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Celebraciones de la proclamación de la Segunda República Española en Barcelona, 1931Wikimedia Commons

Historia

El rodillo ideológico que no cesa: quieren hacernos creer que el mejor periodo fue la II República

Nunca hubo democracia durante la República, pero sí levantamientos en 1934 y pistolerismo en las calles

La segunda competencia específica en el nuevo currículum educativo se basa en el «estudio de los procesos de nacionalización que se dan a raíz de la incorporación del concepto de soberanía nacional y del uso de la historia para justificarlos. Es también necesario que pueda describir el origen y evolución del Estado nacional, así como de los distintos nacionalismos y regionalismos, articulados en movimientos políticos y culturales a partir del siglo XIX».

Esta segunda competencia es enseñar que el federalismo es el futuro de España

Que en España ha habido movimientos cantonales, sobre todo en el siglo XIX, como consecuencia en gran parte de los movimientos surgidos en Europa en el 1848, es un hecho innegable. Sobre todo durante la I República. Tampoco nos podemos olvidar del movimiento constitucionalista liderado por Mariana Pineda y Rafael de Riego, aunque estos debemos inscribirlos en el liberalismo y no en el nacionalismo. Aprender sobre los nacionalismos, sobre todo los postulados por Sabino de Arana, Francesc Macià o Blas Infante. Ahora bien, justificar la evolución del Estado nacional sobre esta base es negar la historia de España porque la pretensión de esta competencia es descentralizar el Estado español. Dicho de otra manera, enseñar que el federalismo es el futuro de España. Con lo cual se rompe aquel pacto matrimonial que unió a Isabel y Fernando, los Reyes Católicos y que asentó su nieto Carlos I.

La tercera competencia no forma parte de la Historia. El bienestar social, la sostenibilidad, las desigualdades sociales y territoriales, el emprendimiento, la innovación, el aprendizaje, todo esto forma parte de otras ramas, pero no de la Historia. Las podríamos encuadrar dentro de la economía, la sociología, pero no del conocimiento de la Historia tal y como la debemos estructurar. Es cierto que la sociología y la economía son básicas para el conocimiento global de la historia. Ahora bien, tal y como se apunta, el tema no es el conocimiento histórico, sino demostrar que ciertas actitudes repercuten negativamente sobre ciertas partes de la sociedad. Como se dice en el documento, «asociar los factores económicos con la desigualdad social y territorial, y de percibir la velocidad de los cambios del mundo actual, fenómenos estos que demandan una ciudadanía resiliente, innovadora, emprendedora y comprometida con la mejora de la humanidad y del planeta». No estamos hablando de Historia, sino de antropología y sociología.

Lo mismo podemos decir de la cuarta competencia. Y, al menos, los técnicos han sido claros y no se esconden en sus intenciones: «Para ello precisa combinar el estudio histórico con las aportaciones de disciplinas como son, entre otras, la antropología, la psicología social, las ciencias políticas o la sociología, con objeto de interpretar las distintas respuestas, individuales y colectivas, que se dan ante situaciones de adversidad, incumplimiento de expectativas o ante la percepción de la injusticia». La Historia puede gestionar algunas de las actuaciones que describen, como explicar los conflictos que han existido. Incluso se puede explicar el desarrollo de los diferentes derechos que se han ido aprobando a lo largo de la Historia e incluso la evolución industrial y el retroceso agrario como consecuencia de la Revolución Industrial del siglo XIX. Cómo se pensó en ellos, cómo evolucionaron y las consecuencias de su aplicación. Ahora bien, el análisis social de todo esto, forma parte de la antropología y la sociología.

En la quinta competencia «el alumnado debe identificar los cambios en las creencias y prácticas religiosas, las formas de pensamiento y las concepciones políticas que han ido emergiendo y transformándose desde la etapa del Absolutismo y el Estado Liberal hasta la actual sociedad democrática». La idea no es explicarle al alumno que, en un momento determinado, la Reforma y la Contrarreforma revolucionó la historia de Europa. Que el Protestantismo de Enrique VIII, Lutero o Calvino cambió estructuras sociales y económicas. Esta parte les importa muy poco, pues la historia, como hemos dicho, empieza en 1812. Así pues, ¿qué pretenden?

Nunca hubo democracia. Sin embargo, quieren dar a entender que existió y se lo enseñará así al alumnado

No se esconden al decir lo siguiente: «La Guerra Civil y el Franquismo dan cuenta del grado de violencia que pueden adquirir los conflictos y las consecuencias del uso dictatorial del poder, experiencias traumáticas y dolorosas que deben conocerse con rigor para que nunca más vuelvan a suceder». Dicho de otra manera, el mejor periodo que se ha vivido en España fue la II República. Este mantra que repiten sin cesar es falso desde su fundación. Nunca hubo democracia durante la República. Ya no solo hubo un levantamiento en 1934 y un golpe político en febrero de 1936, sino que el pistolerismo dominaba las calles, la inseguridad reinaba en toda España y políticamente hablando imperó el extremismo de izquierdas, sobre todo el llevado a cabo por Largo Caballero. Por no hablar de la persecución a la Iglesia Católica y a los católicos. Nunca hubo democracia. Sin embargo, quieren dar a entender que existió y se lo enseñará así al alumnado.

Lo que pretenden es desinformar al alumno y culpabilizar a la derecha, por así decirlo, del golpe de Estado de 1936, que provocaron ellos mismos como consecuencia de un país ingobernable. Eso sí, la culpa siempre es de la derecha y de la Iglesia Católica. Por lo tanto, se la tiene que estigmatizar y ensalzar todo aquello que se aleje de estos postulados. El posicionamiento es muy sencillo. Culpabilizar a los demás de lo ocurrido y presentar a la izquierda como víctimas. Ellos lo habían hecho todo muy bien y por culpa de los demás, un periodo que fue muchas cosas, pero no democrático, se vio frustrado. Evidentemente, se somete a juicio la Guerra Civil y el Franquismo. Cuando alguien tiene que tergiversar una realidad y dar a conocer otra que nunca existió, hay un problema. No podemos dirigir la realidad a lo que nosotros nos gustaría que hubiera pasado. Esto nunca funciona.