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Óleo de Francisco García Ibáñez. La llegada de Colón a Barcelona a mediados de abril de 1493 y recibido por los Reyes Católicos

Descubrimiento del Nuevo mundo

La majestuosidad con la que los Reyes Católicos recibieron a Cristóbal Colón en Barcelona

El genovés tenía muy claro que todo el mérito era para España y desembarcó en Palos de la Frontera, desde donde envió cartas a los Reyes Católicos para contarles el descubrimiento y pedirles audiencia

Una vez descubiertas las Indias Occidentales, el almirante Cristóbal Colón salió de La Española –actual Haití– el 4 de enero de 1493. Su primer destino fue el puerto de Lisboa. Allí rechazó la oferta de Juan II de Portugal para apropiarse del descubrimiento. Colón tenía muy claro que todo el mérito era para España. Sin posibilidad de negociación partió de Lisboa y desembarcó en el puerto de Palos de la Frontera el 15 de marzo de 1493. A su llegada envió cartas a los Reyes Católicos para contarles el descubrimiento y pedirles audiencia. Mientras esperaba respuesta descansó dos semanas en el Monasterio de Santa María de La Rábida (Huelva).

Los Reyes Católicos residían en el Monasterio de San Jerónimo de Murtra, pues Fernando II de Aragón aún se estaba restableciendo de un atentado sufrido el 7 de diciembre de 1942. Aquel día Juan de Canyamàs, un remensa domiciliado en La Roca del Valles, le asestó una puñalada en el cuello, dejándolo mal herido. Canyamàs fue sentenciado a muerte y aquel día fue ajusticiado. A pesar del incidente, la puñalada no hizo peligrar la vida del Rey. Se desconoce si la intención de Canyamàs era asesinarlo o solo pretendía advertirlo. Tampoco se sabe si actuó en solitario o hubo un complot con otros remansas. El hecho es que, como consecuencia de aquel ataque, perdió la vida. Pues bien, una vez curado de la herida, los Reyes Católicos se trasladaron al Monasterio. Allí recibieron al almirante Colón el 21 de abril de 1493.

Se engalanó Barcelona y cuando Colón y su séquito llegaron lo recibieron altos cortesanos. Al penetrar en el salón del trono se levantaron los Reyes Católicos y cuando Colón quiso arrodillarse le pidieron que se levantara y se sentara en una silla cerca de ellos. Colón fue el único al que se le permitió permanecer sentado. Ante los Reyes dijo: «Señores, mi fe no era un sueño, he pisado el suelo indiano y en él tremola el pabellón hispano al lado del Santo emblema del Cristianismo».

Los Reyes Católicos reciben a Cristóbal ColónGTRES

Entonces les hizo el relato del viaje y de las islas con su fresca vegetación y sus habitantes desnudos, entre otros temas. Les presentó a los indios casi desnudos, quienes rezaron el Ave María y se santiguaron. Sus hombres traían jaulas con cacatúas, grandes ratas indias y pequeños perros que no podían ladrar. Abrieron barriles con extraños pescados en salazón y arcas con algodón, áloe, especias y pieles de grandes iguanas. Les mostraron arcos, flechas y porras, y Colón les habló de los caribes devoradores de carne humana o caníbales, y de las sirenas frente a Monte Christi, pero aseguró que no había visto ninguno de los monstruos que los cosmógrafos creían existentes en las islas al fin de la tierra. Luego les mostró todo el oro que traía. Entre otras cosas coronas de oro, grandes máscaras decoradas con oro, ornamentos de oro batido, pepitas de oro, polvo de oro. Los soberanos se arrodillaron, y con ellos todos los presentes, dando gracias a Dios que había puesto estas cosas en sus manos. El coro cantó un Te Deum, y las crónicas dicen que todos los ojos se llenaron con lágrimas de indescriptible alegría.

Como escribió Francisco López de Gomara: «Lo que más miraron fue los hombres, que traían cercillos de oro en las orejas y en las narices, que ni fuesen blancos, ni negros, ni loros, sino como triciados o membrillos cochos. Los seis indios se bautizaron, y el Rey, la Reina y el príncipe Don Juan, su hijo, fueron los padrinos, por autorizar con sus personas el santo bautismo de Cristo en aquellos primeros cristianos de las Indias y Nuevo Mundo».

Una vez terminada la explicación, el Rey Fernando y el Príncipe Juan acompañaron a Colón a la posada donde pernoctó aquellos días en Barcelona. El Rey le hizo cabalgar a su lado, privilegio hasta entonces reservado a la sangre real. Durante su estancia en Barcelona varios de los indios que le acompañaron fueron bautizados en la Catedral. Colón, como gesto de agradecimiento a la ciudad, hizo fundir parte del oro y mandó hacer un cáliz. Este fue entregado a la Catedral y se conservó allí hasta principios del siglo XIX.

Estando en Barcelona fue invitado a comer por el Arzobispo de Toledo y Primado de España, Pedro González de Mendoza, hermano del duque del Infantado. Este era un gran privilegio pues, en aquella época se decía que era el tercer rey de España. El cardenal, según las crónicas, «le llevó un día saliendo del Palacio a comer consigo, y sentole a la mesa en el lugar más prominente y más propincuo a sí, y mandó que le sirviesen el manjar cubierto e le hicieren salva; y aquella fue la primera vez que al dicho Almirante se le hizo salva, y le sirvieron cubierto como a señor, y desde allí adelante se sirvió con la solemnidad y fausto que requería su signo título de almirante».

Siguiendo los consejos de los Reyes Católicos, Colón abandonó Barcelona el 28 de mayo de 1493. Viajó a Tortosa, Villareal, Valencia, Játiva, Andújar, Córdoba. Llego a Sevilla el 20 de junio de 1493 y empezó a preparar el segundo viaje a las Indias Occidentales.

En 1882 se constituyó en Barcelona una Comisión Central Ejecutiva del Monumento a Cristóbal Colón. Una vez derrocadas las viejas murallas de la ciudad se le quiso erigir un monumento. Este se ubicó al final de las Ramblas, frente al puerto barcelonés. En la memoria descriptiva del proyecto se puede leer: «El genovés loco y aventurero despreciado por las cortes de Europa, supo demostrar con un heroísmo que raya en el martirio la verdad de sus cálculos. ¡Él que podía erigirse en rey dominador de una tierra virgen, cuyos habitantes le idolatraban, la puso generosamente ante el solio de unos monarcas protectores!». El lema que definía el espíritu de aquel proyecto decía: «Honrando a Colón, Cataluña honra a sus hijos predilectos».