Sánchez y su forzado gesto de respeto ante Mohamed V y Hassan II
Mientras en España promueve leyes de memoria que persiguen cualquier acto de exaltación, el presidente rindió honores a monarcas absolutistas marroquís
Marruecos siempre ha sido un enano pero que ha tenido la habilidad, decisión y valor, gracias a las amistades de su rey Hassan II y ahora de Mohamed VI, de poder jugar en las grandes ligas. Una realidad que contrasta con una España que por derecho debería ocupar un papel importante en el escenario internacional pero a la que sus gobernantes, desde la Transición, le hacen jugar en segunda división, al menos en lo que se refiere a Marruecos. Sobre todo, si tenemos en cuenta, que una gran parte del producto interior bruto de Marruecos sale de los ingresos de los súbditos marroquíes que trabajan, viven y cobran sustanciosas subvenciones en y de España.
Mohammed V había sido apartado del trono marroquí por Francia, poniendo en su lugar a Mohammed ben Arafa. El depuesto sultán fue confinado con su familia primero en Córcega y luego Madagascar, ambas posesiones francesas, al tiempo que el nacionalismo marroquí, en plena descolonización, crecía por días, a lo que los franceses reaccionaron con una brutal represión.
El 6 de noviembre de 1955 se produjo la declaración unilateral de Francia renunciando a su protectora marroquí; Marruecos acceda a la condición de Estado independiente, unido a Francia por los vínculos permanentes de una interdependencia libremente consentida y definida. En abril de 1956 España se vio, arrastra por Francia, obligada a dar la independencia a su Protectorado marroquí. Subió al trono de Rabat Sidi Mohammed ben Yúsef, más conocido como Mohammed V.
El fin del protectorado en la zona francesa fue seguido por la matanza de muchos súbditos galos que vivían en el territorio. Franco, un soldado africanistas con un grandísimo conocimiento de Marruecos, decidió que, durante unos años, hasta el 31 de agosto de 1961, tropas de La Legión española y de Regulares permanecieran en el antiguo territorio bajo soberanía española para garantizar la seguridad de los españoles que vivían en él. No hubo matanza de españoles en Marruecos.
En febrero de 1956, el futuro Hassan III, nada más lograr la independencia, fue nombrado por su padre jefe de las Fuerzas Armadas Reales. Desde su cargo Hassan II organizó y preparo las agresiones a los territorios españoles fronterizos con Marruecos de Ifni y Sahara. Esta etapa ha pasado a la historia de España como la guerra de Ifni Sahara de 1957 y 1958. En un contexto de guerra no declarada, pero con muchos combates, el general Franco llegó a enviar a la escuadra española (mandada por el vicealmirante Nieto Antúnez compuesta por los cruceros Canarias y Méndez Núñez y los destructores José Luis Díez, Gravina, Escaño y Almirante Miranda) frente a las costas marroquíes de Agadir. Las agresiones pararon.
Hassan II no era persona a la que le temblase el pulso. Durante los disturbios de los rifeños (etnia bereber que habitan en el Rif al norte de Marruecos en el antiguo protectorado español), el futuro rey Hassan II dirigió la brutal represión que diezmo a esta población, una represión que en cierta forma continua hasta la actualidad.
En 1957 fue nombrado oficialmente príncipe heredero para subir al trono a la muerte de su padre en 1961. Desde este mismo momento puso en marcha todos los recursos para convertir a Marruecos en una potencia regional, adueñarse del Gran Magreb, lo que supondría la expulsión de España de Ceuta, Melilla, Ifni y Sahara. Un proyecto que le llevó a chocar con Argelia y Mauritania y ganarse la inquina de gran parte de la población saharaui.
Hassan II, rey y jefe religioso de su pueblo, dotado de un valor frío, con una más que notable inteligencia política y una concepción del poder de carácter absolutista desde la cuna, ha gobernado Marruecos con mano de hierro, manteniendo a sus súbditos en una controlable pobreza. Heredo y ha perpetuado un sistema parlamentario que nada tiene que ver con lo que en Occidente se entiende por democracia y soberanía popular, pues en el Marruecos ayer, hoy y, seguramente, en el de mañana todo el poder está en mano del Rey y de la oligarquía que vive y se enriquece de su mano.
La dureza del régimen absolutista del Rey de Marruecos no ha impedido que muchos de sus súbditos hayan intentado cambiar las cosas. Hassan II sufrió dos intentos de golpe de Estado (en 1971 y en 1972) que fallaron y de los que salió ileso de forma casi milagrosa, lo que fue utilizado para crearle cierta aura de personaje santo elegido por Ala. Uno de los golpistas fue una de las manos derecha del monarca, el general Mohammed Ufqir.
Ufquir fue durante un largo periodo de tiempo ministro del Interior, hasta que el 16 de agosto de 1972 intentó dar un golpe de Estado en contra del propio Hassan II. La tentativa, conocida como Operación Buraq, fracasó y, a la noche siguiente, según fuentes oficiales, el general se suicidó de un tiro. Aunque existen otras versiones de la historia, como la de que fue asesinado en presencia de Hassan II, llegando algunas versiones a asegurar que su muerte llegó de manos del propio monarca que le disparó n persona.
Entre los años 60 y 80 el escenario político estaba muy tenso, sobre todo, entre la oposición y la monarquía. Hassan II se vio obligado a emplear la fuerza, lo que dio lugar a numerosas violaciones de los derechos humanos. Mehdi Ben Barka, activista y disidente del régimen de Hassan II, murió en extrañas circunstancias en los episodios de la historia de Marruecos conocidos como los Años de Plomo.
En 1972, Hassan II elaborará una nueva Carta Magna. Para consolidar su trono se apoyará en el nacionalismo marroquí para así reconciliarse con su pueblo, centrándose en viejos objetivos como la recuperación del Sahara Occidental, entonces provincia española. Va a ser esta cuestión un elemento de cohesión entre el Rey y los partidos políticos, surgiendo un Hassan II «garante de la integridad territorial de Marruecos en sus fronteras auténticas». Fruto de esta táctica política, con el apoyo de la CIA y de Arabia Saudita, Hassan II desencadenará la operación que ha pasado a la historia con el nombre de Marcha Verde. Un plan para expulsar a España del Sahara, eliminar el derecho de los saharauis a decidir sobre su futuro, contraviniendo las ordenes de la ONU, aprovechando la enfermedad que llevó a la muerte al generalísimo Franco.
La operación fue todo un éxito. Las tropas marroquíes ocuparon los cuarteles que el Ejército español recibió órdenes de entregar. Juan Carlos I subía al trono con apoyo de los Estados Unidos. Los saharauis fueron abandonados a su suerte ante las protestas de socialistas y comunistas por la traición que esto suponía. Franco había muerto y llegaba la Transición a España.
Desde entonces Marruecos ha sido un mal vecino que se ha aprovechado de la debilidad y los complejos de los distintos gobiernos españoles. Ha utilizado la inmigración ilegal como un arma arrojadiza. Ha utilizado a los integristas islámicos como una baza para sus negociaciones y ha espiado a ministros y al jefe del gobierno español.
En los tiempos coloniales los marroquíes decían que Gran Bretaña paga, Francia pega y España ni paga ni pega. Empleando un símil taurino, el toro marroquí nos ha ganado terreno y nos ha terminado cogiendo una y otra vez. Dicen que Franco en su lecho de muerte, cuando le informaron de la Marcha Verde, ordenó declarar la guerra a Marruecos. Parece que dijo, «llamar a Yagüe él lo arreglara». La historia nos enseña que llevando flores a las tumbas de nuestros enemigos muertos nada se arregla.