
Manuel Azaña fue presidente de la II República entre 1936 y 1939
Dinastías y poder
¿Azaña y una estirpe demócrata?
Él no creo una dinastía; sin embargo, hay quién quiere ver en su nombre al patriarca de una especie de «familia ideológica» acorde con el reformismo burgués y las causas modernas
No podemos dudar que fue una figura del pensamiento y la intelectualidad de la España del primer tercio del siglo XX. Un escritor talentoso. El resto, las cuestiones políticas, son discutibles. Él no creo una dinastía: de hecho, su vida se agotó sin descendencia a pesar de un tardío matrimonio con doña Lola, hermana de su fiel escudero Cipriano Rivas Cherif. Sin embargo, hay quién quiere ver en su nombre al patriarca de una especie de «familia ideológica» acorde con el reformismo burgués y las causas modernas. El símbolo más reconocible de la II República Española. Pero quizá se equivoquen. ¿Fue un liberal-constitucional? Manuel Azaña tocó todas las teclas: el periodismo, la literatura, el teatro y también la política. Del Ateneo al Congreso, de Madrid a sus múltiples residencias durante la Guerra Civil y desde aquí, pasó a Francia para morir, en Montauban, a los pocos días de la ocupación y vigilado por la Gestapo.
Burgués acomodado. Es lo que para muchos representa el personaje nacido en Alcalá de Henares, en una familia de corte liberal que ofreció a su vástago educación religiosa en los Agustinos y una licenciatura en Derecho en la Universidad de Zaragoza. Fue uno de tantos jóvenes que se benefició de los pensionados que ofrecía la «Junta de Ampliación de Estudios», dependiente del ministerio de Fomento de la monarquía de Alfonso XIII.
Las primeras incursiones de Azaña en la política las encontramos en las filas del reformismo-posibilista de Melquíades Alvarez, asesinado en Madrid en agosto de 1936, lo que produciría en Azaña enorme impresión. Pero Azaña no se manifestó abiertamente republicano hasta tener cierta madurez. Fue director de la revista España, semanario de la vida intelectual fundado por Ortega en 1915 y buen colaborador, de la prensa de la época. En su generación, que empezó a despuntar en el 14, ocupó puesto como Secretario del Ateneo para pasar después a su dirección. Dicen que era desconfiado y que ocultaba su ingenuidad, en soberbia. Hasta entonces Azaña era, simplemente, un funcionario civil y escritor.

Alfonso Valle-Inclán y Manuel Azaña en la tertulia de la Cacharrería en el Ateneo de Madrid

Miembros del gobierno provisional de la Segunda República
Por entonces, ya había fundado «Acción Republicana», el partido político que lo llevaría a ocupar los puestos más relevantes en el organigrama del nuevo régimen y también, al palacio presidencial. En el primer bienio conjugó la presidencia del gobierno con su papel como ministro de Guerra. A él se debe esa ley de retiros extraordinarios con la que pretendía «republicanizar el Ejército». Aunque no salió bien. Después pasó a la oposición. No tenemos muy claro cuál fue su papel en el 1934, aunque él no fuese un revolucionario. Pero volvió a la primera fila del ejecutivo. Maniobras del PSOE, lo elevaron a la Presidencia de la República después de la destitución, intencionada, de Alcalá Zamora. A Cipriano, fiel y amigo, le nombró jefe de Protocolo. Era el 10 de mayo de 1936 y el clima de desconcierto que se vivía en el país era tremendo.
Cuando comenzó la Guerra Civil, Azaña permaneció pocas semanas en Madrid. Junto al Gobierno partió a Valencia para comenzar un periplo que le llevó a residir en el palacio de Ciudadela, monasterio de Montserrat…. La historia de sus famosos «diarios robados» debe ser de este tiempo. Las críticas sarcásticas a colegas y adversarios que pueden leerse resultan más que curiosas. El 18 de julio de 1938, cuando la guerra estaba perdida, desde el Ayuntamiento de Barcelona pronunció su famoso «Paz, piedad y perdón». De esta época es su novela, La velada en Benicarló. Luego se marchó a Francia.

Acto político en la plaza de toros de Bilbao
En el franquismo le llamaron displicentemente «el verrugas» y el propio José María Aznar quiso reivindicarlo como el adalid de la nueva democracia. Su mujer, se exilió a México. ¿Qué pensaría ahora al escuchar que sus valores son los que algunos quieren que inspiren la España de hoy?