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Miguel Ángel Revilla, en una imagen de archivo

Miguel Ángel Revilla, en una imagen de archivoGTRES

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El trabajo más extraño que ha tenido Miguel Ángel Revilla

El político se convierte una vez más en el invitado de oro de El Hormiguero

El Hormiguero vuelve a recibir a uno de los invitados más especiales de su formato. Miguel Ángel Revilla es uno de los pocos en ostentar la tarjeta de Platino que otorga el programa a sus invitados más fieles. Después de dieciocho temporadas, el expresidente de Cantabria es el segundo invitado que más veces ha visitado el plató de Pablo Motos, ya que ha estado la friolera de 31 veces –si contamos la de esta noche, 32–. El podio lo completan Santiago Segura y Mario Casas, los otros dos favoritos de la cadena.

A sus 81 años, puede decir no solo que es uno de los políticos más carismáticos de España, sino que también es uno de los más longevos en activo. A la política llegó después de estudiar Ciencias Económicas y Empresariales en el País Vasco con el dinero que ganaba trabajando y las 500 pesetas que le mandaba su padre desde Salceda, la pequeña población del municipio cántabro en la que se crio.

La vida rural le afectó de forma tan contundente que tuvieron que mandarlo a Santander a estudiar para evitar el acoso diario que sufría: «Hablaba con la 'u', tenía un aspecto lamentable (...). Sufrí mucho, me hicieron bullying, incluso los curas. Se reían de mí por la manera de hablar y tuve la suerte de que con 18 años me fui a Bilbao a estudiar Económicas».

Antes de fundar el Partido Regionalista de Cantabria (PRC), el político fue el encargado de dirigir la sucursal en Torrelavega del Banco Atlántico, además de desarrollar su carrera como profesor en la Universidad de Cantabria. Sin embargo, no es el trabajo más extraño que el político ha desempeñado. Como bien explicó en una de sus múltiples visitas a El Hormiguero, Revilla se dedicó a la exportación de caracoles a Francia.

«En el año 1970, lo recuerdo perfectamente, el mejor amigo que yo he tenido, tenía un camping y un día me dijo: 'Miguel Ángel, ¿tú podrías conseguir una licencia de exportación? Porque he pensado que aquí los caracoles no los comemos y en Francia los devoran. Entonces, compramos una furgoneta y tú te encargas de la exportación'», explicó. «Arreglé los papeles y compramos una furgoneta de cuarta mano porque no podíamos hacer una inversión grande porque no sabíamos cómo iba a salir el primer viaje, así que la puerta de atrás iba amarrada con una cuerda».

Miguel Ángel Revilla, en El Hormiguero

Miguel Ángel Revilla, en El Hormiguero@blvcom

«Entonces, llegó el día que llevamos los primeros 1.000 kilos a Francia. Mi amigo se dedicó a ir a las fruterías de la zona de Noja y Santoña a comprar cajas de fruta para meter los caracoles. Aparentemente los caracoles, que ya era el mes de diciembre, estaban dormidos». Según el político, la furgoneta iba hasta arriba de cajas. Una vez pasaron la frontera, cogieron una recta inmensa rodeada de pinos.

«Conducía yo porque mi amigo no tenía carnet de conducir y todo bien hasta que de repente empezaron a pitarnos. El coche iba bien, no salía humo ni nada, pero decidí parar porque ahí pasaba algo», contó entre risas. «Paramos y todos los caracoles habían salido del coche, que era un envoltorio de conchas de caracol. No se había caído ni uno porque la baba les mantenía pegados. Hasta los faros estaban llenos de caracoles», dijo ante la incredulidad de la audiencia.

Por suerte, para él y su amigo, pudieron llegar a Burdeos y terminaron vendiendo todos. El negocio tuvo tal éxito que hicieron dos viajes más, hasta exportar 3.000 kilos. «La furgoneta nos salió rentable. Esa fue mi experiencia exportadora».

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