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Interior de la iglesia San Juan de LetránCarlos Jimenez Ruiz / Flickr

Cuando soldados catalanes defendieron San Juan de Letrán durante el saqueo de Roma

San Juan de Letrán fue la única iglesia no robadaen en el saqueo de Roma. Ésta se salvó gracias, según el testimonio del militar Rafael de Llanza, a la intervención de unos soldados catalanes

Uno de los acontecimientos históricos con más repercusión política con el Vaticano, durante el reinado de Carlos V, fue el Saqueo de Roma. San Juan de Letrán fue la única iglesia no saqueada. Ésta se salvó gracias, según el testimonio del militar Rafael de Llanza, a la intervención de unos soldados catalanes. Llanza escribe en su Diario el 30 de marzo de 1807…

«Hoy pasé a St. Juan Letrán, afín de copiar a la letra los nombres que insinué en uno de los días pasados, de los Oficiales de los Tercios Catalanes los cuales salvaron el Templo de ser saqueado cuando esta Ciudad fue asaltada por el Ejército del Duque de Borbón, cuyos nombres y apellidos son los siguientes: Corellá Governador de la Región de Valencia; Francº Soler; Guillén Ramón; Francº Alós; Ripoll Pere; Narciso de St. Díonis; Villamaría Rumá; Martín Tolá; Dn. Civere; Guillén Ramón; Francº Ferrer; Juan Martorell; Pere de Corellá; Bartolomé Ferrer; Francº de Soler; Galcerán Mercader; Calatayu; Luis de Soler; Romeo Yac. Inmediato a estas tablas que contienen estos nombres y apellidos, acompañado cada uno de su blasón o escudo de armas, se encuentra una tablilla cuyo contenido es el siguiente: 'Renovóse esta memoria por mandato del Ilmo. Señor Don Luis de Requesens Comendador Mayor de Castilla Embajador de la M. C. en el mes de Agosto de 1564'».

Felíu de la Peña en Anales de Cataluña, Libro III, páginas 168 a 169, publicado en 1709 narra así los sucesos ocurridos en Roma…

«Mal cumplió el francés lo que había ofrecido en las Paces que firmó en Madrid, al primero de Julio: rompió el comercio con Cataluña, no dejaba pasar a Nápoles fu Virrey, que fe hallaba en Paris, solicitó prender a Don Hugo de Moncada, que hubo de pasar disimulado, y disfrazado por Francia, para ejecutar el orden del César en la Embajada extraordinaria al Papa, por ocasión de la guerra que comenzaba Su Santidad en Italia, coligado con los Enemigos de Noyon: dio su Parlamento por nula la de Madrid, y determinose a faltar a la obligación que debía a Carlos V.

Pasó con harto peligro Don Hugo de Moncada a Roma, halló al Duque de Sesa ya fuera de la Corte Romana: entró Moncada, propuso al Papa los medios de Paz, que no admitió; y desconfiando templar en ánimo del Pontífice, y reducirle a la concordia que deseaba el César, partió de Roma; agregándose al Duque de Cesa, y al cardenal Pompeo Colonna, y determinó con las armas buscar los medios de la Paz de Italia. Juntó mil y quinientos soldados, todos, o los más españoles, y otros tantos Caballos del Reino de Nápoles, y juntándose con ellos la gente del cardenal Colonna, formó un mediano ejército. Partió con esta gente Moncada a Roma: entró después de poca resistencia a la Ciudad, apoderase del Barrio, o Burgo, que llaman Vaticano, y del Sacro Palacio, al cual entraron los soldados, robándole sin atención alguna: determinaron proseguir el sacrilegio, o ejecutar otro mayor, entrando en lo sagrado de la iglesia de San Juan de Letrán, para profanarla, y hurtar la riqueza que había ofrecido la devoción de los fieles a aquel santuario, y tan célebre, y venerado Templo. No lo permitió el celo católico de los catalanes, gobernados por sus capitanes don Hugo de Moncada, don Felipe, don Juan de Cervelló, N. de Corbera, y N. Burell, pues intrépidos algunos de ellos apartándose de los demás soldados, le opusieron incontrastables muros a la defensa de la iglesia, y consiguieron guardarla, a todo el tropel del ejército. De cuya acción gloriosa agradecidos los romanos, mandaros esculpir, o pintar las Armas, divisas, y nombres de los defensores en la misma Iglesia, como de presente se hallan, habiéndoles vuelto a pintar después de haber limpiado, o blanqueado la iglesia; de donde hizo copiar sus nombres, hallándose en Roma el Canónigo y Arcediano de Barcelona don Francisco Senjust, a quien se debe dar todo crédito, por ser sujeto bien conocido, y son los siguientes: Bartolomé de Ferrer, Francisco de Soler, Guillen Mercader, Romeo de Iac, N. de Calatayud, Luis de Soler, Martín de Tolá, N. de Civere, Guillen Ramon, N. de Cruilles, N. Ferrer, Martorell de Juan, Pedro de Corella, N. de Corella Gobernador de Valencia, Guillen Ramón Vilafranca, N. Alós, Pedro de Ripoll, Narciso de Santonís, Vilamarí Ramon».

Tablilla

Esta es la descripción de la defensa de San Juan de Letrán hecha por Felíu de la Peña. No es cierto que Hugo de Moncada entrara en Roma junto con las tropas del cardenal Colonna. Roma ya estaba sitiada por Colonna y Moncada, en una jugada estratégica, se presentó, ante la ciudad y ante Clemente VII, como el liberador de aquella ciudad del asedio. Más adelante escribe:

«Proseguía su camino a Florencia el duque de Borbón, determinado de pasar a Roma. Temió el Papa más al enemigo, que al ejército, solicitó que don Hugo de Moncada saliese al paso a Borbón, para detenerle: hizo la diligencia don Hugo con toda verdad, y Borbón el viaje con toda prisa; pero lo cierto es, que ni uno, ni otro pudieron detener el coraje del ejército: llegó Borbón sobre Roma a 25 de Mayo, sucedió el asalto, muerte de Borbón, y saco de Roma, no aprobado, antes sentido del César».

En el Diccionario Enciclopédico Espasa-Calpe se puede leer, al tratar la biografía de Luis de Requesens: «siendo en 1564 embajador en Roma, hizo renovar a sus expensas el monumento dedicado a los catalanes que en 1527, durante el asalto y saqueo de la Ciudad Eterna, impidieron que fuese saqueada la Basílica de San Juan de Letrán».

Así pues, los soldados catalanes no saquearon San Juan de Letrán porque se presentaron como liberadores. Rafael de Llanza vio una parte de aquel monumento dedicado a esos soldados. El paso de los años lo diezmó. Por eso no nombra a Hugo de Moncada. Su nombre, como el de los otros 63 soldados que no aparecen nombrados, se perdieron. Si tenemos en cuenta que hoy en día no se tiene constancia que una vez existió dicho monumento, no nos ha de extrañar que, en el momento de la restauración, se omitieran escudos, divisas y nombres pues, ya en aquella época se desconocía quienes fueron los soldados catalanes que lucharon en la defensa de San Juan de Letrán.