El Putsch de Múnich: Adolf Hitler intenta asaltar el poder en 1923
Hitler y sus más fieles seguidores fueron encarcelados, pero de este suceso nació la semilla que llevaría a los nazis al poder 10 años después
Las noticias de un intento de golpe de Estado de carácter ultranacionalista en Alemania han llegado a las portadas de los periódicos de toda Europa. El pequeño partido Ciudadanos de Reich parece que aspiraba a emular un suceso del que dentro de pocas semanas se cumplirán 100 años, el intento de golpe de Estado promovido por Hitler, con miembros de Partido Nacionalsocialistas Obrero Alemán (NSDAP), en Múnich a comienzos de noviembre de 1923.
El Putsch de Múnich o de la Cervecería fracasó. Hitler, y sus más fieles seguidores fueron encarcelados, pero de este suceso nació la semilla que llevaría a los nazis al poder 10 años después. Convencido de que la vía insurreccional y armada no le daría el poder Hitler se dedicó los diez años siguientes a crear un gran partido de masas que le permitiese ser canciller del Reich en 1933.
La crisis económica y la hiperinflación favorecía el crecimiento del Partido Nazi. En enero de 1923, un dólar estadounidense equivalía a 17.972 marcos alemanes, mientras que en agosto ya se cambiaba por 4.620.455 marcos y en septiembre por 98.860.000, y en octubre por 25.260.280.000 para alcanzar en noviembre el astronómico cambio 4.200.000.000.000. La ocupación franco-belga de Renania y del Ruhr, el corazón industrial de Alemania, por causa del retraso alemán en el pago de las indemnizaciones de guerra favoreció que los grupos y partidos ultranacionalistas alemanes lograsen más y más seguidores. El Partido Nazi pasó, entre febrero y noviembre de 1923, de 35.000 afiliados a más de 55.000, convirtiéndose en el principal partido de Baviera.
El nuevo gobierno bávaro prohibió las reuniones del Partido Nazi conocedor de su idea de derrocar al Gobierno berlinés
El nuevo gobierno federal se había visto obligado a aceptar las humillantes condiciones impuestas básicamente por el gobierno francés, lo que fue interpretado por los grupos nacionalistas como una traición. La situación en Baviera era muy tensa. Para evitar un alzamiento, fue nombrado 26 de noviembre de 1923 gobernador de Baviera Gustav von Kahr, al frente de un triunvirato del que formaban parte el jefe del Ejército bávaro, Otto von Lossow, y el de la Policía, Hans Ritter von Seisser. El nuevo gobierno bávaro prohibió las reuniones del Partido Nazi conocedor de su idea de derrocar al Gobierno berlinés. El ambiente era muy tenso. Hitler y el general Ludendorff habían participado, el 1 y el 2 de septiembre, en Nuremberg, en un gran desfile en el que marcharon cien mil paramilitares nacionalistas durante más de dos horas. Muchos de ellos eran miembros de las milicias nazis de las SA que comandaba Ernst Röhm.
En 1922 Mussolini había logrado el poder después de su Marcha Sobre Roma. Un suceso que inspiró a Hitler para movilizar a sus partidarios –básicamente excombatientes de la Primera Guerra Mundial– descontentos con las condiciones políticas, económicas y militares que los vencedores habían impuesto a los alemanes en el Tratado de Versalles (1919). Hitler planeó dar un golpe de fuerza para hacerse primero, con el control de Baviera, y luego con el gobierno federal alemán. La fecha marcada para su sublevación era el 9 de noviembre, aniversario de la proclamación de la república en 1918. El golpe se produciría en Múnich, aunque también se realizarían acciones en las principales ciudades bávaras: Ratisbona, Augsburgo, Ingolstadt, Nuremberg y Wurzburgo. Las milicias nazis debían apoderarse de las estaciones de ferrocarril, las centrales de telégrafo y teléfono, de las estaciones de radio, de los edificios públicos y de las comisarías y detener a los dirigentes socialistas y comunistas y a los representantes de los sindicatos. Los nazis disponían en Múnich de un máximo de 4.000 hombres, de los que menos de la mitad pertenecían al partido nazi, a las SA. Frente a ellos había 2.600 policías y soldados, mejor encuadrados y armados.
