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Recibimiento de Colón por los Reyes Católicos, de Ricardo Balaca

Recibimiento de Colón por los Reyes Católicos, de Ricardo Balaca

Las católicas razones de la Reina Isabel para traerse a Colón a España

«El Almirante se movía en una mentalidad plenamente esclavista», dice de él el historiador T. de Azcona

La 'Hora de Dios' no llegó con Cristóbal Colón al Nuevo Mundo. Ni siquiera llegó a un nuevo mundo, que él supiera. Acabó sus días en una cárcel, de vuelta a España y aunque sus últimas palabras fueron «En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu», muestras de fe como esta no habían asomado cuando catorce años antes se encontró con la civilización que habitaba las Indias, donde permanecería hasta ser apresado y enviado ante los pies de Isabel la Católica en el año 1500. La hora de Dios llegaba en realidad a América casi 30 años después de aquel 12 de octubre en el que La Niña, La Pinta y La Santa María divisaron tierra firme tras tres meses de travesía por el Atlántico, pero esa es otra historia.

No llegó la hora de Dios con Colón, según el historiador francés Jean Dumont, por su propia personalidad en primer lugar, y en segundo y tercer, por la debilidad de los nativos americanos a las enfermedades europeas y los «largos balbuceos de la evangelización y la colonización». En su obra, La hora de Dios en el Nuevo Mundo (Ed. Encuentro), Dumont desmitifica al «descubridor que descubre poco», de quien la historia romántica ha dejado una imagen de héroe, pero que en realidad tenía unas limitaciones que le impidieron «asumir la grandeza humana y religiosa de su empresa».

'Desembarco de Colón de Dióscoro Puebla'. Primer desembarco de Cristóbal Colón en América, óleo de 1862 de Dióscoro Teófilo Puebla (1831-1901)

'Desembarco de Colón de Dióscoro Puebla'. Primer desembarco de Cristóbal Colón en América, óleo de 1862 de Dióscoro Teófilo Puebla (1831-1901)

Antes que el genovés, habría sido un tal Alonso Sánchez de Huelva quien llegase por primera vez a América, pero de vuelta naufragó y acabó en Madeira, en la casa de Colón, a quien dejó sus mapas antes de morir. Cristóbal los hizo propios y los llevó ante Isabel I de Castilla, apodada la Católica, que puso todos los medios necesarios para seguir los pasos del marino andaluz, pero en provecho propio. La Reina tenía un propósito firmemente cristianizador, sino por qué iba a insistir tanto con la conquista de Granada y con convertir a los indios para el Reino de Dios.

Con este católico fin, chocaba la propia personalidad de Colón. «El Almirante se movía en una mentalidad plenamente esclavista», dice de él el historiador Tarsicio de Azcona. La visión de Isabel se adhería, de manera contraria a la del genovés, a la bula que el Papa Alejandro VI (Piis fidelium, 1493), había emitido y que obligaba a la Corona española a enviar a todos los misioneros necesarios para garantizar la evangelización en las nuevas tierras.

Tumba de Cristóbal Colón de la Catedral de Sevilla (lado derecho del crucero)

Tumba de Cristóbal Colón de la Catedral de Sevilla (lado derecho del crucero)

El 29 de mayo de 1493, antes incluso de recibir el mandato de Alejandro VI, los Reyes Católicos se congratulaban de que Colón hubiera encontrado indios «muy preparados para convertirse ya que no tienen ni ley religiosa ni secta», se dice en la Instrucción que entregaron al marinero. Estipulaba esta orden que los indios tenían que «ser tratados amorosamente».

Mercantilista y esclavista, Colón comenzó a enviar a España lotes de indios cuya venta aconsejaba. No fue un escándalo el arresto del genovés y su envío a España, encadenado. «Ya era evidente el fracaso casi total humano y religioso», afirma Dumont. Y no escandalizó a nadie porque ya en 1495 Isabel obligó a volver a América un primer barco lleno de esclavos indios y cuatro años más tarde anunció que todo aquel que trajera esclavos debería, «so pena de muerte», devolverlos a su lugar de origen, en América, libres.

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