495º aniversario
6 de mayo, cuando los españoles saquearon Roma
La Guardia Suiza del Vaticano presenta juramento cada 6 de mayo en conmemoración del Saco de Roma llevado a cabo por las tropas de Carlos I de España
Los nuevos reclutas de la Guardia Suiza del Vaticano prestan juramento el 6 de mayo de cada año. ¿Por qué? Conmemorando el Saco de Roma que llevaron a cabo las tropas de Carlos I de España y V de Alemania el 6 de mayo de 1527. Este hecho señaló una victoria imperial en el conflicto entre el Emperador y la Liga de Cognac, la alianza formada por el Papado, Francia, Milán, Venecia, y Florencia, firmada el 2 de mayo de 1526.
Antecedentes
El Papa Clemente VII dio su apoyo a Francia en un intento por alterar el equilibrio de fuerzas en la región, y para liberar al Papado de la hegemonía del Sacro Imperio Romano Germánico. A pesar de su inferioridad numérica, las tropas imperiales ganaron batalla tras batalla hasta conquistar Milán y dominar el norte de Italia. Tras derrotar al ejército francés en Italia, Carlos I no pudo pagar a sus soldados que tuvieron que vivir sobre el terreno. Para evitar deserciones y tropelías de los imperiales, el condestable Carlos de Borbón les prometió que cobrarían con creces conquistando Florencia o Roma. Aparte de 700 hombres de armas, el Ejército lo componían unos 5.000 españoles a las órdenes de Alfonso de Ávalos, marqués del Vasto, 10.000 lansquenetes al mando de Jorge de Frundsberg, 3000 soldados de infantería italiana comandada por Ferrante I Gonzaga y los 800 soldados de caballería ligera de Filiberto, príncipe de Orange.
Carlos de Borbón dejó Arezzo el 20 de abril de 1527, aprovechando el caos entre los venecianos y sus aliados tras la revuelta en Florencia contra los Médici. Los imperiales saquearon Acquapendente y San Lorenzo alle Grotte y ocuparon Viterbo y Ronciglione, alcanzando las murallas de Roma el 5 de mayo.
Los saqueos
Hubo, sin embargo, un saco de Roma previo en septiembre de 1526 que anticipaba el que vendría después. En esa ocasión, el conflicto entre cardenal Pompeo Colonna y el Papa Clemente VII llevó a Colonna a meter en Roma a más de 3.000 españoles y napolitanos, con ayuda del gobernador de Nápoles, Hugo de Moncada. Junto a los partidarios del cardenal, saquearon parte de Roma, el Vaticano y, sobre todo, las propiedades de los Orsini. El papa tuvo que refugiarse en el castillo de Sant'Angelo, y aceptar las condiciones de Moncada: tregua de cuatro meses, retirar sus tropas de Lombardía, una fuerte indemnización económica, romper la alianza con Francia y no tomar represalias contra los Colonna. El pontífice aceptó y, en septiembre, las tropas españolas regresaron a Nápoles.
En la antesala de las acciones de 1527, Carlos I hizo una nueva advertencia a Clemente VII para que abandonara la Liga de Cognac. El Papa incumplió el acuerdo firmado, excomulgó al cardenal Colonna y arrasó las villas y castillos de su familia. Estos apelaron a los españoles de Nápoles, por lo que una fuerza de 20.000 hombres marchó sobre Roma.
En marzo de 1527 las tropas papales se centraron en la defensa de Florencia, por lo que el ejército imperial caminó sobre Roma. El Papa pactó una tregua con el virrey de Nápoles, quien había de aportar la artillería para batir las murallas romanas. Tras el pacto, el virrey ordenó al condestable Borbón que detuviera su avance, cosa que rechazó, alegando que solo recibía órdenes del emperador.
Las tropas que defendían Roma estaban formadas por tres mil soldados italianos dirigidos por Renzo da Ceri, los lugareños voluntarios organizados en milicias y por la Guardia Suiza del Papa. Clemente VII había despedido en marzo dos mil soldados suizos, que dejando Roma habían pasado a engrosar las filas del ejército de la Liga comandada por el duque de Urbino. También había licenciado unos 2.000 soldados de las Bandas Negras a cargo de Orazio Baglioni, pero parte de ellos estuvieron a la defensa de la ciudad en mayo.
Las fortificaciones de la ciudad incluían murallas imponentes y poseían una buena artillería, de la que el ejército imperial carecía por la ausencia de los napolitanos. El duque Carlos necesitaba conquistar la ciudad deprisa, para evitar el riesgo de verse atrapado entre la ciudad asediada y el ejército de la Liga que protegía Florencia.
