Fundado en 1910

Tōgō y su tripulación en la cubierta del Mikasa. Pintura de Tōjō Shōtarō (1906)

La batalla Tsushima

La batalla que abrió las puertas de la expansión imperialista a Japón

Rusia iba perdiendo dominio en el mar del Japón y en el Amarillo, hasta que las flotas de ambos países se encontraron en el estrecho de Tsushima, entrada al mar del Japón, donde se producirá la batalla decisiva el 27 de mayo de 1905

En los últimos años del siglo XIX, el Imperio Ruso se mantenía como una de las grande potencias navales, con influencia en el Este y norte de Europa (mar Negro y mar Báltico), además de en el Extremo Oriente, en aguas del Pacífico. Una potencia occidental moderna que pronto hará frente al gran Imperio del Sol Naciente que se extendía por Oriente como una de las nuevas potencias emergentes.

El poderío de Japón empezaría a tener su impulso en los primeros años del siglo XX, en un contexto de imperialismo desatado por todas las potencias occidentales como Gran Bretaña, Alemania, Rusia o Estados Unidos, que también entraba al juego después de la guerra de 1898 contra España. Asimismo, Japón, que hasta hace poco era un país feudal, había iniciado un proceso de modernización desde 1868, que afectó a todos los ámbitos del país, incluido en lo correspondiente al Ejército y a la Marina.

Además, la situación de Japón de conflictos y divisiones políticas internas se había solventado ya en la década de 1890, y esta potencia comenzaba a interesarse por territorios cercanos como pueden ser la Península de Corea o China. En concreto, la situación de Japón con China se volvió tensa cuando se inició la guerra entre los dos países por el control de Corea, entre los años 1894 y 1895. Tras este conflicto, Japón comenzó su etapa imperialista al tener Corea como zona de influencia. El siguiente paso fue la anexión de la zona de Manchuria (noreste de China), en un momento en que la dinastía Qing había perdido autoridad claramente. Sin embargo, otra potencia imperialista como Rusia se interesará por estas zonas y por el dominio del estratégico mar Amarillo, rivalizando así con el naciente Imperio del Japón.

Japón tenía la ventaja de la cercanía y la proximidad con estos territorios, y de este modo comenzaron las hostilidades entre las dos potencias en 1904. Tras una serie de batallas, se dio por sentado que la estrategia naval japonesa era realmente efectiva, con una flota al mando del almirante Togo Heihachiro, bautizado por los occidentales como el «Nelson del Este».

De este modo, Rusia iba perdiendo dominio en el mar del Japón y en el Amarillo, hasta que las flotas de ambos países se encontraron en el Estrecho de Tsushima, entrada al mar del Japón, donde se producirá la batalla decisiva el 27 de mayo de 1905. La flota combinada japonesa, que se encontraba en las costas coreanas, se dirigió al estrecho para debilitar a la flota rusa que pretendía cruzarlo desde el sur. Los barcos rusos restantes se dirigieron hacia el norte donde tuvieron otro enfrentamiento contra la flota nipona al día siguiente. Finalmente los rusos se rinden, perdiendo así la mayor parte de la flota del Báltico. En cambio, la flota japonesa solo sufrió el hundimiento de tres torpederos. Tras la batalla, la guerra entre Rusia y Japón queda decidida por la victoria de esta última.

Algunos de los daños que sufrió Orel, un acorazado de la Armada Imperial Rusa

El fin del conflicto supuso un gran impacto en el mundo, debido a que una potencia asiática emergente había derrotado a una potencia occidental bien constituida. Va a suponer el inicio de una nueva época en la que ya no solo los imperios europeos van a tener colonias, si no que otros países no occidentales como Japón van a entrar en este juego, sobre todo a partir de las siguientes décadas hasta la Segunda Guerra Mundial.

Sin duda, dicha victoria por parte de los japoneses tendría un gran impacto, sobre todo, en Oriente, que va a considerar este logro como su propia victoria. Tras este suceso, en zonas como Persia, la India, Egipto o Turquía van a surgir grandes movimientos nacionalistas que se desarrollarán sobre todo a partir del periodo de la Primera Guerra Mundial.

Japón se convirtió en el referente de Asia, en un ejemplo a seguir para los países orientales, hasta el punto de que estudiantes de diferentes países se dirigían a Tokio para aprender los secretos del progreso, y cómo sus naciones podían hacer frente a la amenaza occidental.