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Dibujo de los campos de trabajo Katorga realizado por el polaco Aleksander Sochaczewski

Dibujo de los campos de trabajo Katorga realizado por el polaco Aleksander Sochaczewski

Así eran los campos de trabajo del Imperio Ruso según Dostoievski

Los Kartoga fueron los campos de trabajo del Imperio ruso durante el siglo XVIII y XIX, donde los prisioneros hacían de mineros y agricultores para abastecer a la población. Sobre ellos el régimen soviético levantaría los gulags

«A la medianoche, a la hora exacta del nacimiento de Cristo, me colocaron por primera vez las cadenas», escribió Dostoievski sobre su detención en San Petersburgo en 1849. El novelista ruso llevaba varios meses asistiendo a unas tertulias literarias clandestinas con otros escritores, en las que se leían ensayos de autores franceses que estaban vetados por el zarismo. Durante una de aquellas reuniones, uno de los asistentes era, en verdad, un agente de la policía secreta del zar Nicolás I.

Al día siguiente el autor de El Jugador fue encarcelado en la fortaleza de Pedro y Pablo, donde estuvo hasta la celebración del juicio. El 16 de noviembre los jueces le sentenciaron a la pena capital por conspiración política y encubrimiento de los enemigos del Zar y de Rusia. Dostoievski pasó más de un mes en prisión esperando su fusilamiento, pero en el último momento le conmutaron la pena a cambio del destierro a un campo de trabajo en Siberia.

Dostoevski en 1879

Dostoevski en 1879

«Ahora no escribiré nimiedades»

Durante su encarcelamiento pudo repasar todos los momentos de su vida previa, y recordar a su padre, pero especialmente a su madre, que se encargaba del cuidado del pequeño Fiódor y sus hermanos. Para él supuso la ternura y amor que recordaría durante años. Pero la muerte de su madre por tuberculosis cuando aún era pequeño le sumió en una depresión que se agudizó con el tiempo por el alcohol. Por esa razón, Fiódor y su hermano fueron enviados a la Escuela de Ingenieros militares de San Petersburgo, donde empezó a interesarse por la escritura y la literatura. Allí conoció la noticia de la muerte de su padre, que acentúo la epilepsia que sufrió durante toda su vida. Aunque la enfermedad nunca le impidió escribir. Tan solo seis años antes de su detención, se licenció y estuvo otros dos años sirviendo hasta que dejó el ejército para dedicarse plenamente a la escritura. Su éxito y su desgracia llegaron al mismo tiempo. Meses antes de su detención publicó la novela epistolar Pobres gentes, que gustó mucho entre el público y la crítica. En ese momento, tal vez, Dostoievski pensó que sería su última obra.

Después de un duro viaje por la estepa siberiana llegó Omsk, donde debía cumplir una condena de trabajos forzosos de cinco años. Compartió barracón con todo tipo de delincuentes, prisioneros políticos y soportó unas condiciones durísimas de frio extremo, poca comida y castigos. A pesar del sufrimiento, Dostoievski, explicó a su hermano en una carta que su estancia allí «lejos de ser estéril, ha resultado fructífero para mí. Porque ahora no escribiré más nimiedades». De hecho, conocemos en detalle su vida como prisionero porque al salir escribió Memorias de la casa muerta, una novela protagonizada por su álter ego Aleksandr Petróvich. A través de su literatura empezó a mostrar los sentimientos que le invadieron durante su cautiverio, al pensar que «transcurrirán así años y años, mirando siempre por la misma hendidura y viendo el mismo baluarte, los mismos centinelas y el mismo jirón de cielo, no del que se extiende sobre el presidio, sino de otro cielo lejano y libre». Por suerte, gracias a la lectura de su biblia y la introspección personal encontró significado y propósito a su vida, aunque también quiso entender el ambiente y el día a día en el que «todos los penados estaban agitadísimos, y no sin razón, pues el rancho era verdaderamente detestable. Lo que colmaba la medida del descontento era la angustia, el sufrimiento continuo, la ansiedad». Pero cada preso lo vivió de forma diferente y Dostoievski teniendo en cuenta su actitud ante la adversidad los separó en «buenos y malos y en alegres y malhumorados». Aunque estos últimos eran mayoría «y se mostraban invariablemente sarcásticos, maldicientes y envidiosos, metiéndose, como vulgarmente se dice, en camisa de once varas y fiscalizando los actos de sus compañeros».

Grupo de prisioneros de un campo de trabajo en Siberia

Grupo de prisioneros de un campo de trabajo en Siberia

En 1854 tan solo le quedaba un año en Omsk, pero fue liberado gracias a un indulto imperial otorgado por el zar Nicolás I. Aunque «¡La libertad, la vida nueva, la resurrección de entre los muertos! ¡Momento inefable!» que tanto deseaba no llegó ese año. Dostoievski vivió un exilillo forzoso de seis años en la ciudad de Semipalátinsk bajo vigilancia policial, hasta que pudo volver a San Petersburgo en 1860. Esto no le impidió seguir escribiendo novelas como Crimen y castigo, El idiota y Los hermanos Karamázov. En San Petersburgo vivió sus últimos días en el número cinco del pasaje de los Herreros. El 9 de febrero de 1881, Dostoievski murió de un ataque al corazón en esa misma casa, que hoy sigue en pie como un museo dedicado a su figura.

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