El antipapa Juan XVI y los riesgos de hacer enfadar a los emperadores

El Emperador Otón III (980 - 1002) fue hijo de Otón II y de la princesa bizantina Teófanos (señora que merece picotazo aparte). Con solo tres años de edad Otón sucedió a su padre pero la regencia estaría en manos de su madre y de Adelaida de Borgoña, su abuela. Ambas fueron conocidas como «las imperiales señoras», lo que nos da una idea de su calibre.

El año 996 Otón III marchó al frente de su ejército para apoyar al Papa Juan XV, que había sido expulsado de Roma por el jefe de la poderosa familia de los Crescencio y que aglutinaba a la nobleza romana entorno suyo. Cuando Otón se encontraba a unos días de Roma recibió noticia del fallecimiento del Papa, así que nominó e hizo que fuera elegido su primo Bruno de Carintia que tomó el nombre de Gregorio V. El nuevo (y joven, ya que tenía veinticinco años) Papa coronó emperador a su primo Otón el día de la Ascensión de ese año.

Gregorio fue el primer Papa alemán y –mucho más importante entonces– fue elegido sin tener en cuenta la opinión de los romanos y de familias como los Crescencio. Por ello no tenía nada de extraño –muchos ya lo venteaban– que cuando Otón III partió de Roma camino a Alemania, y estando a una distancia prudencial de Roma, Juan Crescencio (jefe de su familia) sublevó al pueblo de Roma y Gregorio tuvo que huir para salvar la vida, encontrando amparo y refugio en Spoleto. De ahí viajó a Pavía donde organizó un sínodo que excomulgó a Juan Crescencio. El romano respondió convenciendo al arzobispo de Piacenza para que aceptara ser nombrado Papa por un cónclave que organizó en Roma, una vez que los cardenales que estaban en la ciudad declarasen la sede vacante. Cumplidos los trámites el arzobispo fue declarado Papa y tomó el nombre de Juan XVI.

Cumplidos los trámites el arzobispo Piacenza fue declarado Papa y tomó el nombre de Juan XVI

Juan Filigato, griego de oscuro origen y que provenía de las posesiones bizantinas al sur de la península italiana, fue apoyado por la Emperatriz Teófano, quien vio en él a un compatriota lejos de su tierra. Le nombró tutor de su hijo Otón III. Impulsó su carrera eclesiástica e hizo que crearan un arzobispado nuevo para él: Piacenza. ¿Cómo consiguió Juan Crescencio convencerlo para traicionar a sus benefactores? Se ignora. De cualquier manera fue una decisión arriesgada por parte de Juan Crescencio, pero acertó y el griego se convirtió en antipapa.

La noticia sentó como un tiro al joven Emperador. En un tiempo récord convocó y reunió sus ejércitos, provisiones y dineros y marchó hacia Roma. Entró en la ciudad en febrero de 998 y empezó a poner orden. Juan Crescencio fue decapitado en las almenas del castillo de Sant Angelo. El antipapa salió a la carrera de Roma por motivos de salud (la suya) pero no fue lo suficientemente rápido y cayó en manos de la caballería ligera del conde de Breisgau.

Antes de entregárselo a Otón el buen conde decidió entretenerse un poco con el antipapa. Le arrancaron los ojos, le cortaron la nariz, las orejas y la lengua y le quebraron los dedos de las manos. Así fue cómo entregaron al desgraciado Juan XVI al Emperador. Otón hizo que fuera públicamente depuesto de su cargo, desnudado y montado a horcajadas y al revés sobre un jumento y, de esta manera, expuesto a la burla del populacho de Roma. Fue en un convento donde murió el año 1013, durante el reinado del primer pontífice francés: Silvestre II. Vean ustedes los riesgos de ser desagradecido.