Qué es el mecanismo de Anticitera, la reliquia que busca Indiana Jones en su última película
El físico y padre de la cienciometría Prince describió este singular artefacto como «la reliquia más antigua de la tecnología científica y el único dispositivo mecánico complejo que tenemos de la Antigüedad»
Harrison Ford vuelve a las pantallas para encarnar uno de sus papeles más queridos, el legendario arqueólogo Indiana Jones. Después de 15 años regresa junto a una nueva coprotagonista, la británica Phoebe Waller-Dridge, para arrebatar a los nazis una de las reliquias más ansiadas: el «Dial del Destino» capaz de localizar fisuras en el tiempo. Este artefacto hace referencia de forma exagerada o se inspira en el mecanismo de Anticitera, cuya historia Hollywood ha reinventado para adaptarla a sus necesidades y que durante muchos años ha sido calificado como uno de los objetos más enigmáticos de la arqueología mundial.
A diferencia de los objetos legendarios e inventados que protagonizaron las cuatro anteriores películas, el mecanismo Anticitera o el Dial de Arquímedes –como la llaman los personajes de Indiana Jones y el dial del destino que se estrenó la semana pasada– existe, aunque no con las propiedades que se le atribuye en el largometraje.
El «dial del destino» real fue descubierto en 1901 entre los restos de un barco de la época romana que había naufragado en medio de una tormenta hacía 2.000 años en la isla de Anticitera (Grecia) a 45 metros de profundidad. Los buceadores que realizaron el asombroso descubrimiento –encontraron un auténtico tesoro cuando en realidad buscaban esponjas marinas– rescataron estatuas de bronce, de mármol, una lira de bronce, varias piezas de cristalería y varios objetos de bronce que fueron trasladados al Museo Arqueológico Nacional de Atenas para su análisis y almacenamiento.
Nadie había prestado atención a una pieza de bronce muy corroída por la sal del mar hasta que un año más tarde, el arqueólogo y director en aquel entonces del museo Valerios Stais, quien se detuvo en aquella pieza de roca que tenía un engranaje incrustado. Tras ser estudiada con detalle se encontró una inscripción en griego que hacía certera el descubrimiento de uno de los artefactos más misteriosos de la historia de la tecnología. Stais consideró que podría tratarse de algún tipo de reloj astronómico; sin embargo, la mayoría del equipo de investigadores pensó que el instrumento era demasiado avanzado y complejo como para haber sido construido en la misma época que el resto de las piezas encontradas que estaban datadas en el siglo I a. C.
Después de realizar varios análisis y reconstrucciones se ha podido determinar que el mecanismo viajaba dentro de un cajón de madera de 33 centímetros de altura por 18 de ancho y ocho de fondo. Hasta la fecha se han encontrado 82 fragmentos conocidos, siete de los cuales contienen la mayoría del mecanismo y las inscripciones. El último se descubrió en 2018: una rueda dentada con la imagen de un toro, que posiblemente represente a la constelación de Tauro.
El físico inglés y padre de la cienciometría Derek J. de Solla Prince sería el primero en examinar al detalle los 82 fragmentos recuperados. Su labor empezó en los años 50 y en 1971, junto con el físico nuclear griego Charalampos Karakalos, tomó imágenes con rayos X y rayos gamma de las piezas. Prince describió este singular artefacto como «la reliquia más antigua de la tecnología científica y el único dispositivo mecánico complejo que tenemos de la Antigüedad» que además cambiaba «por completo nuestras ideas sobre los griegos y hace visible una evolución histórica más continua de una de las líneas principales (de la ciencia y la tecnología) más importantes que conducen a nuestra civilización moderna», sentenciaba en la revista Transactions of the American Philosophical Society.
Años después, en 2006, otro grupo de investigadores pudieron realizar escáneres con mayor precisión que permitieron encontrar un gran número de nuevas inscripciones facilitando nueva información con la que se pudo determinar que el dial frontal se utilizaba para conocer «la posición del Sol y la Luna en el zodiaco y un calendario correspondiente de 365 días que podía ajustarse para los años bisiestos». Además, los dos diales traseros servían para predecir eclipses, contaron los científicos del Proyecto de Investigación del Mecanismo de Antiquitera (AMRP) en la revista Nature.
En 2021 se realizó un escáner en 3D que posibilitó separar de manera virtual algunos de sus engranajes y descubrir que en su interior el mecanismo recreaba una especie de planetario. Del mismo modo se pudo reconstruir la parte que faltaba tomando como base las marcas y engranajes encontrados y después de encajarlo en la maquinaria y moverlo se dieron cuenta de que permite calcular ciclos planetarios con exactitud.