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Peñón de Alhucemas

Peñón de Alhucemas

La Torre de la isla de Alhucemas, símbolo de la presencia española en el norte de África

La existencia de guarnición marroquí en el peñón alarmó a los españoles que entendían que la isla era propia por la cesión hecha por el sultán Muley Abdalá a Felipe II en 1560 para evitar la expansión otomana por Marruecos

Aparece en la prensa una noticia sorprendente. El Ministerio de Defensa ha autorizado la demolición de la torre que preside la isla o peñón de Alhucemas, frente a la costa marroquí. Al parecer está en mal estado, afectada por humedades y descomposiciones en la estructura que comprometen su seguridad. Se supone que se ha llegado a este punto por falta de mantenimiento y que no hay presupuesto para una refacción adecuada. Nadie se dio cuenta del deterioro progresivo o nadie quiso pararlo. La torre herida por el rayo de la desidia. El caso es que afecta al valor simbólico del punto más alto de la posesión española, visible desde Marruecos y señal de presencia hispana. ¿Se quiere acabar con el símbolo? Es de suponer que la iglesia, sin uso, también se halla en mal estado y, a lo peor, están esperando la autorización del Ministerio para derribarla y acabar con las señales de la vida civil que hubo en el lugar hasta buen entrado el siglo XX.

La isla de Alhucemas, llamada de Albuzemes o de Nekor, es una defensa natural de las costas opuestas. En el siglo XVII un aventurero francés de nombre Rolland Fréjus visitó la zona y se extrañó de que las vegas de la zona estuvieran sin cultivar. Le explicaron los naturales que no lo hacían por temor a las incursiones cristianas que destruían los cultivos y que era necesario fortificar la isla para proteger la comarca pero que el sultán no lo hacía. Este aventurero intentó, entre 1664 y 1672, abrir el territorio de Tensaman al comercio mediante una compañía que denominó de Albuzeme. El francés intentó ganar dinero engañando a los naturales con el sultán y al sultán con el Rey de Francia. Acabó sin negocios y sin dinero pero dejó publicado un curioso libro: Relation d’un voyage fait en 1666 aux royaumes de Maroc et de Fez, pour l’établissement du Commerce avec la France (1682). El sultán Muley Rachid aprovechó para construir unas fortificaciones en la isla y asegurarse su posesión.

Postal en la que se muestra el peñón de Alhucemas, un islote rocoso frente a la costa marroquí, se estableció en 1852

Postal en la que se muestra el peñón de Alhucemas, un islote rocoso frente a la costa marroquí, se estableció en 1852

La existencia de guarnición marroquí en el peñón alarmó a los españoles que entendían que la isla era propia por la cesión hecha por el sultán Muley Abdalá a Felipe II en 1560 para evitar la expansión otomana por Marruecos. Casi un siglo después, en 1673, se ordenó a Andrés Dávalos, príncipe de Montesarcho, la ocupación del islote. Partió de Gibraltar, hizo escala en el peñón de Vélez de la Gomera y se dirigió a Alhucemas desde donde actuaban embarcaciones que tomaban cautivos a cristianos. La isla estaba defendida también por un castillo en la costa por lo que Montesacho se dedicó a bombardear costa e isla desde los barcos y desde una batería desembarcada en un islote adyacente al de Alhucemas. El propio sultán Ismail acudió con tropas para enfrentarse a los españoles pero no fue muy bien recibido por los habitantes que eran partidarios de su sobrino y pretendiente. Tomada la isla, los españoles procedieron a derribar las defensas musulmanas, muy dañadas, y a levantar nuevas aprovechando la piedra del lugar. El príncipe trató favorablemente con los cabileños rifeños y regresó dejando una guarnición y pidiendo las ayudas necesarias. Desde entonces ha permanecido ocupada por españoles y aunque sufrió bombardeos, como el ordenado por Abd el Krim el Khattabi en 1921, nunca se perdió.

En la época, aunque la plaza se fortificara y tuviera una utilidad esencialmente militar, se facilitaba el asentamiento de población civil para dar servicio a la guarnición y para aprovechar las pocas posibilidades económicas del lugar como eran la pesca y el comercio con los rifeños. Hacia 1920 el militar Francisco Carcaño Más visitó el lugar. Carcaño era un hombre aficionado a escribir sobre la presencia española en África. Había nacido en Torrevieja en 1886 y murió al inicio de la Guerra Civil en Mahón. Es autor de una de las primeras novelas dedicadas a Melilla: La hija de Marte (1930) y de algunas obras sobre el Protectorado. Era colaborador habitual de El Telegrama del Rif. Las crónicas del viaje las reunió en un folleto titulado Las plazas menores de África (Melilla 1921). En ellas describe someramente la población de la isla de Alhucemas: trescientas treinta personas incluida la guarnición. La escuela tenía diez párvulos, quince niñas y veinticuatro niños. Contaba con oficina de correos, tiendas y una iglesia atendida por el capellán castrense.

La población necesitaba organizarse horariamente para el desempeño de sus tareas. El reloj de pulsera o de bolsillo era un lujo cuando no una joya y los habitantes no podían limitarse a los toques militares. Por eso se levantó la torre con un reloj. No es una obra antigua, es de las más recientes de la pequeña población. Se debe al gobernador de la isla el teniente coronel Mariano Arqués Chavarría, padre del escritor Enrique Arqués, que tuvo el mando en la plaza desde el 1 de noviembre de 1904 al 31 de mayo de 1907. Ahora la van a derribar por falta de utilidad práctica sin ver más allá de lo inmediato.

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