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Nido de ametralladoras en una de las secciones del Cinturón de Hierro

Nido de ametralladoras, en una de las secciones del Cinturón de Hierro

Junio de 1937: el mito del Cinturón de Hierro de Bilbao

La Primera y Segunda Brigadas Navarras tomaron Amorebieta el 17 de mayo de 1937, situándose a tiro de piedra del teóricamente inexpugnable Cinturón de Hierro que protegía Bilbao

Al principio de la guerra, el general Francisco Franco estaba dispuesto a llegar a algún acuerdo con el PNV, católico y muy de derechas, que se alineaba con el Frente Popular con el único objetivo de alcanzar su soñada y más que improbable separación del resto de España. El cardenal Gomá fue encargado de intentar tender lazos de entendimiento con el presidente vasco Aguirre. En la misma línea fueron enviados monseñor Casimiro Morcillo, el conde Torrubia y el futuro cardenal Ángel Herrera. El Vaticano también intervino, siendo el cardenal Pacelli, futuro Pío XII, el encargado de trasmitir las condiciones de los nacionalistas a los peneuvistas para su rendición. Estas iniciativas no dieron ningún fruto. Aguirre se negó al acuerdo. Las operaciones militares se intensificaron.

La Primera y Segunda Brigadas Navarras tomaron Amorebieta el 17 de mayo de 1937, situándose a tiro de piedra del teóricamente inexpugnable Cinturón de Hierro que protegía Bilbao. La propaganda gubernamental loaba, día sí y día también, la imposibilidad de romper las defensas de la ciudad vasca y el valor de sus defensores. El día 28 el director del Alzamiento, Emilio Mola, ordenaba el asalto general al sistema de trincheras y blocaos que defendía la capital de Vizcaya.

El dirigente socialista Largo Caballero, para reducir la presión en el frente Norte, podía enviar 45 aviones y lanzar un ataque de distracción por Extremadura, pero los sucesos de Barcelona de comienzos de mayo 1937, que enfrentaron a tiros a anarquistas y trotskistas contra socialistas, catalanistas y comunistas, impidieron cualquier reacción. A esta situación anárquica se unía la falta de combatividad de Hidalgo de Cisneros, jefe de la aviación republicana, y del asesor aéreo soviético Smushkevich, que alegaban falta de autonomía y de aeropuertos en el norte. Intentaron reforzar la aviación republicana, haciendo escala en el aeropuerto francés de Toulouse, pero con malos resultados por su impericia a pesar de la cooperación abierta del Gobierno francés. En vuelo directo desde su propia zona lograron llegar algunos aviones de caza, a finales de mayo y mediados de junio, pero ya era demasiado tarde para cambiar la suerte de la campaña.

La Brigada «Flechas Negras»

La Brigada «Flechas Negras» ocupó Artazas, Las Arenas, Agüeche, Axpe y Desierto. A pesar del esfuerzo económico y los recursos invertidos en la construcción del cinturón bilbaíno, cuando las tropas rebeldes atacaron estas fortificaciones, los fortines de la línea no pudieron resistir los bombardeos de la artillería y la aviación rebeldes y no evitaron la caída de Bilbao. Los sublevados conocían con exactitud las posiciones enemigas, ya que el ingeniero que dirigió su construcción, Alejandro Goicoechea, les facilitó esta información. Los coroneles García Valiño, Bautista Sánchez y Bartomeu, al mando de tres brigadas navarras, entraron en Bilbao. La 5ª Brigada Navarra, a las órdenes de Bautista Sánchez, fue la primera en entrar el 19 de junio de 1937 a las cinco de la tarde.

La resistencia del Cinturón de Hierro duró menos de dos días y las tropas gubernamentales abandonaron las defensas y huyeron rápidamente. Las Divisiones republicanas 3ª y 4ª se retiraron sin épica ante el avance rebelde. Los políticos gubernamentales y separatistas abandonaron la ciudad con destino a Santander, donde llegaron setenta mil fugitivos.

La caída de la ciudad vasca supuso el derrumbamiento de un mito de fortificación militar

Antes de la caída, un vapor inglés partió con 256 cajas del archivo histórico del llamado Gobierno de Euzkadi. El capitán informó, a su llegada a La Rochelle, que traía también alhajas y objetos de valor incautados en la ciudad vasca por las milicias locales.

Soldados vascos del Batallón Amaiur - del Eusko Gudarostea (ejército vasco) - 1937

Soldados vascos del Batallón Amaiur - del Eusko Gudarostea (ejército vasco) - 1937

La caída de la ciudad vasca supuso el derrumbamiento de un mito de fortificación militar, a la que les gustaba llamar la pequeña línea Maginot y que pensaban inexpugnable. Los sublevados también tomaron posesión de un centro fabril de producción siderúrgica de primer orden. La caída de Bilbao y de toda Vizcaya supuso la pérdida para el Gobierno de uno de sus polos industriales y mineros más importantes. Para el Frente del Norte fue una catástrofe, porque apoyaba la defensa de las otras dos provincias en su mayor parte controladas por los gubernamentales: Santander y Asturias.

En torno a esas fechas, dio comienzo la reunión, en Annemasse, de la asamblea de representantes de la Segunda y Tercera Internacional, socialista y comunista respectivamente, para tratar de la ayuda al pueblo español. Unos 200 delegados acudieron al encuentro común de ambas internacionales, cuyo comunicado final resaltó la necesidad de apoyar a los izquierdistas en España dado que iban de una derrota a otra.

Fotografía de los líderes que participaron en el II Congreso de la Tercera Internacional, con Lenin delante

Fotografía de los líderes que participaron en el II Congreso de la Tercera Internacional, con Lenin delante

Muchos técnicos militares soviéticos, al servicio del Gobierno del Frente Popular, empezaron a abandonar España, especialmente los oficiales de los cuerpos especializados.

Por su lado, las emisoras republicanas difundieron las palabras del general Miaja, jefe militar del Madrid republicano: «No podemos perder. Si luchamos con ardor en los frentes de batalla y permanecemos unidos en la retaguardia no podemos perder la guerra, se podrán perder batallas pero que nadie dude que la victoria final será nuestra». Como general, no sé, pero como profeta era malo.

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