La rivalidad entre Abd el Krim y El Raisuni: no les unió ni tener de enemigo común a España
Entendían el poder de una manera similar aunque Abd el Krim tenía un sentido modernizador propio del Estado y Raisuni se conformaba con seguir siendo un caudillo absoluto
Es difícil saber cuál era el proyecto inicial de Abd el Krim el Jatabi. La desbandada española en el Rif precipitó unos acontecimientos que, seguramente, el líder rifeño no tenía previstos inicialmente cuando se puso al frente de la rebelión de su pueblo contra los españoles en Marruecos. El caso fue que, de la noche a la mañana, se vio al frente de una confederación de cabilas que solían ser rivales y enemigas y señor de un territorio muy grande. La consolidación de su jefatura tenía la misma causa que su caída: la guerra constante. La vorágine de los acontecimientos lo convirtió, ante todo, en un jefe guerrillero, un señor de la guerra contra un enemigo exterior. Pero un país tan pequeño como el Rif, de escasos recursos y poca población no podía estar siempre en guerra con posibilidades de éxito. Se debilitaba, empobrecía aún más y se quedaba sin habitantes. No fue asequible a las propuestas de pacto y cayó en las redes de aventureros internacionales que, por otra parte, eran los únicos que se atrevieron a apoyar la hipotética república.
Abd el Krim siempre estuvo en guerra contra España y con una continua pérdida de territorio a pesar de algunos éxitos parciales y de conservar el Rif Central. Pero, con el tiempo, en una política suicida, se buscó otros enemigos que lo llevaron al caos y la derrota. Por un lado, El Raisuni; por el otro, Francia. Es una historia llena de pasión en la época más convulsa de la historia de Marruecos.
El Raisuni, aliado y enemigo de España
Mulay Ahmad Raisuni fue un cabecilla del norte marroquí, señor de las montañas del Ajmas y de la costa entre Arcila –donde fue bajá (funcionario turco)– y Larache. Un personaje entre el feudalismo y el nacionalismo extremo que se opuso al sultán, con el que mantenía la lógica rivalidad del poder en un país donde el Estado no estaba consolidado, y combatió a los españoles. Su figura es compleja y no se puede despachar en dos párrafos. Se le atribuye una crueldad excesiva contra los que discutían su autoridad y no pagaban los impuestos que exigía. Pero también se le otorgan actos de piedad y de benevolencia con los necesitados. Como buen caudillo territorial, intentó el pacto cuando le convino. Fue amigo de Silvestre, en la época en que éste fue comandante general de Larache, y del cónsul Zugasti. En ese momento creyeron que permitiendo su autoridad, integrándolo en la estructura política, iba a ser más fácil mantener el protectorado español. Incluso aspiró a ser nombrado jalifa de la Zona. Pero España tenía el compromiso internacional de sostener el Majzen y fortalecerlo, lo que iba contra una política de acuerdos con cabecilla locales y rebeldes al soberano.
En un primer momento del Protectorado, se acercó a España. Su odio a Francia lo llevó también a la germanofilia. La astucia del marroquí, la lentitud en la toma de decisiones y la falta de determinación definitiva hacía que el caudillo yebalí provocara la desconfianza española. La actuación de Raisuni atacando a los viajeros de los caminos del norte, secuestrando y robando lo colocaban al borde del bandidaje intolerable. La exclusión de su candidatura al jalifato provocó la ruptura total con España. El jalifa era el representante del sultán en la Zona española, la máxima autoridad del Majzen en Tetuán, el cargo más deseado por los marroquíes del norte.
Una alianza estéril
A partir de 1919, El Raisuni se puso contra España y tomo el control de los montes de Beni Aros en los alrededores de Xauen. El general Berenguer, alto comisario y comandante de las fuerzas de la parte occidental de la zona, emprendió una dura campaña contra él. La caída de Annual en 1921 impidió que culminara con éxito cuando ya se encontraba cercado y debilitado. El abandono de las posiciones decretado por Primo de Rivera, lo hacía señor de un territorio mucho más amplio. Quizás porque pensaba que esa situación iba a ser irreversible, o tal vez porque no le quedaba otra opción, aceptó colaborar con los españoles en el repliegue. En ningún caso quiso aliarse con Abd el Krim para combatir a las tropas hispanas. Eran rivales, a pesar de tener un enemigo común. Entendían el poder de una manera similar aunque Abd el Krim tenía un sentido modernizador propio del Estado y Raisuni se conformaba con seguir siendo un caudillo absoluto. Raisuni era un cherif, de familia noble, y Abd el Krim un faquí, un letrado con estudios pero procedente de una cabila bereber. La rivalidad entre ambos llegaba a lo personal, a la forma de entender las relaciones y a la soberbia compartida. Raisuni estaba enfermo de hidropesía, muy debilitado y con dificultades para moverse. No podía liderar un ejército en batalla. Tampoco supo explicar bien a su pueblo las ventajas de un acuerdo con España. Los marroquíes admiraban la determinación de Abd el Krim que en 1924 tenía un poderoso ejército bien armado. Y que no iba a tolerar una alianza de su rival con los españoles. Como señala Carlos Tessainer en El Raisuni aliado y enemigo de España (Algazara 1998), esta atracción y el cansancio de soportar la arbitrariedad y tiranía, hizo que muchos de sus seguidores se pasaran en bloque a Abd el Krim, encabezado por su lugarteniente El Jeriro.
La secuencia continuó con el ataque de Abd el Krim a El Raisuni y su apresamiento en su palacio de Tazarut, donde estaba confinado por su enfermedad terminal. No tuvo en cuenta la edad, la salud ni la posición que siempre mantuvo por la independencia. Le dispensó el mismo trato cruel que a los prisioneros españoles, hasta que murió. Abd el Krim El Jatabi llegaba de esa manera a las puertas de Tetuán, dominando las alturas del Gorgues. Tenía a los españoles constreñidos en una útil franja costera. Pero era una ilusión de conquista. Se había ganado como enemigos a los pocos seguidores de Raisuni que quedaron y se abrió un doble frente, al este y al oeste, con España que ganaba tiempo para reorganizar el ejército y atacar con garantías.