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Enero de 1922: meses después del desastre de Annual

Centenario

Abd el-Krim y los prisioneros: cuatro millones de pesetas para rescatar a los últimos presos de Annual

Habían pasado dieciocho meses en condiciones infrahumanas y esclavizados para los trabajos que los rifeños les imponían de manera cruel

El 1 de febrero de 1923, hace cien años, regresaban a España los prisioneros sobrevivientes, cogidos por Abd el-Krim tras el desastre de Annual. Habían pasado dieciocho meses en condiciones infrahumanas, sometidos a la arbitrariedad y los malos tratos, mal alimentados y sin cuidados médicos suficientes, salvo la ayuda del sargento Basallo, sin respeto a la dignidad humana y esclavizados para los trabajos que los rifeños les imponían de manera cruel. Este episodio, junto a la masacre de Monte Arruit, presentan el lado más oscuro del líder rifeño. Unos quinientos militares cogidos en las distintas posiciones y campamentos vencidos. 43 de ellos oficiales, encabezados por el general Navarro y el coronel Araujo. Y algunos civiles tomados en las minas de Beni Bu Ifrur, entre ellos la joven Carmen Úbeda, sometida a violaciones y venta.

El conocimiento de la existencia de prisioneros y las condiciones en las que se hallaban, puso al gobierno en una situación difícil porque la opinión pública exigía el rescate pero los militares trataban de impedirlo. Las muertes por enfermedad y malos tratos y las represalias rifeñas entre los intentos de fuga estaban mermando a los españoles. El problema es que Abd el-Krim solo quería dinero a cambio de la liberación y el gobierno español sabía que ese dinero se iba a gastar en comprar armas para combatir a los españoles. El dilema era de difícil solución.

El problema es que Abd el-Krim solo quería dinero a cambio de la liberación y el gobierno español sabía que ese dinero se iba a gastar en comprar armas para combatir a los españoles

Ante las dudas del gobierno, se organizó por parte de familiares y la Federación de empleados y obreros del Ayuntamiento de Madrid crearon una Comisión pro-rescate de los prisioneros. El presidente de esta comisión, Manuel Cerezo Garrido, dejó constancia de las negociaciones en un voluminoso libro: El rescate de los prisioneros (Libro de la verdad) (Melilla 1922). Posteriormente fue el padre Revilla, antiguo militar que tenía acceso a los rifeños, quien intentó llegar a un acuerdo. Otro intento de mediación lo llevó a cabo el marroquí Sidi Dris Ben Said, un notable de Salé cuya fortuna familiar embargó Francia acusado de colaborar con Alemania. Había trasladado su residencia a Tetuán y sus conversaciones mejoraron el estado, y tal vez la vida de Navarro y los demás. Murió de una manera extraña, cuando estaba en el campo abierto, vestido de blanco y con militares españoles de uniforme, un tiro disparado a unos cuatrocientos metros acabó con él. José Manuel y Luis de Armiñán, en su libro Francia, el dictador y el moro (Madrid, 1930), señalan la posibilidad de que los partidarios de la guerra sin negociación fueran los instigadores. Los intentos gubernamentales por ofrecer a Abd el-Krim una autonomía dentro de Marruecos, intercambio con rifeños presos en España, ayuda económica e incluso la creación de un ejército propio rifeño fueron rechazos por un líder en lo más alto de su poder.

Las noticias llegaban a través del peñón de Alhucemas. Se sabían detalles de la vida que llevaban los cautivos. Se mandaron algunos alimentos y medicinas pagando por ellos a los guardianes. Empezaron los rumores, muy persistentes, de que algunos prisioneros eran vendidos como esclavos en los zocos del Atlas. Hubo quién aseguró que el general Silvestre estaba vivo. Meses más tarde, el diario ABC envió a César González Ruano a asegurarse de que esos rumores eran falsos. Lo acompañó el escritor Luis Antonio de Vega, buen conocedor del país y del idioma. No encontraron ningún indicio.

En agosto de 1922, el periodista y director de La Libertad Luis de Oteyza, acompañado de los fotógrafos Alfonso y Díaz, logró llegar al corazón del Rif y en Axdir pudo visitar a los prisioneros y entrevistar a Abd el-Krim. Los artículos publicados fueron recogidos en el libro Abd el-Krim y los prisioneros (Madrid, 1924). El rifeño se presentó como el protector de los prisioneros que, aseguraba, no fueron capturados por su cabila de Beni Urriagel sino por otras más próximas a Melilla, que no tuvo nada que ver en la matanza de Monte Arruit y que si no daban más alimentos a los cautivos es por las carencias en que vivían en el Rif. No podía decir otra cosa. Oteyza se hizo un forme partidario del rescate y escribió: «He aquí una historia que parece de otros siglos… Tiene del pasado remoto el escenario y los personajes… Y tiene del momento presente su argumento: el gobierno de España no se preocupa, ni se ocupa siquiera de la vida y de la libertad de sus súbditos».

La situación se enquistaba. El alto comisario general Berenguer no era partidario del canje por dinero, conocía bien la dureza de la guerra. En enero de 1923, en el último gobierno de la Monarquía, fue nombrado alto comisario de España en Marruecos el liberal Manuel García Prieto, primer civil en el cargo. Se optó entonces por aceptar la realidad e iniciar las negociaciones. Fue el ministro Santiago Alba quién tomó el asunto en sus manos, agilizó las negociaciones y asumió el pago de un rescate.

Al final, el 28 de enero de 1923 subieron a bordo 45 jefes y oficiales, 274 individuos de tropa y 38 paisanos, algunos niños

Como el gobierno no quería que tuvieran carácter oficial y Abd el-Krim rechazaba a negociadores militares, se usó al empresario vasco Horacio Echevarrieta para esta ingrata labor. El acuerdo era la liberación a cambio de 3.200.000 pesetas, pero el rifeño logró sacar otras 270.000 mientras el barco esperaba el embarque de los prisioneros como atenciones al transporte y otras causas diversas. En total, con otras cantidades entregadas anteriormente, se llegó a la cifra de 4.000.000 de pesetas. Decisión difícil, muy criticada en los cuarteles pero aceptada en la opinión pública. Al final, el 28 de enero de 1923 subieron a bordo 45 jefes y oficiales, 274 individuos de tropa y 38 paisanos, algunos niños. Durante el cautiverio fallecieron 152 españoles. También fueron puestos en libertad cuarenta rifeños presos.

La guerra continuó hasta 1926 y esto supuso la existencia de nuevos prisioneros que nunca se rescataron. En 1924 los rifeños capturaron otros prisioneros que fueron degollados después de meses de trabajos forzados y malos tratos.