciones entre Francia y Mónaco, que estuvieron al borde de la ruptura en 1962. En enero de aquel año, el Rainiero III promulgó un decreto que perjudicaba los intereses comerciales franceses. Una tétrica entrevista entre el Príncipe y el ministro de Estado, Émile Pelletier, se resolvió con el cese de este último. En París, el presidente Charles de Gaulle enfureció.
La escalada de tensión culminó a las 6.30 de la mañana del 12 de octubre, momento elegido por el ministro de Finanzas, Valéry Giscard d’Estaing, para restablecer los controles fronterizos. seis agentes de aduanas toman posición en la carretera 559 en la entrada oeste de Mónaco, en el municipio de Cap d'Ail, observados por una multitud de curiosos que habían acudido a presenciar el acontecimiento a pesar de la lluvia torrencial. Según el historiador Stéphane Mourlane, «en el marco de ese dispositivo, los funcionarios de aduanas son responsables de garantizar que los productos han pagado el Iva y otros impuestos sobre el volumen de negocios. Aunque incautan mercancías, no aplican impuestos, ya que la unión aduanera establecida por los tratados de 1861 y 1918».
Un operativo que fue suficiente para que volviese a imperar la cordura entre ambos Gobiernos: una nueva convención fiscal, que prohíbe a los ciudadanos franceses residentes en Mónaco acogerse a su sistema fiscal, fue firmada en 1963. Pero atrás quedaba el buen ambiente de la foto de 1960 en la que se ve a De Gaule agacharse para saludar a la pequeña Princesa Carolina.