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Berlineses occidentales observan como un C-54 aterriza en el aeropuerto de Tempelhof de Berlín Oeste en 1948Edición: Paula Andrade

El bloqueo de Berlín, cuando Stalin dejó sin comida, luz y carbón a los berlineses

Los pilotos norteamericanos lanzaban desde el avión pequeñas chocolatinas, caramelos y otros objetos con paracaídas diminutos, lo que les hizo ganarse el apodo de Candy Bombers y la admiración de los niños berlineses

El 24 de junio de 1948, Stalin ordenó a su ejército en Berlín que cerrara las carreteras y vías de tren que conectaban el oeste con el lado occidental de la ciudad. Hacía tres años que había terminado la Segunda Guerra Mundial y el país estaba dividido en cuatro zonas. El este lo controlaban los soviéticos, y en el oeste franceses, británicos, estadounidenses gestionaban una región cada uno. Lo mismo hicieron en Berlín, la capital de un país en ruinas, con problemas sociales y económicos que los aliados debían solucionar.

Para tratar la cuestión alemana crearon el Consejo de Control Aliado, donde se debatían cuestiones de interés entre los cuatro países. Aunque en la práctica existían grandes diferencias entre el bloque occidental y los soviéticos, que acusaban a los británicos de que no se les informaba de las decisiones que se tomaban en Londres sobre el presente y futuro de Alemania. A esto se sumó que los países occidentales crearon una nueva divisa para sustituir al antiguo Reichsmark, el marco imperial. Un cambio monetario que se hizo efectivo en julio a pesar de la oposición de Moscú.

La respuesta de los soviéticos fue el bloqueo a Berlín occidental, para evitar que los berlineses de la zona oriental fueran a comprar la nueva divisa al sector occidental. Aunque el verdadero objetivo de Stalin era expulsar a los aliados de Berlín y tomar el control. En pocas horas, los soviéticos cortaron la autopista principal, la estación de tren, el suministro de electricidad y gas. Las 12.000 toneladas de productos que llegaban todos los días dejaron de hacerlo. Solo quedaba carbón para 45 días y comida para otros 36, había que hacer algo.

El verdadero objetivo de Stalin era expulsar a los aliados de Berlín y tomar el control

La respuesta al bloqueo no se hizo esperar. Dos días después los americanos tomaron la iniciativa y, junto a ingleses y franceses, pusieron en marcha un gigantesco puente aéreo para enviar medicamentos, trigo, carbón y todo tipo de alimentos. Esta idea no surgió de la nada. En 1945 los aliados habían elaborado un acuerdo con los soviéticos sobre el control aéreo de Berlín.

Bloqueo de Berlín: Civiles alemanes observan el aterrizaje de aviones estadounidenses en el aeropuerto de Tempelhof

Los aviones podrían volar por tres pasillos aéreos de 30 km de ancho que conducían a los dos aeródromos de Berlín: Tempelhof y Gatow, y los hidroaviones podían amerizar en el Lago Havel. Siguiendo este acuerdo, los norteamericanos pusieron en el aire sus bombarderos C-54 y B-29, que podían cargar unas diez toneladas en cada vuelo. La Royal Air Force (RAF) aportó sus Avro York, Handley Page Hastings, y los franceses su Douglas C-47. Un total de 277 aeronaves que «ya habían lanzado bombas sobre Berlín, ¿por qué no iban a ser capaces de lanzar patatas?», afirmó Ella Barowsky, concejala de Berlín en aquel momento.

Un Douglas C-54 Skymaster arrojando caramelos sobre Berlín

La operación Playfair (jugar limpio) para los británicos o Groceries (víveres) para los norteamericanos, había comenzado. La logística de la operación se fue perfeccionado a lo largo de los once meses que duró el bloqueo. La maniobra no era sencilla, cada tres minutos despegaba un avión con 5.000 toneladas diarias de comida y carbón, aunque su récord estuvo en 13.000 en solo día. Salían de bases como Rhein-Main en Alemania Occidental, de aeródromos militares en Reino Unido y otros países aliados. Atravesaban el espacio aéreo soviético y continuaban por los corredores aéreos haciendo vuelos rasantes, condicionados por el mal tiempo y las provocaciones de la aviación comunista durante el vuelo.

Un total de 277 aeronaves que «ya habían lanzado bombas sobre Berlín, ¿por qué no iban a ser capaces de lanzar patatas?», afirmó Ella Barowsky, concejala de Berlín en aquel momento

El aterrizaje se solía hacer en paralelo con otra aeronave, lo que suponía un peligro añadido, tanto es así que más de 70 pilotos murieron. Ya en tierra, solo tardaban unos siete minutos en descargar la mercancía, ayudados por civiles a los que se había contratado para la operación. El objetivo aliado de «mantener viva la ciudad» se estaba cumpliendo. En los 11 meses que duró el bloqueo, los pilotos realizaron 278.000 vuelos y trasportaron casi tres millones de toneladas.

El corredor aéreo estaba funcionando, y eso no gustaba a en Moscú. Además, los aliados occidentales habían empezado un contrabloqueo a la URSS, impidiendo que llegara carbón, acero y herramientas al bloque comunista. En Berlín la tensión seguía en aumento y el 6 de septiembre de 1948 un grupo de comunistas intentó boicotear un pleno del ayuntamiento de la ciudad. En respuesta a esta agresión, unos 300.000 alemanes se reunieron frente al Reichstag como gesto de protesta pacífica. El alcalde Ernst Reuter aprovechó para dar un toque de atención a la comunidad internacional: «pueblos del mundo, pueblos de América, Inglaterra, Francia, Italia. Mirad esta ciudad y comprended que no podéis abandonarla. Ni a ella ni a su pueblo». El mensaje caló entre los líderes occidentales, e incrementaron el apoyo.

Un avión C-74 Globemaster estadounidense aterrizó en el aeródromo de Gatowcon más de 20 toneladas de harina

El pueblo berlinés aguantó y los soviéticos, conscientes de su fracaso, levantaron el bloqueo el 12 mayo de 1949. El puente aéreo había sido un éxito. «Vuestra lucha, sufrimiento y paciencia nos han dado la victoria», afirmó Konrad Adenauer, el futuro canciller de la nueva República Federal Alemana (R.F.A), ante miles de berlineses. El bloque occidental había ganado, pero Alemania seguiría dividida con la creación de la R.F.A en mayo, y la República Democrática Alemana, cinco meses después. La Guerra Fría no había hecho más que empezar.