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Carga de Nikola IV Zrinski desde la fortaleza de Szigetvár

Carga de Zrinski desde la fortaleza de SzigetvárPintura de Johann Peter Krafft, 1825

Castelnuovo y Szigetvar, el heroísmo de una gran victoria cristiana

España, Polonia y Hungría utilizaron un arma secreta que demostró una y otra vez su importancia estratégica para superar cualquier derrota y volver una y otra vez al interminable combate

España, Polonia y Hungría tienen una característica común. Durante una gran parte de su historia sirvieron de glacis defensivo de la Europa cristiana frente a la continuada agresión que protagonizaron mongoles y musulmanes en sus difíciles e inestables fronteras. A su amparo los pueblos cristianos prosperaron y crearon la increíble civilización de las catedrales, los monasterios y las universidades.

Pero esto supuso un secular esfuerzo para estas tres naciones. Derrotadas en numerosas ocasiones, luchando casi siempre en inferioridad de condiciones, se vieron obligadas a recurrir a un arma secreta, un modelo de comportamiento basado en el heroísmo y la combatividad. Y esta arma secreta demostró, una y otra vez su importancia estratégica para superar cualquier derrota y volver una y otra vez al interminable combate.

El ejemplo de Castelnuovo, la pequeña ciudad de Dalmacia en la que el tercio del maestre de campo Francisco de Sarmiento, afrontó en 1538 al gran ejército turco formado por más de 70.000 hombres, es ahora bien conocido entre nosotros. Una reducida unidad de alrededor de 3.000 hombres atrincherada en una fortificación aislada en una costa hostil y decidida a no rendirse a pesar de las generosas condiciones ofrecidas por los turcos.

Esta arma secreta demostró, una y otra vez su importancia estratégica para superar cualquier derrota y volver una y otra vez al interminable combate

Un tercio abandonado a su suerte que luchó hasta la muerte porque así se lo exigía su honor, su fe y su lealtad al Rey. Un tercio que causó más de 30.000 bajas al ejército turco, lo que concedió un tiempo precioso a la coalición cristiana para recuperarse de las derrotas sufridas.

El sitio de Szigetvar

En cambio conocemos poco de la prodigiosa defensa que contra los mismos turcos realizaron los húngaros de la remota fortaleza de Szigetvar. Desde la destrucción del reino serbio en la sangrienta batalla de Kosovo en 1389, los húngaros se habían convertido en el último bastión de la cristiandad frente a la expansiva amenaza islámica. Una situación que quebró en 1526, cuando el Rey Luis II de Hungría pereció al frente de su ejército en la desastrosa batalla de Mohacs frente a Solimán el Magnífico, el más poderoso y soberbio de los sultanes otomanos. Aquella derrota llevó la frontera del islam a las cercanías de Viena dejando sometida a la mayor parte del reino magiar a la tiranía otomana.

Los Habsburgo de Austria heredaron la corona de Hungría. Y con esta herencia recibieron la onerosa e interminable tarea de contener a los turcos en el frente danubiano.

Miniatura del asedio de Szigetvár, siglo XVI

Miniatura del asedio de Szigetvár, siglo XVI

Tras detener la ofensiva turca en los asedios de Viena, los Habsburgo consiguieron alejar ligeramente la frontera reconquistando una pequeña parte del reino Magiar y creando una frontera militar. De esta frontera militar formaba parte la remota fortaleza de Szigetvar, cuando en mayo de 1566 Solimán abandonó Estambul al frente de un colosal ejército de más de 300.000 hombres. Su objetivo consistía en volver a ocupar Buda, recuperada recientemente por los cristianos, y continuar hacia Viena para conquistarla definitivamente.

Al frente de la fortaleza de Szigetvar se encontraba el conde Miklos Zrinyi, adalid de la nobleza húngaro-croata y fiel servidor de Fernando I, hermano de nuestro Carlos V. Cuando el inmenso ejército del Sultán se aproximaba a su residencia, el conde dirigió una exitosa incursión contra uno de los campamentos turcos, de la que regresó con copioso botín. Solimán se encolerizó violentamente por la osadía del ataque y decidió variar su plan de campaña para aplastar de inmediato Szigetvar.

El castillo de Szigetvár

El castillo de Szigetvár

La población húngara se encontraba en una posición estratégica privilegiada por lo que la preparación del asedio retasó considerablemente a los invasores. Cuando por fin llegó Solimán, Zrinyi hizo erigir una gran cruz a la vista de los turcos y disparó varias salvas de artillería para saludar respetuosamente.

La fortaleza y su ciudadela podrían resistir el tiempo suficiente como para alterar significativamente los planes de campaña otomanos

Zrinyi era un eficiente caudillo militar. Tras sus balandronadas había cálculo además de valentía. Aunque la población era indefendible por el mero peso numérico de los turcos, la fortaleza y su ciudadela podrían resistir el tiempo suficiente como para alterar significativamente los planes de campaña otomanos. Además las fiebres harían pronto su aparición en el calor tórrido del verano balcánico. El conde, ávido de gloria sabía que había llegado su turno y que nada podría salvarle, pero también sabía que aquel verano los ojos de toda la cristiandad estaban puestos en él.

Casi dos meses de «sacrificio y heroísmo»

La parte baja de la población resistió 15 días de asedio, bombardeos y asaltos. Cuando consideró que ya era indefendible, el conde ordenó incendiar los edificios y se retiró a la fortaleza. Los turcos acercaron sus baterías a las ruinas para bombardear de cerca el recinto amurallado. Tras debilitar las defensas se ordenó un ataque masivo que fue desbaratado para asombro Solimán.

Después de otro ataque fracasado de forma humillante, se hizo estallar una inmensa mina que destruyó gran parte de la fortaleza, dejando a la ciudadela convertida en el último reducto de los defensores. Pero aquella misma noche (5 de septiembre) murió Solimán aquejado de la grave disentería que estaba debilitando a su ejército. El gran visir Sokolli mantuvo su muerte en secreto, para evitar la desmoralización las tropas, al tiempo que ordenó intensificar el ataque.

El conde Nicolás Zrínyi en el sitio de Szigetvár (1566). Obra de Bertalan Székely

El conde Zrínyi en el sitio de Szigetvár (1566). Obra de Bertalan Székely

Viéndolo todo perdido, y considerando que había conseguido su objetivo, Zrinyi decidió alcanzar la gloria de los valientes con un gesto espectacular. La mañana del 8 de septiembre vistió sus mejores galas, prescindiendo de su armadura para situarse en las mismas condiciones que sus compañeros menos privilegiados. Luego empuñó su espada, con adornos de oro y arengó a los hombres que le quedaban y que habían decidido seguirle hasta el final. Pretendía hacer una última salida para morir combatiendo en lugar de rendirse: «con esta espada gané mi primer honor y mi primera gloria. Quiero comparecer con ella ante el tribunal de Dios».

Las puertas se abrieron apenas seiscientos hombres realizaron una última carga. No duraría mucho ante el ingente número de turcos, pero todos murieron luchando. El conde gravemente herido fue arrastrado sobre una cureña donde le cortaron la cabeza. Juntos ascendieron a la gloria que merecen los valientes. Su sacrificio y su heroísmo habían retenido a Solimán durante casi dos meses. Las perdidas infligidas entre combates y enfermedades habían debilitado de tal manera a los turcos que hicieron imposible la continuación de la campaña. Solimán ya no volvería a vislumbrar las altas torres de Viena.

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