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Mapa de América de Sebastián Munster

Cuando las Indias españolas se extendieron hasta África

Las islas de Fernando Poo y Annobón se posesionaron desde el Virreinato del Río de la Plata con una expedición que partió de Montevideo. Una situación extraordinaria e irrepetible: la adscripción de un trozo de África a América

Las relaciones entre portugueses y españoles en la frontera del Río de la Plata siempre fueron conflictivas. Ni los límites trazados en el Tratado de Tordesillas de 1494 eran matemáticos, ni el conocimiento geográfico preciso. Portugal aprovechó estas circunstancias para expandir Brasil por el oeste y lo intentó en el sur. En 1680, el maestre de campo Manuel Lobo fundó la colonia de Sacramento, actualmente la bonita ciudad de Colonia en Uruguay, usurpando territorios españoles. En 1705 es recuperada por el gobernador de Buenos Aires García Ros, ayudado por los jesuitas y los indios de sus misiones. Se inició una larga serie de disputas diplomáticas y militares. Los dos países creían tener derecho a ese lugar. Los portugueses ocuparon otra vez la colonia 1716, aunque no lograron apoderarse del terreno donde hoy se asienta Montevideo en 1723. Siguió un largo periodo de incidentes que terminaron acordándose un statu quo en 1737.

Los españoles tenían pocas fuerzas destacadas en la zona y los portugueses aprovechaban la situación para el contrabando y el robo de ganado

Lucha continua con Portugal

El problema no solo era de dominio territorial. Los españoles tenían pocas fuerzas destacadas en la zona y los portugueses aprovechaban la situación para el contrabando y el robo de ganado. La situación enquistada solo podía tener una solución diplomática y el resultado fue la firma del Tratado de Madrid de 13 de enero de 1750, cuyas cláusulas incluían el intercambio de Colonia por el territorio de las misiones orientales. Significaba un cambio político muy grande y el desplazamiento de grandes comunidades guaraníes. Estos hechos se reflejan parcialmente en la película La Misión (1986) de Roland Joffé. Era muy perjudicial para España y para las comunidades indígenas apoyadas por los jesuitas, y por eso nunca se llegó a perfeccionar porque, a pesar de haber nombrado comisionados, nunca se delimitaron las posesiones.

No se estaba dispuesto a cumplir y en 1756 se organizó una operación secreta al Río de la Plata. Aquí aparece un hombre clave en la zona, don Pedro de Cevallos, que la comandaba. Su figura ha sido ya estudiada en profundidad a partir del libro de Enrique M. Barba Don Pedro de Cevallos gobernador de Buenos Aires y virrey del Río de la Plata (La Plata 1937). Cevallos no tenía intención de respetar lo pactado en 1750; quería recuperar Sacramento sin ceder los pueblos españoles de las orillas del Plata.

En ese momento se produce otro hecho nefasto para los intereses de España, Carlos III firmó el III Pacto de Familia con Francia en 1761. Suponía entrar en la Guerra de los Siete contra Inglaterra al año siguiente. Los británicos eran aliados de Portugal, el tratado de 1750 quedaba definitivamente olvidado y la guerra llegó a América. En esta ocasión, los portugueses contaban con el auxilio de una flota británica. Cevallos tuvo un importante triunfo militar recuperando Sacramento y derrotando a la flota enemiga. Pero los ingleses tomaron La Habana y Manila. Hubo que reabrirla vía diplomática y España, en el Tratado de París de 1763, recuperó esas dos plazas a cambio de Florida, obtuvo Luisiana de Francia, pero tuvo que devolver la colonia del Sacramento a Portugal, aunque no el resto de los territorios conquistados gracias a la firmeza de Cevallos en la defensa de la postura.

Cevallos volvió a España para ocupar puestos importantes en la jerarquía militar. En 1776 se observaron movimientos de tropas portuguesas en la zona que se creía pacificada. Se decidió una nueva expedición militar, que mandaría Cevallos. Termina con el mayor éxito: con la conquista de la isla de Santa Catalina y la colonia del Sacramento. Cevallos es nombrado virrey del recién creado Virreinato del Río de la Plata. Un hombre, en palabras de Enrique M. Barba, con un afán desmedido de lucro y un carácter altanero… pero también con una disciplina férrea, un valor indomable y una energía que lo empujaba a luchar contra todos.

La delimitación final se hizo en el Tratado de San Ildefonso de 1777, completado con el de El pardo de 1778. En éstos Portugal concedía a España las islas de Fernando Poo y Annobón en África. Ni los portugueses poseían esas islas que nunca ocuparon y se limitaban a visitar esporádicamente, ni los españoles tenían noticias ciertas sobre las mismas. Fue una especie de regalo envenenado por su inutilidad en el momento. No sirvieron para ninguna de sus dos ventajas que señalaban los portugueses: ni para la extracción de esclavos, ni como punto de abastecimiento y parada de los barcos españoles en sus viajes a Filipinas.

Es una historia larga en la que aparece otro personaje histórico con ribetes de legendario, el brigadier conde de Argelejo. Este militar ya ha sido biografiado a partir del libro de Manuel Cencillo de Pineda El brigadier conde de Argelejo y su expedición militar a Fernando Poo en 1778 (Madrid, 1948). Había acudido con Cevallos en la expedición de 1776 al mando del Regimiento de Sevilla y contribuyó a la toma isla de Santa Catalina. Entonces don Felipe de los Santos Toro, conde de Argelejo, era coronel. Debió comportarse bien y con eso se ganó la confianza del virrey que, cuando dispuso la posesión de las islas africanas en Buenos Aires, lo nombró jefe de la expedición. Ya había ascendido a brigadier.

En este punto comienza lo insólito. Las islas de Fernando Poo y Annobón se posesionaron desde el Virreinato del Río de la Plata con una expedición que partió de Montevideo. Con esto, su configuración político-administrativa iba a quedar fijada a las Indias españolas. Se había creado una gobernación dependiente de Buenos Aires y no de Madrid y, automáticamente y en un asombroso alarde de previsión legislativa, se extendieron las Leyes de Indias de manera total, como ordenamiento completo, a las nuevas posesiones. Una situación extraordinaria e irrepetible: la adscripción de un trozo de África a América. La expedición acabó diezmada por la enfermedad y Argelejo murió durante la comisión. Pero esa es otra historia.