147 guardias murieron para que el Papa Clemente VII escapara junto a trece cardenales y 3.000 miembros de su séquito
El 6 de mayo, el ejército imperial atacó las murallas en el Janículo y la Colina Vaticana. El duque de Borbón fue mortalmente herido en el asalto por una bala disparada por Benvenuto Cellini. La muerte del jefe respetado hizo que desapareciera la moderación en los soldados, que asaltaron las murallas de Roma conquistándolas ese mismo día.
Casi toda la guardia fue masacrada por las tropas imperiales en las escalinatas de la Basílica de San Pedro. Los 147 guardias murieron para que Clemente VII escapara, a través de un corredor secreto que une la Ciudad del Vaticano con el Castillo de Sant'Angelo. Le acompañaban trece cardenales y unos tres mil miembros de su séquito.
El cardenal Pompeo Colonna entró en la ciudad seguido por sus campesinos, deseosos de vengarse de los saqueos sufridos antes por orden papal
El posterior saqueo de la Ciudad Eterna fue debido, en parte, a las represalias que alentaron los Colonna, ansiosos de venganza. Destruyeron y despojaron de todo objeto precioso iglesias, palacios cardenalicios y monasterios, excepto las iglesias nacionales españolas y alemanas. Incluso los cardenales amigos tuvieron que pagar para proteger sus riquezas. El 8 de mayo, el cardenal Pompeo Colonna entró en la ciudad seguido por sus campesinos, deseosos de vengarse de los saqueos sufridos antes por orden papal. Los asaltantes robaron parte de las obras de arte que se hallaban en el Vaticano, causando cuantiosas pérdidas. Artistas como Giulio Romano y Marcantonio Raimondi optaron por emigrar.
Después de tres días de estragos, el Príncipe de Orange, como nueva cabeza del ejército en sustitución del fallecido Borbón, ordenó sin éxito que cesara el saqueo. Francesco Maria della Rovere y Michele Antonio de Saluzzo llegaron con algunas tropas el 1 de junio a Monterosi, absteniéndose de luchar contra los soldados imperiales.
El 6 de junio, Clemente VII se rindió y acordó pagar un rescate de 400.000 ducados a cambio de su vida. La capitulación incluía la cesión de Parma, Plasencia, Civitavecchia y Módena al Sacro Imperio Romano Germánico, aunque solo la última pudo ser ocupada. Al mismo tiempo, Venecia se aprovechó de su situación para tomar Cervia y Rávena. Mientras, Pandolfo IV Malatesta tomó Rímini, pero pronto fue derrotado por las tropas papales.
Repercusiones
Carlos I estuvo disgustado y pidió disculpas al Papa, se vistió de luto y suspendió los festejos por el nacimiento de su hijo Felipe. Pero el secretario del Emperador, Alfonso de Valdés, publicó un escrito en el que afirmaba que el asalto había sido el castigo de Dios contra la corrupción papal. Cal y arena.
Clemente VII pasó el resto de su vida evitando problemas con Carlos V, por ejemplo, le negó a Enrique VIII de Inglaterra una nulidad matrimonial porque Catalina de Aragón era la tía de Carlos. Esto señaló el fin del Renacimiento romano, dañó el prestigio del Papado y liberó las manos de Carlos V para actuar contra la Reforma luterana.
En diciembre de 1527, ante una nueva agresión francesa, los españoles liberaron al pontífice, que solo había podido reunir 150.000 ducados, para que llevase a los galos propuestas de paz. La guerra prosiguió a favor de las armas imperiales.
En junio de 1529, el papa y el emperador llegaron a un acuerdo. Fue en el Tratado de Barcelona. Se perdonaron mutuamente, se devolvieron los territorios usurpados y lucharon juntos contra los herejes luteranos. A Clemente le interesaba mucho recuperar el control sobre Florencia, que se había autoproclamado república, y solo podía hacerlo con el respaldo imperial. Como broche final del acuerdo, en el mes de octubre, en Bolonia, Carlos V besó los pies del Santo Padre. En febrero de 1530 y en la misma ciudad, el papa le coronaba Rey de los Romanos y Soberano de Lombardía.
Los descendientes de Carlos V volverían a tener un enemigo frecuente en el Papa, azuzado por Francia, para minar el poder hispano en Italia. Las cenizas romanas ayudaron también a explicar la aparición del movimiento de la Contrarreforma, en busca de restaurar la pureza de la Iglesia.