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La persecución al pueblo armenio está considerado el primer genocidio del siglo XX

La persecución al pueblo armenio está considerado el primer genocidio del siglo XX

110 años

1915: cómo el Imperio otomano inició el exterminio de los armenios

El pretexto para esta persecución fue que suponían una amenaza para el imperio, que acababa de entrar en la Gran Guerra en octubre de 1914

El 24 de abril de 1915, de madrugada, las autoridades otomanas procedieron al arresto de los líderes e intelectuales armenios de Constantinopla, la capital del imperio. Se trataba, en general, de políticos, escritores, músicos, periodistas, profesores y religiosos. El gobierno del Comité Unión y Progreso ya había elaborado listas de personalidades armenias a cuya detención se debía proceder aquella noche. El pretexto fue que suponían una amenaza para el imperio, que acababa de entrar en la Gran Guerra en octubre de 1914.

Se explotaba así uno de los temas recurrentes de la propaganda antiarmenia desde finales del siglo XIX: que los armenios eran potenciales aliados de los enemigos de la Sublime Puerta. La operación policial se saldó con centenares de detenidos, la mayoría de los cuales terminaron asesinados o encerrados en la cárcel. Al cabo de un mes, eran más de mil los deportados a Anatolia.

Los armenios son llevados por guardias armados

Los armenios son llevados por guardias armados

Esa redada representa el inicio del Genocidio Armenio: la destrucción de las comunidades armenias del Imperio Otomano entre 1915 y 1922, año del incendio de Esmirna y la destrucción de su barrio armenio, aunque algunos historiadores extienden la duración hasta 1923. No hay gran diferencia en cuanto a los acontecimientos centrales: las confiscaciones de propiedades, las deportaciones de armenios a los desiertos de Siria, las marchas extenuantes a pie bajo el sol sin comida ni agua, la exposición a enfermedades, las matanzas a manos de unidades irregulares, las órdenes secretas para acabar con los armenios...

Entre 1915 y 1917 la mayor parte de los armenios de los territorios de la Armenia histórica –los vilayets de Van, Erzurum, Bitlis, Diyarbakır, Sivas, Harput– así como los de Cilicia ya habían sido destruidos. Las etapas finales se dirigirían contra los de la costa mediterránea en la región de Esmirna. Sólo en la Armenia Oriental fracasaron los otomanos en el intento de acabar con los armenios, que los detuvieron en la batalla de Serdarapat en 1918. Cuentan que todas las campanas de la Armenia Oriental repicaron llamando a los hombres al combate. Sólo ahí se detuvo la matanza.

Soldados rusos fotografiados en el antiguo pueblo armenio de Sheykhalan, cerca de Mush, 1915.

Soldados rusos fotografiados en el antiguo pueblo armenio de Sheykhalan, cerca de Mush, 1915.

Sin embargo, sería injusto decir que los armenios no se defendieron. Allí donde pudieron organizarse, lucharon con valor y, en algunos casos, lograron salvar la vida. El caso de resistencia más famoso fue la defensa del Musa Dagh –la Montaña de Moisés– en el sur de Turquía sobre la costa mediterránea. Allí, entre julio y septiembre de 1915, unos 5 000 armenios de seis aldeas vecinas lograron resistir. Unos 250 armenios consiguieron contener a las tropas regulares otomanas, que los superaban en número y armamento.

Al final, un barco francés, el Guichen, que patrullaba la costa, divisó la montaña y dos banderas: una tenía una cruz roja sobre fondo blanco, otra decía decía «Cristianos en peligro: rescaten». Lograron evacuar a más de 4.000 armenios y llevarlos a Port Said, en Egipto.

Hubo quienes trataron de auxiliar a los armenios. Por ejemplo, Al Husayn Ibn Ali, Jerife de La Meca, ordenó a los príncipes Faisal y Abdal´Aziz Al-Jarba que cuidasen, auxiliasen y protegiesen a los armenios «como os defenderíais a vosotros mismos, vuestras propiedades y a vuestros hijos».

No obstante, la mayoría de los armenios del imperio no corrieron la misma suerte que sus hermanos del Musa Dagh. Diplomáticos, misioneros extranjeros y oficiales europeos al servicio del ejército otomano dejaron constancia del exterminio. En Armenia Occidental, Siria, Cilicia y la costa mediterránea apenas quedaron supervivientes. En total, las fuentes armenias cifran en un millón y medio los muertos como consecuencia del genocidio. Esta cifra corresponde con dos tercios de los habitantes armenios del imperio.

Las consecuencias del genocidio se dejan sentir todavía. Los armenios quedaron reducidos al estatuto de minoría en su propia tierra –así sucedió, por ejemplo, en la costa mediterránea– o directamente desaparecieron, como ocurrió en los territorios de Armenia Occidental.

El negacionismo del genocidio y el olvido impuesto durante el periodo soviético sumaron a la impunidad el agravio del silencio. Por supuesto, en las comunidades armenias de la diáspora se mantuvo el recuerdo. En la propia Unión Soviética se libró una heroica lucha por la memoria, que condujo a la concentración de más de cien mil personas frente a la ópera de Ereván el 24 de abril de 1965, que exigió durante 24 horas el reconocimiento del Genocidio Armenio. Dos años después, se terminaban las obras del memorial de Tsitsernakaberd, que hoy sigue reuniendo a decenas de miles de armenios cada año con ocasión del 24 de abril.

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