Clara Petacci, la amante favorita de Mussolini que murió fusilada junto al líder italiano
Claretta, como se la conocía, fue una figura esencial en los últimos años de vida del dictador. Ella permaneció a su lado a pesar de que pudo huir, porque siempre había querido estar con él
El 28 de abril de 1945, a las cuatro y diez minutos de la tarde, el dictador italiano Benito Mussolini y su amante Clara Petacci eran ejecutados a tiros tras ser capturados por los partisanos comunistas. Sus cadáveres fueron colgados boca abajo en la plaza de Loreto en Milán. Allí serían objeto de burla y escarnio por parte de un gentío harto de la guerra. Muchos confundieron a Petacci con Rachele Guidi, la esposa del duce durante 30 años, pero en realidad se trataba de su amante, una figura esencial en los últimos años de vida del dictador.
La favorita
Ella era 29 años más joven que él, pero ya desde la adolescencia se sentía muy atraída por él. Se conocieron en abril de 1932 cuando el coche en el que Clara viajaba con su hermana, madre y prometido se cruzó con el automóvil del dictador. Emocionada al ver a su ídolo –tenía varias fotos suyas en la pared de su habitación y desde los 14 años le enviaba cartas y poemas– gritó «¡Il duce, Il duce!». Al igual que muchas otras jóvenes italianas, Petacci estaba prendada de Mussolini, pero lo suyo no solo era mera admiración, sino que era un amor que rozaba el fanatismo.
Claretta, como era conocida normalmente, era todo lo que el duce buscaba en una mujer: muy joven, muy guapa, muy inteligente y de buena familia (su padre era el médico personal del Papa Pío XI). Cuatro años más tarde de este primer encuentro se hicieron amantes a pesar de estar ambos casados: él se había unido a Rachele Guidi hace 17 años y tenían cinco hijos, mientras que ella lo había hecho con un teniente de aeronáutica militar, Riccardo Federici. Pero nada de esto resultaría impedimento para que Petacci y Mussolini mantuviesen una relación. Todas las investigaciones biográficas están de acuerdo con que Claretta estaba perdidamente enamorada del duce y que fue una amante devota e incondicional. Pero pronto el líder italiano la trataría como su concubina favorita de entre las más de 500 amantes que tuvo.
De ese trato especial podemos decir que fue la única que contó con una habitación propia en el Palazzo Venezia, donde Mussolini instaló su gobierno. Además contó con guardaespaldas y chófer propio.
Fusilada junto a su amado
Durante los 13 años que duró su relación con el duce, Claretta registró en sus diarios muchas de las conversaciones que mantenía con su amado. Entre cartas de amor y encuentros muy subidos de tono, su relación permaneció fuerte hasta que en 1943 las cosas empezaron a torcerse para el dictador italiano. Los aliados habían conseguido desembarcar exitosamente en Sicilia y poco a poco irían ganando terreno. Pronto dejaría de contar con el apoyo de Hitler y sus propios lugartenientes. Aquella situación se prolongaría durante dos años y para la primavera de 1945 ya lo daba todo por perdido.
De esa manera decidiría huir a Suiza para salvar su vida. Su plan consistiría en disfrazarse de soldado raso e integrarse en un convoy militar alemán. Al llegar a Como, en el norte de Italia, dejó atrás a su esposa e hijos y escapó escondido en un camión junto a su amante. Petacci anheló hasta el último momento ser la única mujer del duce, por lo que a pesar de que pudo huir, se negó rotundamente a dejarle: «Si esa es tu decisión y es lo que quieres yo lo acepto, pero quiero que sepas que me gustaría estar contigo hasta el final y morir contigo si tu destino es morir».