Hitler planeó dar un golpe de fuerza para hacerse primero, con el control de Baviera, y luego con el gobierno federal alemán
Von Kahr ministro presidente de Baviera estaba dando un gran mitin en una enorme cervecería en Múnich el 8 de noviembre. A las 20:30 se vio interrumpido por un gran alboroto: un grupo de hombres armados, encabezado por Hitler, que portaba una pistola, irrumpieron en la sala. Hitler con algunos de sus hombres alcanzó con dificultad el estrado atravesando lentamente la multitud que abarrotaba el local. Para lograr silencio Hitler disparó al aire, dijo: «Ha estallado la revolución nacional. Seiscientos hombres armados ocupan la sala. Si no se restablece la calma de inmediato, se colocará una ametralladora sobre la galería. El Gobierno bávaro queda destituido y se ha formado un gabinete provisional». Afirmando, lo que era falso, que contaba con el apoyo de la policía y el ejército. Después de coaccionar a los miembros presentes del gobierno bávaro para que se unieran a su golpe de estado, Hitler abandonó la cervecería para ir a ocupar las calles de Munich, momento en el que Von Kar y su gobierno aprovecharon para salir del local y ordenar al ejército y a la policía que se opusieran al golpe de estado de los nazis.
La mañana del 9 de noviembre quedó claro que las fuerzas armadas y la policía se mantenían fieles a la legalidad. En el resto de Baviera los conatos de rebelión habían fracasado o ni siquiera habían llegado a producirse. A últimas horas de la mañana, Hitler y Ludendorff, convencidos de que el Ejército no dispararía al «estratega de la Primera Guerra Mundial» reunieron a unos dos mil partidarios y se dirigieron hacia el centro de la ciudad. Encabezaban la marcha de doce en fondo Hitler y Ludendorff, seguidos de los SA y de los militantes de la Liga Oberland. Tras ellos iban los cadetes de la escuela de infantería y los jinetes de la SA, que no habían participado en acción alguna desde el comienzo del pronunciamiento. Una multitud aclamó a la columna mientras avanzaban, para luego desbaratar una primera barrera policial sobre un puente del río Isar. Poco después se produjo un tiroteo entre los nazis y la policía. Göring fue herido de gravedad en el muslo. Max Erwin von Scheubner-Richter cayó muerto y a Hitler se le descoyuntó el hombro, salvando la vida gracias a sus guardaespaldas. Cuatro policías murieron en la refriega y dieciséis manifestantes, cinco de ellos de la escolta del führer, los futuros SS. La policía detuvo inmediatamente a Ludendorff entre otros cabecillas. Göring logró escapar. Hitler huyó, pero fue finalmente arrestado el 11 de noviembre en una casa de campo de Ernst Hanfstaengl en la que se había ocultado.
Hitler y sus más cercanos colaboradores fueron juzgados por alta traición y por la muerte de cuatro agentes de policía, crímenes que se castigaban con la pena de muerte
Hitler y sus más cercanos colaboradores fueron juzgados por alta traición y por la muerte de cuatro agentes de policía, crímenes que se castigaban con la pena de muerte. Tanto los fiscales como los jueces mostraron una clara simpatía por los acusados y se esforzaron por excluir de los hechos que se juzgaban a Ludendorff. El presidente del tribunal consideraba que Ludendorff era «la única baza de Alemania». Se evitó que algunos testigos cruciales declarasen y se dejaron de presentar algunas pruebas fundamentales, esencialmente para no implicar a Von Kahr, Von Lossow, Von Seiser y a muchos miembros del Ejército en Baviera en el proyecto de derrocamiento del Gobierno nacional de Berlín. Hitler, a pesar de ser condenado, se convirtió en uno de los grandes líderes políticos del pueblo alemán.
Durante el juicio afirmo: «No he acudido ante el tribunal para negar nada ni evitar mis responsabilidades. (...) (El golpe) lo he llevado a cabo solo. En última instancia, soy el único que lo deseaba. Los demás acusados únicamente han colaborado conmigo al final. Estoy convencido de no haber deseado nada malo. Cargo con la responsabilidad de todas las consecuencias. Pero debo decir que no soy un criminal y que no me creo tal, todo lo contrario». Las penas dictadas fueron leve: Hitler fue condenado a 5 años de cárcel en una fortaleza, de los que se restaron los 6 meses que habían pasado en prisión preventiva. Los demás acusados, entre ellos Ernst Röhm, recibieron condenas tan cortas que quedaron compensadas por el período que habían pasado encerrados en espera de juicio. Ludendorff fue absuelto. El tribunal justificó su benevolencia argumentando que a los golpistas «los había guiado un espíritu puro de patriotismo y la voluntad más noble». Además, Hitler de nacimiento austriaco no fue deportado porque, según los jueces, no debía aplicarse a un hombre como Hitler «que piensa y siente como alemán».
Hitler salió anticipadamente de la cárcel el 20 de diciembre de 1924, aunque sin poder dar discursos públicos en la mayor parte del país hasta 1927 y sin poder residir en Prusia hasta 1928. En 1933 subió democrática al poder.