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Prince Sverre Magnus, Marius Borg Hoeiby, Princess Ingrid Alexandra, Crown Princess Mette-Marit and Crown Prince Haakon attending Ingrid Alexandra’s 18th birthday Celebration in Oslo Norway 2022-06-16

La Familia Real noruegaGTRES

La decadencia de la Monarquía noruega: cuando se elige mal a los consortes

La incapacidad de la nueva generación para estar a la altura de las circunstancias erosionan a fuego lento a la Institución

La reciente publicación de una encuesta de la que se desprende que una aplastante mayoría de noruegos —tres de cada cuatro para ser precisos— apuesta por la permanencia en el trono del Rey Harald, que ya tiene 87 años y cuyo estado de salud se deteriora paulatinamente, es otro motivo de preocupación para la Casa Real. La encuesta tiene una vertiente positiva al expresar un apoyo nítido al actual monarca. Sin embargo, el inevitable corolario de este dato es la desconfianza que genera en el seno de la opinión pública la pareja formada por el Príncipe Heredero Haakon y su mujer, la Princesa Mette-Marit.

El reciente escándalo de las duras palizas propinadas por el hijo de esta última, Marius Borg Hoiby, a su ya exnovia —también destrozó parte del mobiliario del piso en el que tuvieron lugar los hechos, que están siendo investigados por la Policía— ha sido la base del enésimo cuestionamiento del comportamiento de los Príncipes. Obviamente, ni el Príncipe Heredero Haakon, ni la Princesa Mette-Marit son los responsables directos de las fechorías de un Borg Hoiby, cuyo comportamiento fuera de lugar ya ha sido destacado por los medios noruegos en más de una ocasión.

Crown Prince Haakon with Marius Borg Hoiby attending Chritmaslunch in Oslo 24.12.

Marius Borg Hoiby,GTRES

Pero surge una pregunta: ¿de qué sirven tantos discursos intentando concienciar sobre el carácter inaceptable de la violencia hacia las mujeres si no logran aplicarlo en su entorno más próximo? No es la única que cabe hacerse, porque ya son varios los episodios en los que los noruegos han estimado que el futuro soberano y su mujer no han sabido estar a la altura de las circunstancias. Asimismo, se puede afirmar a estas alturas que el Príncipe Heredero no ha sabido aprovechar los sucesivos periodos de regencia que se ha visto obligado a asumir —para cubrir las bajas por enfermedad de su padre— para potenciar su imagen, especialmente en lo tocante a la autoridad moral de la que precisa todo futuro Rey constitucional.

A todo esto, se suma la boda de hoy de la Princesa Marta Luisa, hija mayor de los Reyes Harald y Sonia, con su pareja desde hace años, el chamán norteamericano Durek Verrett. Más allá del riesgo que supone incorporar en cualquier familia a un sujeto con semejante capacidad de manipulación psicológica el triste espectáculo organizado a través de la venta de la exclusiva, por no hablar de la extravagante ceremonia, lo cierto es que este episodio grotesco llega en un momento especialmente inoportuno para la Corona. Por una razón fácil de entender: si bien la Princesa Marta Luisa ya no asume funciones de representación oficial, el evento de hoy compromete, quiérase o no, a la Familia Real.

La Princesa Marta Luisa de Noruega y su novio, el chamán, con el que contraerá matrimonio en agosto

La Princesa Marta Luisa de Noruega y su novio, el chamán, con el que contraerá matrimonio hoyGTRES

Con más perspectiva se podría decir, con la prudencia y reserva necesarias, que la Casa Real noruega paga su exceso de liberalidad en su evolución. Nadie, a estas alturas, pretende que los miembros de la realeza deban casarse con personas de su rango. Esta es, hoy en día, una idea completamente obsoleta. Pero la especificidad de la Monarquía aconseja un mínimo de prudencia en la elección de consortes.

Es lo que hicieron las princesas Ragnhild y Astrid, hermanas mayores del Rey Harald: la primera se casó con un Erling Lorentzen, héroe de la Resistencia durante ocupación alemana de Noruega, mientras que la segunda hizo lo propio con Johan Ferner, un medallista olímpico discretamente divorciado que después de su matrimonio se dedicó igual de discretamente a sus negocios. Jamás la opinión pública les formuló el más mínimo reproche.

En cuanto al Rey Harald, terminó ganando el pulso de casi una década que le echó a su padre para poder casarse con Sonia Haraldsen, pero el precedente le vinculó, por lo que no pudo exigir nada a sus hijos en materia matrimonial. El problema es que la opinión pública empieza a manifestar su hartazgo. De momento, casi nadie cuestiona a la Monarquía. Pero ya no es la institución adorada de los tiempos del Rey Haakon VII, aquel monarca que partió al exilio para no tener que designar a un títere de Hitler como primer ministro. Un comportamiento heroico plasmado en una película proyectada en los cines españoles hace algunos años.

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